Morbid Angel — Gateways to Annihilation: 20 años de una senda oscura hacia la aniquilación

Gateways to Annihilation

17 de octubre del 2000

Earache

En el 2000, año en el que Gateways to Annihilation (Earache Records) salía al mercado, Morbid Angel ya era una de las bandas más veneradas del death metal. Se habían convertido en una leyenda gracias a discos como Altars of Madness, Blessed Are the Sick o Covenant. Pero con este sexto álbum de estudio los de Florida fueron a más, explorando la densidad, la atmósfera y la oscuridad interior de maneras nuevas. Dejaban atrás ciertos rasgos que definieron su sonido clásico y se adentraban en territorios más lentos, más pesados emocionalmente, más sombríos.

 

El disco

El álbum arranca con un breve instrumental, “Kawazu”, apenas 35 segundos de presagio, un portal hacia un espacio oscuro; luego irrumpen riffs opresivos en “Summoning Redemption”, canción que ya desde su riff de apertura deja claro que Morbid Angel han optado por riffs menos acelerados, pero más opresivos, riffs que plantean tensión, espacios vacíos y pesadez emocional. Podríamos afirmar que lo que cuaja en Gateways to Annihilation es lo que la banda ya empezó a explorar en Blessed Are the Sick y Domination, aunque ahora llevado a su máxima expresión. Steve Tucker, quien había substituido a David Vincent al mando de la nave, asumió un rol donde su voz grave se convertía en un instrumento de pesadilla. No busca alcanzar los agudos extremos de Vincent, sino hundirse, resonar en cavernas emocionales. En palabras del propio Tucker en Lollipop Magazine (abril de 2001):

 

“No intenté reemplazar a David. Solo quería darle a Morbid Angel una voz distinta, una voz más terrenal, más demoníaca, menos humana”.

 

En cuanto a la batería de Pete Sandoval, ya no es solo velocidad y blast beat constante, sino punteos rítmicos más moderados, una batería que golpea pesado, sí, pero también respira, construye espacios de pausa, de anticipación, antes de retomar la embestida. Eric Rutan (guitarra y teclados) añade texturas que, aunque no dominan el álbum, sí colorean ciertos pasajes con líneas menores o armonías oscuras, casi disonantes. Estas elecciones muestran una banda consciente de que la agresividad pura ya no es suficiente para asombrar: hace falta atmósfera, necesidad de tensión sostenida. Sosteniendo estas idea, ya en su momento, Metal Music Archives elogió que Gateways to Annihilation era “oscuro, crudo y brutal… pero siempre Morbid Angel tuerce las convenciones del género” y que su songwriting era “más aventurero y experimental de lo habitual en death metal”. En esa misma reseña UMUR celebraba que el álbum tiene más ganchos melódicos que su predecesor directo, lo que le proporciona accesibilidad relativa sin rechazar su brutalidad.

 

Sin embargo, no toda la crítica fue unánime en cuanto a lo positivo. Algunos fans y críticos lamentaban que en Morbid Angel se estaba perdiendo parte de la ferocidad temprana, la complejidad de los riffs alocados, los solos extravagantes, los cambios abruptos de tempo que sí había en discos como Altars o Covenant. En Encyclopaedia Metallum, reseñas recientes señalan que muchos de esos rasgos estaban ya muy disminuidos en Gateways y que la banda apostaba por la uniformidad atmosférica por encima del contraste extremo. Una reseña califica la densidad sonora como casi monótona, si no se está preparado para escuchar una obra que va más hacia la pesadez sostenida que el furor puro (Metal Archives, “Morbid Monotony”, abril-2024).

 

Con todo, a mi modo de ver las cosas, el sonido del disco juega un papel esencial en esta transformación. Las guitarras están más bajas en la mezcla respecto al tamaño del álbum, los instrumentos tienen un tono más grave, más ajustado, menos brillante que en los discos clásicos, y esto contribuye al aire ominoso que atraviesa toda la obra. La batería parece demasiado baja en la mezcla, lo que resta impacto a partes que históricamente dependían del poder contundente de ésta. Y pese a ello, esa atmósfera densa funciona como una de las mayores virtudes del álbum.

 

No hay muchos discos de Morbid Angel que logren que la oscuridad sea protagonista absoluta, sin necesidad de velocidad vertiginosa o virtuosismo ostentoso. Canciones como “He Who Sleeps” o “At One With Nothing”, demuestran que la banda domina tanto el golpe directo como la inmersión en la opresión sonora. “Secured Limitations” aporta guitarras de acompañamiento y solos que emergen como lamentos, no como exhibiciones de técnica, y eso les permite mantener la tensión general sin dispersarse. Las instrumentales, como “Kawazu”, funcionan bien como interludios oscuros que preparan o expanden el ambiente; incluso la brevedad del instrumental contribuye a la narrativa interna del disco.

 

Como ya hemos apuntado, las letras y el concepto también acompañan esta oscilación hacia lo interior: en lugar de centrarse en blasfemias explícitas, satanismo puro o referencias apocalípticas grandilocuentes, Gateways to Annihilation parece mirar hacia el vacío interior, hacia la aniquilación personal, hacia la idea de puertas que se abren a condenaciones no externas sino internas, psicológicas. Según declaraciones de la banda en Lollipop Magazine (2001) la banda reconoce que estaban en un período en el que buscaban la “verdad en la música, que la música realmente estimule… imaginación” y no solo cumplir expectativas de género.

 

Desde el punto de vista histórico, Gateways to Annihilation marca la partida de Erik Rutan de la banda poco después de su grabación. Rutan, quien había estado involucrado en Morbid Angel desde Domination (1995) y había adquirido reconocimiento por su trabajo en bandas como Hate Eternal, contribuye en este disco con guitarras y teclados, aportando parte de esas atmósferas más sombrías a la mezcla. En cuanto al arte gráfico del disco, la portada, oscura, cósmica, sugerente de puertas arcanas, espacios estelares desolados y abismos, refuerza la sensación de que lo que Morbid Angel hizo aquí. No fue solo crear música brutal, sino construir un universo, un portal hacia esa aniquilación sugerida en el título.

 

Sin embargo, podemos encontrarle alguna que otra pega al disco. Hay momentos en los que la longitud de ciertas canciones pesa; hay tramos en los que la homogeneidad atmosférica se convierte en algo cercano a la monotonía, si uno no está dispuesto a entregarse al ambiente o si espera cambios radicales. La producción, aunque poderosa en su ambientación, sacrifica algo de claridad: los instrumentos graves se entremezclan, de modo que ciertos detalles virtuosos se pierden, y la voz de Tucker, aunque imponente, queda en algunas partes poco definida en comparación con las voces del pasado cuando se usaban efectos más agresivos o menos saturación de mezcla.

 

Veredicto

Al final, Gateways to Annihilation no es un álbum cómodo para el oyente casual ni para el que busca lo espectacular de forma inmediata. No pretende esa gratificación rápida: exige inmersión, paciencia, tolerancia al peso de los ambientes, aceptación de que algunas pistas se alargan, de que ciertos pasajes son oscuros hasta lo desasosegante. Pero quienes se dejen llevar por su propuesta descubrirán un álbum que cimenta el legado de Morbid Angel de una forma distinta: no mediante la exaltación de la velocidad o de la brutalidad, sino mediante la capacidad de hacer que la oscuridad sea algo más que sonido bruto, que sea emoción, atmósfera, espacio donde uno se sienta absorbido “por puertas que se cierran detrás”.

 


Descubre más desde Stairway to Rock

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Deja una respuesta