King Sapo: El Dios de América eclipsa El Sol con un sold-out muy merecido

King Sapo

28 de marzo de 2025

Sala El Sol (Madrid)

Laballo

Texto: Dr. Reifstein

Fotos: Fernando Parra

En una lluviosa noche de viernes, la madrileña Sala El Sol colgó el cartel de “no hay entradas”… un buen augurio de que King Sapo nos iba a demostrar que, si alguna vez fueron renacuajos del rock, ahora se mueven como auténticos reyes anfibios sobre escenario. Las expectativas eran altas, ya que venían a presentar El Dios de América, cuyas virtudes fueron convenientemente expuestas en nuestra reciente crítica, perpetrada por el maestro Tàrrega.

 

A la hora prevista comenzó a sonar Massive Attack por los altavoces a modo de intro. Pero King Sapo no son de esos que hacen esperar con humo y luces cegadoras. Salieron saludando, afables, como si se encontraran con viejos amigos en la barra de un bar. Un gesto sencillo, sin aspavientos, que muchas veces se agradece más que cualquier intro épica.

 

Sin más rodeos, se colgaron los instrumentos y arrancaron con “Hasta Nunca”, dejando claro que aquí no había artificios: solo música y ganas de prenderle fuego a la noche. A pesar del título del tema, “Hasta Nunca” fue una perfecta bienvenida, que no se resintió en directo pese a no contar con la colaboración de Carlos Tarque.

 

King Sapo, dueños del escenario

 

Desde el inició King Sapo gozaron de un sonido compacto, poderoso y con ese deje «setentero y mucho más» que les sienta tan bien, arrancando con una seguridad abrumadora. El público estaba sin duda de su lado, y no necesitó demasiados argumentos para dejarse hipnotizar por su propuesta. Continuaron directamente con “Desorden”, de su anterior Sexo en Marte, en el que Jesús decidió que las manos no eran suficientes y sacó unas maracas para acompañar.

 

Subida de revoluciones con “Hombre Humo” del celebrado album de debut Niño Gurú. Se notaba que el público empezaba a entrar al concierto y es que aquí la cosa se desató en el estribillo, que fue coreado con entusiasmo, convirtiendo a la Sala El Sol en un hervidero de voces y puños en alto. Sin moverse de disco continúan con “Alguien Como tú”, momento en el que a Jesús se le desconectó momentáneamente el micro, problema que solucionó con total naturalidad en un microsegundo… como quien cambia de canal con el mando y sigue la conversación. Y es que así fue el concierto: orgánico, natural y muy cercano.

 

Además de las habilidades de Jesús como cantante (hoy en día de lo mejor en el rock patrio), no podemos dejar de encumbrar a la sección rítmica, que funcionó como una locomotora. Por un lado José, dueño absoluto de su lado del escenario, no paró de moverse, saltar y animar, mientras esculpía notas de bajo con total precisión. Mientras que Rami, con una batería que a nivel estilístico me pareció sencillamente fascinante, demostró ser uno de esos baterías que saca petróleo de un kit “sencillo”, haciendo que lo imposible parezca fácil… ¡y sin perder la sonrisa!

 

José Alberto Solís en lo más alto

 

Llegó entonces el primer paréntesis verbal de la noche: un agradecimiento breve pero sincero, de esos que no suenan a frase de manual. Más que un grupo de rock en trayectoria claramente ascendente, King Sapo parecían colegas agradecidos de que la gente les hubiera hecho hueco en su agenda para una noche de rock.

 

Regresan a su último lanzamiento con “Llegado Aquí”, tema mayúsculo que resume a la perfección la particular idiosincrasia de la banda, capaz de canalizar al rock más puro de las últimas décadas de forma intemporal (en «Llegado Aquí» noto una mezcla perfecta 80´s – 90´s), pero con su propio filtro de sapo psicodélico… algo así como Soundgarden y Led Zeppelin tomándose una birra a última hora de la noche en una tasca de Lavapiés.

 

Primera sorpresa de la noche, un trio femenino de coristas ocuparon la parte izquierda del escenario, tras ser pertinentemente presentadas: María, Martha y Gigi. Tres fenómenas que engrandecieron más si cabe el espectáculo que estábamos presenciando, aportando un rollo gospel de los que te ponen la piel de gallina. Todo apuntaba a que venía “No Terminó”, y un segundo de Rami con esa entrada tan característica lo confirmó. Qué maravilla disfrutarlo en sala, sin perder un ápice del “feeling soulero” que transmite.

 

Andrés y el trio de coristas inundándonos de Soul

 

Y es que si alguien pensaba que en directo iban a perder parte de esa atmósfera que les caracteriza… que se lo haga mirar. El concierto fue un viaje en espiral ascendente, con momentos de trance casi ritual y otros de puro guitarreo visceral. Nos quedamos con la parte final del tema, con el público entregadísimo repitiendo el estribillo varias veces.

