Yolanda Sabater y Jordi Tàrrega se reúnen con su líder y guitarrista Walter Giardino para hablar con él sobre la inminente gira, pero también para charlar sobre el pasado, las temáticas del grupo, Adrián Barilari o sus influencias de Malmsteen y Blackmore. La charla se va animando y terminamos charlando sobre las másquinas arcade, el Mortal Kombat y las salas recreativas de los 80.
Mi tema favorito de Rata Blanca es “Volviendo a Casa”. Probablemente sea la canción que más me marcó, porque creo que fue la primera que escuché. Quería preguntarte, ¿qué tan importante es “Volviendo a Casa” para Rata Blanca?
Bueno, fue el primer tema del disco después de la separación. Esa canción está en “El Camino del Fuego” y de alguna manera volvió a encender la llama de Rata Blanca. Marcó nuestro regreso, como diciendo: «Aquí estamos de vuelta. Hola, ¿qué tal?». Y funcionó muy bien.
Le tengo mucho cariño, pero las canciones son difíciles de catalogar en el corazón de cada persona. A veces puedo decir que me gusta una u otra, pero al final, lo que importa es cómo resuena en la gente. Como en tu caso, hay quienes se identifican profundamente con una canción en particular, y eso habla por sí solo. No sé si la pondría entre las mejores de Rata Blanca, pero al final, lo importante es lo que significa para cada uno.
A veces leo un poquito en YouTube cuando me aburro un poco para ver lo que opina la gente sobre las cosas y la interpretación que ellos le dan a determinadas canciones.
Me sorprende que en redes sociales vuestros fans se quejen de que Rata Blanca no haya sacado nuevo material en diez años…
Ah, igual que les pasa a todas las bandas del mundo. Lo que tienen que entender los chicos es que nosotros ya somos señores mayores, que hicimos un montón de cosas y que el tiempo ha pasado. Han pasado más de treinta años desde aquella época en la que teníamos que hacer lo que hicimos, ¿no? Y por eso, a veces la gente dice: «Pero ya no es lo mismo». Y yo creo que, si fuera lo mismo, sería horrible. Si quieres escuchar La Leyenda del Hada y el Mago, ya está hecha. Si quieres escuchar El Beso de la Bruja o Mujer Amante, ya están ahí. A mí me interesa hacer otra cosa.
Es cierto que uno empieza a tomar distancia de lo que pasó, pero no de una mala manera. Hoy, por ejemplo, me divierte escuchar a Brian Setzer, y no veo nada de malo en eso. Para mí, la música tiene que ser divertida cuando la escucho.
Porque te das cuenta de que ni siquiera las bandas más grandes del mundo, aunque sigan sacando música, logran repetir lo que hicieron hace décadas. Hay cosas que simplemente ya no están. Esa es la realidad. No están más porque han pasado 30 años. Es parte del pasado. Ahora, ¿eso significa que el presente es tan malo que no vale la pena? Tampoco es así.
Siempre hay gente que se queja. Sobre todo, acá, sobre todo en Argentina. Las peores críticas, para un argentino, siempre vienen de otro argentino. Eso no hay duda, lo asumimos. Pero tampoco es un problema, porque son los menos. Siempre hay un par que están en contra de todo.
Lo que te quería decir es que, cuando veo una canción como “Cuando la luz oscurece” o “Cuando oías ayer”, que son absolutamente para mí más “de segunda”, y alguien dice: «Para mí, esta es la mejor canción de Rata Blanca», pienso: «Wow, qué curioso». Para esa persona, esa es la mejor canción de la banda, y eso lo cambia todo para mí.
Te quería decir que… veo una máquina arcade y yo también tengo una. La tuya es de Mortal Kombat y la mía es de SEGA. ¿Te gustaba jugar a los juegos de arcade? Vivimos más o menos en la misma década de niños… A mí me encanta tenerla. De hecho, casi no juego porque no tengo tiempo, pero me encanta tenerla.
Yo tampoco, pero cuando la enciendo, después tengo problemas para parar…. Me quedo demasiado tiempo jugando.
¿Y el Mortal Kombat es uno de tus juegos fetiche?
Sí, sí, me gusta mucho. Claro, totalmente… Gran parte de nuestra vida la hemos pasado dentro de esos salones llenos de máquinas, en los 80, obviamente. En mi barrio, en Flores, había locales que no cerraban en todo el día, abiertos las 24 horas. Y ahí pasaban muchas cosas que tenían que ver con nuestra vida. Un día deberíamos contar historias de los salones recreativos.
La gente que estaba allí era impresionante. Era muy lindo… Porque todo eso era real. Todavía no estábamos metidos con los teléfonos móviles. Estábamos viviendo y compartiendo cosas con los demás. Hoy, como siempre, les digo a los chicos consejos, porque hay muchos jóvenes que tocan muy bien. Sí, es increíble y eso me pone muy contento. Pero hay que levantarse de la punta de la cama y colgarse la guitarra. Cuando te cuelgas la guitarra, y todo cambia. El mundo es otro.
Ahí es cuando tienes que revisar todas tus técnicas. Y después, salir a la calle y tocar en bares. Ahí vas a ver la realidad de lo que es la música y el rock. Falta un poco de eso. Está faltando… Esos recuerdos son importantes para nosotros porque en esa época todavía se vivía uno al lado del otro. Y pasaban muchas cosas.
Vale, vamos con la última, que es la más difícil de todas. Siempre la hago. Bueno, siempre la hacemos, de hecho. ¿Cuál fue el primer disco que te compraste con tu propio dinero?
El primer disco que me compré con mi propio dinero… Creo que fue Stormbringer. Sí, te diría que fue el Stormbringer.
De Deep Purple…
Sí, el Stormbringer. Y fue muy especial porque, años después, cuando tenía unos 15 años o algo así, terminamos tocando con Glenn Hughes en Buenos Aires. Siempre recuerdo ese disco por esa situación: por estar mirándolo en medio de una calle, en mi barrio, en el Bajo Flores, y luego, pensar en cuántas posibilidades tenía un chico de 15 años en aquel momento, en Buenos Aires, el terminar tocando, dos décadas después, con uno de los músicos que estaban en ese disco. Fue como un milagro. Siempre lo viví con gratitud, por las oportunidades que se me dieron. Lo recuerdo con mucho cariño, además de todos los discos de Deep Purple, por supuesto.

Licenciado en INEF y Humanidades, redactor en Popular 1, miembro fundador de TheMetalCircus y exredactor en webs y revistas como Metal Hammer, Batería Total, Guitarra Total y Science of Noise. Escribió el libro «Shock Rock: Sexo, violencia y teatro». Coleccionista de discos, películas y libros. Abierto de mente hacia la música y todas sus formas, pero con especial predilección por todas las ramas del rock. Disfruto también con el mero hecho de escribir.
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