HANABI + SUN BRUTAL POP
30 de Noviembre de 2025
Redacción y fotos: Javier Paredes
Organiza: Madness Live
Era un domingo de esos en los que Madrid Centro respira turistas y luces Navideñas; pero no en la calle Hilarión Eslava. Allí, desde más de dos horas antes de abrir las puertas, una cola interminable daba la vuelta a la manzana en un pasacalles previo al espectáculo: fans jóvenes, veteranos del metal y curiosos atraídos por un cartel que llevaba semanas gritando Sold Out.

La tarde avanzaba irremediablemente hacia la noche, pero los colores iban en dirección contraria: outfits fluorescentes, peinados imposibles, prendas multicolor, plataformas, sudaderas gigantes… Una rareza maravillosa en donde otros conciertos de metal se tiñen de un negro casi absoluto.

El ambiente ya estaba encendido antes incluso de entrar a la sala Mon, como si el público supiera que lo que estaba por venir no era un concierto habitual, sino una colisión frontal entre dos mundos: el Brutal Pop de Sun y la mezcla entre el Nu metalcore / kawaii de Hanabie.
SUN BRUTAL POP — Cuento de hadas con dientes de acero
La sala estaba aún llenándose cuando las luces se apagaron y dos figuras negras, silenciosas, avanzaron hasta sus posiciones: bajista y batería, envueltos en ropajes oscuros, brillantes, casi rituales, apenas visibles en la penumbra… salvo por las lentejuejas de las capuchas. Y entonces, en un estallido de luz blanca, apareció Karoline Rose Sun.

Vestida de blanco y azul celeste, con un aire que parecía sacado directamente de un cuento clásico, un vestido que hacía pensar inevitablemente en Cenicienta. Solo que esta parecía haber escapado de su propio baile para aterrizar sudando y gritando en mitad de un escenario. La cantante irrumpió con la guitarra colgada como si fuera un arma recién empuñada. Ese contraste entre cuento de hadas y agresividad metálica marcó el tono de todo su show: delicadeza vocal enfrentada a rugidos guturales, melodías pop hechas trizas y una presencia física que oscilaba entre lo angelical y lobo feroz.

Su proyecto, Brutal Pop, lleva el término “brutal” por algo. Desde el primer tema desplegó una mezcla explosiva de coreografías de headbanging, arranques de voz lírica y detonaciones guturales que hicieron vibrar la sala. Habló al público en un español simpático y torpe, para luego saltar con más naturalidad a francés e inglés. El contraste funcionaba: su esfuerzo por conectar derribaba barreras lingüísticas, y su sonrisa entre canción y canción convertía su potencia escénica en algo cercano, casi íntimo.

Mientras ella quedaba permanentemente bañada en luz, los músicos seguían en sombras espesas, reforzando esa narrativa visual en la que Sun parecía ser el epicentro de un ritual eléctrico. Todo sostenía ese universo híbrido donde el pop se vestía de cuero y metal.

El punto álgido llegó al final, cuando, sin previo aviso, Sun pidió al público dividir la sala. El gesto era inequívoco: Wall of Death. El público respondió sin dudar y la sala Mon explotó en un choque de energía perfecta y liberadora. Así cerraba Sun Brutal Pop: como un cuento de hadas pasado por una trituradora industrial y servido con brillo, miradas intensas y rabia.
HANABIE — Caos kawaii, cosplay metal y una celebración final de gira
Tras un breve cambio sobre el escenario, el ambiente se transformó. El público, que ya había entrado en calor, terminó de mutar cuando las luces se apagaron y un foco de contraluz dibujó la primera silueta sobre las tablas: Chika, levantando las baquetas como quien invoca un hechizo. Después entró Hettsu, saludando tímida pero firme antes de agarrar el bajo. Luego apareció Matsuri, la guitarrista, con su aura de ídolo del anime metalizado. Por último, entre gritos del público y una ola de móviles en alto, emergió Yukina.

Hanabie directamente destrozaron cualquier concepto previo. Vestidas con sus outfits coloridos, entre estética kawaii y un toque punk callejero japonés, arrancó «OTAKU», y la sala Mon se convirtió en un reactor nuclear.

Desde las primeras estrofas, Yukina alternó guturales profundos que parecían salir de otra persona con liricos y voz cute estilo opening de anime donde en muchas de ellas también participaba Matsuri. El contraste era tan extremo como magnético. El público respondió instantáneamente con pogos que empezaron suaves y acabaron arrastrando a la sala entera en una espiral de energía colectiva.

A medida que avanzaba el concierto, temas como Spicy Queen desataron una euforia total. La masa de gente se movía como si fuera un solo organismo, arrastrando a muchos en remolinos. Hanabie no solo tocaban. Interpretaban, actuaban y vivían cada compás. Y quizá por eso la emoción era tan palpable, porque ellas mismas lo dijeron: aquella noche era el último concierto de su gira europea, una gira que había recorrido destinos como París, Londres, Ámsterdam, Praga o Bruselas entre otras ciudades.

Yukina era una tormenta eléctrica. Saltaba, corría, giraba y hacía headbanging con una energía que parecía inagotable. A veces parecía más ligera que el aire, como si realmente estuviera a punto de despegar del escenario. Chika golpeaba la batería con intensidad quirúrgica; Hettsu marcaba el ritmo con una sonrisa juguetona; Matsuri combinaba riffs afilados con movimientos tan expresivos que recordaban a las poses de presentación de personajes de videojuego.

Aunque muchas canciones del setlist son difíciles de plasmar con teclado occidental (y casi seguro que la mayoría no íbamos a entender nada), sí resonaron temas como Girl’s Talk, Meet Game o la enérgica «Osaki Ni Shitsurei Shimasu», que encendió la sala en lo que parecía el último acto… hasta que no lo fue.

Tras un breve descanso, sus técnicos recompusieron la batería y ajustaron herrajes antes de reaparecer en escena para el bis. Entonces ocurrió uno de los momentos más entrañables de la noche(como si la escena de un anime se tratara). Yukina sacó un pequeño librito de papel, una chuleta donde parecía que llevaban escritas sus frases con la pronunciación en inglés. Intentaban leerlo como si fuera un tesoro secreto, peleando entre risas por ver quién conseguía más líneas de gión. El público les respondió con cariño absoluto.

Durante el tramo final hubo circle pits múltiples, carreras, saltos y un público completamente entregado. Y en medio de todo ese caos apareció una figura inesperada: un hombre disfrazado de perrito caliente, que se subió al escenario para lanzarse en un glorioso crowd surfing que devolvió al concierto su toque de surrealismo perfecto. A lo que varios asistentes le siguieron. Finalmente, con la sala rendida y las últimas gotas de energía exprimiéndose entre pogos, Hanabie cerraron la noche con Today’s Good Day & So Epic, una despedida tan explosiva como épica.


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