Deadwing
24 de marzo de 2005
Lava Records
A pesar de que al gran Steven Wilson le duela, en parte, que se le considere como el gran gurú actual del rock progresivo o que su incursión en el heavy metal fue lo que le supuso ese plus a su carrera, tiene claro de dónde viene y lo que representa. Su voluntad actual de ser un artista total (que lo es) se cimentó el día que editó esa maravilla que lleva por nombre In Absentia. Era 2002 y el grupo dio un salto de gigante. Se les podía adivinar que iban destinados a marcar época y crear todo un estilo: el progresivo emocional. No buscaban grandes solos ni demostraciones técnicas, sí juegos de sensaciones, emociones y belleza bañada en melancolía.
Era 2005, estaban en Lava Records y todas las miradas se centraban en ellos. ¿Serían capaces de recrear la misma magia del anterior disco y demostrar que eran toda una realidad? Pues lo consiguieron, rebajando un poco las guitarras metálicas, pero teniéndolas en cuenta. “Halo” y “Lazarus” hablan por ellas solas y los fans caíamos rendidos ante el árbol puercoespín, que en esos días llegaban a rivalizar con Dream Theater, por mucho que Wilson empezaba a crecer y a querer demostrar que ni el prog ni el metal eran algo que llevase especialmente dentro de sí mismo.
El disco
La canción homónima se enfila a los casi 10 minutos de duración y empieza con un riffeado especialmente contundente, casi metálico, podríamos afirmar. Gran pieza arropada por teclados, que va directa sin especiales juegos técnicos de inicio y con esa base rítmica marcando músculo y tiempos. “Shallow” es muy guitarrera y se centra en un riff claro. Voces distorsionadas y sencillez aparente. Luego la cosa deriva hacia una especie de rock alternativo bastante llamativo y lucidio.
Atención al “Lazarus”, pues estamos hablando de una de las canciones definitivas de Porcupine Tree, se mire por donde se mire. Delicada y sedosa pieza cercana a la balada en la que brilla especialmente la voz de Wilson y esos arreglos de fantasía, casi oníricos, que acompañan la tonada de forma incesante consiguiendo algo angelical. Todo pasa en un suspiro, y es magistral. Otra de las más recordadas es ese “Halo” en el que el grupo tira mucho más de técnica y de elementos más netamente progresivos. Esa cadencia hipnótica con la batería alucinante de Gavin Harrison es sencillamente tremenda y los juegos dactilares generales son un lujo total. Es la canción más tocada del disco, y la séptima de la historia del grupo.
Y lo de “Arriving Somewhere but Not Here” es sencillamente sublime. 12 minutos de obra maestra que nos daría para un artículo de “Canción perfecta”. Aquí todo brilla y define perfectamente lo que es Porcupine Tree y lo que es el estilo de prog emocional en su máxima expresión. Juegos de cumbres y valles con inicio de voz distorsionada y crescendo de manual. Un tema que va en onda “Anesthetize”, otra de las fundamentales. Pero es que ya el título pone la piel de gallina… El arrebato metálico de entremedio es genial, con mucho protagonismo de la guitarra y todo un Mikael Akerfeldt de Opeth mete también sus partes, más allá de aportar su voz en algunas armonías vocales.
En “Mellotron Scratch” es un contrapunto dulce con percusiones opacas y armonías vocales cercanas a Beatles. Mucha suavidad y momentos en los que se queda el teclado de Richard Barbieri solo. Pieza extensa con gran peso instrumental y con unas melodías muy cuidadas. Y de lo más destacado está el “Open Car”, una de esas piezas que definen al grupo tal y como es, tal y como suena. En menos de cuatro minutos sientan cátedra con un tema muy emocional y con puntos oscuros.
En “The Start of Something Beautiful” entramos en un tour de force largo y complejo, con juegos de atmósferas, pasando de espacios abiertos a momentos más opresivos y con mucha calidad y estilazo. Esos momentos en los que pasan a acústicas son magistrales y le dan un aire fabuloso al disco, pero concretamente a este tema. En “Glass Arm Shattering” nos vamos a un inicio inquietante que queda roto por la batería de Harrison, a tiempos realmente lentos y delicados. Es de largo lo más intrascendente del disco, a pesar de que, al ser interpretada por estos músicos, queda elevada. Es también una pieza que apunta hacia el futuro y a los próximos discos en solitario que caerán.
Veredicto
Deadwing fue la confirmación discográfica de lo apuntado en In Absentia y la certificación de que estábamos ante un genio que llevaba por nombre Steven Wilson. Es el primer disco de Porcupine Tree que entra en las listas de Estados Unidos y en las Islas Británicas a pesar de que con una presencia algo testimonial. También fue su obra más vendida hasta que apareció el maravilloso Fear of a Blank Planet y la historia de fantasmas de su líder quedó perfectamente integrada en un disco casi conceptual que se sirvió del arte de portada de Lasse Hoile, un nombre que poco a poco iría ganando protagonismo en el universo Wilson.
Es un disco en el que se empezó a experimentar con los sonidos sorround y cuadrafónicas pues Steven Wilson es un mago del sonido y no parará de buscar sonoridades especiales que le brindaron varios premios con este mismo disco, algo que le llevó a poder trabajar como productor y a estar nominado incluso por premios Grammys. La leyenda empezó con In Absentia, pero la gloria se empezó a cosechar con Dead Wing. Y Fear of a Blank Planet es su siguiente obra maestra/barbaridad.

Licenciado en INEF y Humanidades, redactor en Popular 1, miembro fundador de TheMetalCircus y exredactor en webs y revistas como Metal Hammer, Batería Total, Guitarra Total y Science of Noise. Escribió el libro «Shock Rock: Sexo, violencia y teatro». Coleccionista de discos, películas y libros. Abierto de mente hacia la música y todas sus formas, pero con especial predilección por todas las ramas del rock. Disfruto también con el mero hecho de escribir.
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