 

Lejos de bajarle revoluciones al asunto, la banda siguió encadenando temas sin apenas respiro. Seguimos disfrutando de coristas de lujo en “Fénix”, que desató un clamoroso aplauso del respetable tan pronto fue presentada. Jesús acompañando con guitarra española, Rami tomando el relevo de las maracas, José y Andrés dándolo todo…y un cierre mágico únicamente con las coristas y con Jesús fuera de micro despidiendo el tema con su voz desnuda, con ese deje bluesero flotando por la sala. Un gesto pequeño, pero lleno de intención. Orgánico, directo al pecho, inmenso.

 

El público fue tan heterogéneo como el rock de King Sapo

 

Siguen con “Polución”, y aquí Jesús se pone al mando de unos teclados Hammond en la intro (también en la parte instrumental). Sí, además de cantar, agitar maracas y tocar la española, también se marcó unas teclas. Polifacético y sin despeinarse.

 

Destacamos aquí también la perfecta complicidad de José y Andrés. De este último poco hemos hablado hasta el momento, más por falta del vocabulario adecuado para describir su brutal aporte al desarrollo del show. Diremos que no es fácil tocar tan bien, transmitir tanto y demostrar al mismo tiempo que te lo estás pasando teta, pero Andrés lo hace, y encima con estilo.

 

Sapos desde las alturas

 

De “Polución” nos quedamos con la parte instrumental, quizás de las mejores que encontraréis en “El Dios de América”. A continuación llega “Te Sigo, Te Huelo”, momento en el que nos quedamos sin coristas, Jesús sigue al mando de los Hammond, y José decide darse un baño de masas bajando momentáneamente al público.

 

Siguen las sorpresas, ahora llega María, violinista de excepción, para acompañar “Invisible”… otro viaje musical en el que es imposible no flotar sobre esas guitarras que mete Andrés en plan etéreo. Seguimos con “Temporal”, tema venido desde Marte, jovial, optimista y contagioso, como quedço demonstrado con la reacción del público.

 

Se siguen sumando invitados a la fiesta, entrando esta vez el mismísimo Juan Guevara, productor y artífice del sonido de “El Dios de América”, para tocar con ellos el tema homónimo, que sonó de lujo. Siguieron con otro de sus grandes hits, ese “Tren en una Postal”. Es un tema que, desde el segundo en que lo escuché, pasó a engrosar mi lista de canciones a escuchar en mis habituales viajes en ese medio de transporte (aunque este es mas de Interrail, por lo de “la vieja Europa”).

 

Rami y su batería incandescente, bien acompañado

 

Desde luego, este tren también arrancó en directo, especialmente gracias a las habilidades de Andrés, ya que aquí su guitarra brilló con luz propia. El tema se llevó uno de los aplausos más intensos de la noche, con total merecimiento. A continuación, “Afrodita Blues” se materializó en el escenario bajo la amenaza de marcar el final de la actuación, no sin antes pasar por la necesaria presentación de cada uno de los miembros de la banda, que se llevaron la merecida ovación del respetable. Obviamente, esto no era el final. Tras disfrutar de la contundencia del tema (ojo a José), la banda se retiró, pero por poco tiempo.

 

Rápidamente regresó Jesús, acústica en ristre para atacar con “Libre”, una vez más fuera de micro, y regalarnos el que para mí fue el momento más mágico e íntimo de la noche, en el que logró silenciar a toda la sala (como escarpias). Para rematar el tema, el resto de batracios monárquicos regresaron de forma esplendorosa, rodeando a la batería, en lo que yo definiría como un “círculo musical místico” que se vio muy potenciado por el juego de luces. En realidad había poca luz, pero destacaba la que emanaba del bombo de Rami, generando una atmosfera única y otro gran momento.  Acto seguido enlazaron con la versión de Vera Hall “Trouble So Hard”, que volvió a contar con el aporte de las super coristas (bueno, y de todo el público, que la cantó con absoluta devoción.

 

Jesús Trujillo al mando

 

Para el final, ese imprescindible “Niño Gurú”, tema que no necesita presentación. Jesús nos contó que fue de lo primero que compusieron, ya como King Sapo. Fue el último cierre de una noche en la que todo fluyó con la naturalidad de quien no necesita disfraces para brillar. Porque sí, puede que King Sapo lleven “Rey” en el nombre, pero lo suyo no es la pompa ni la pose: lo suyo es el sudor honesto, la conexión real y ese tipo de rock que, sin trucos ni artificios, te hace salir de la sala sonriendo, y con la sensación de haber vivido algo auténtico.

 

¡Hasta muy pronto, King Sapo!

 

 


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