Vhäldemar da toda una lección de Heavy Metal en Castellón demostrando que tienen el mejor directo de España

Si Vhäldemar no existiera, habría que inventarlo. No importa si conoces o no sus canciones, ir a uno de sus conciertos es siempre una experiencia casi catártica. Todo lo que puedes esperar y querer en un concierto de metal, ellos lo dan como nadie. Y no te dejes engañar porque hagan un heavy metal del estilo más clásico, incluyendo algunos clichés como las temáticas de las canciones, porque en cuanto te pones a prestar atención te das cuenta de que como músicos también tienen un nivel muy por encima de la media nacional.

 

Todo esto nos lo volvieron a demostrar en su concierto en la Salatal de Castellón el pasado 12 de abril. He de decir que en el concierto venían con dos teloneros, aunque lamentablemente no pude llegar a tiempo para ver ni a Kolectivo Suicida ni a Rejected Underdogs. Pero algunos amigos que sí que llegaron a verlos me dijeron que ofrecieron muy buen nivel. Sin embargo, el plato fuerte era a las 0:30, ya pasada la medianoche, cuando el telón empezó a subir y los Vhäldemar iniciaron su descarga.

 

«Dreambreaker» y «Devil’s Child» fueron las elegidas para abrir el concierto, auténticos himnos que desde los primeros compases nos hacían ver que no nos iban a dar tregua. Y los asistentes en Salatal, que quizá tenía algo más de medio aforo completo, respondieron de la mejor manera posible, metiéndose en el concierto desde el principio, coreando y alzando los puños mientras se dejaban la voz.

 

Como he dicho al principio, si te pones a escuchar Vhäldemar en frío puedes pensar que es un metal clásico que tampoco sorprende demasiado. Pero es que encima de un escenario las canciones crecen un 1.000%. En el fondo del escenario tenemos a un Jandro Tukutaken que marcaba el ritmo con sobriedad y mucha potencia, transmitiendo una energía impresionante. El dúo formado por las teclas de Jonkol Tera y la guitarra de Pedro J. Monge es posiblemente el que más llama la atención, ya que son dos auténticos virtuosos que demostraban con cada nota que podríamos ponerlos sin pestañear en el top 3 nacional en sus respectivos instrumentos. Sobre todo Pedro, que no dejó de hacer todo tipo de trucos y florituras con la guitarra para deleite de los asistentes. Al bajo tenemos al polifacético Raúl Serrano, que no solo es un bajista sensacional sino que también demostró sus dotes de cantante e incluso se colgó la guitarra demostrando en ella una calidad que también haría palidecer a muchos otros.

 

 

Mención aparte necesita el vocalista Carlos Escudero con su magnífica voz y su característico pie de micro, que si me dicen que es un cetro de carisma +10 me lo creería. Porque él es el auténtico alma de la fiesta, ya no sólo por cómo canta y el buen rollo que transmite cuando lo hace, sino porque entre canción y canción da un auténtico espectáculo de vaciles, faltadas y bromas. Si tenía que mandar a la mierda a los políticos lo hacía, y si tenía que hacerlo con el pesado de primera fila que no hacía más que pedir púas lo hacía también, con la broma añadida de pedir que se la tirasen al ojo.

 

Durante el concierto, Escudero tuvo tiempo de hacernos reír a carcajada limpia, de bajar dos o tres veces del escenario para mezclarse entre el público y encenderlo haciéndonos brincar a todos, e incluso al final del concierto se subió a la barra para cantar sobre ella. Teniendo en cuenta que esto lo había empezado a hacer prácticamente desde la tercera canción, el resultado fue uno de los mejores conciertos en los que recuerdo haber estado.

 

En cuanto a los temas, se fueron sucediendo bombazos como «Metalizer», «Death to the Wizard», «Old King’s Visions pt VII», «Heavy Metal» o «1366». Con «Bastards» el vocalista vasco aprovechó para mencionar y meterse con todos, desde dictadores como Trump o Putin hasta con el público o sus compañeros de local. Es un momento épico en el que él menciona a alguien y todo el público corea «Bastards», primero muy en serio como crítica social, y luego ya más a modo de broma cuando empezaba a mencionar a los propios asistentes o a los músicos.

 

El concierto siguió con «Fear», seguida de un «Howling at the Moon» que cantaron junto a un invitado especial. Ya que estaban en Castellón, quien subió al escenario fue Ángel Belinchón de Dry River. Fue gracioso, porque también había cantado esta canción junto a ellos el año anterior, y Escudero se refirió a él diciendo que la última vez no sabía su nombre, pero que ahora sabe perfectamente quién es. Ambos hicieron un dueto magnífico con dos tipos de voz muy diferentes, y aprovechando la energía que transmitía Vhäldemar, Ángel se vino arriba para terminar el tema con varios agudos al más puro estilo powermetalero.

 

 

«The Old Man», «Dusty Road» y «Breaking all the rules» fueron los temas que pusieron fin a una noche mágica de metal, en la que Carlos Escudero acabó sirviendo JB en las bocas de los asistentes de primera fila para que luego Pedro J. Monge cogiese la botella y la usara para marcar las notas de su guitarra. Un auténtico espectáculo que es imposible que no te deje con ganas de más.


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