Especial de Edgar Wright: paradigma del director moderno polifacético

El 14 de noviembre se estrenará en Estados Unidos la novena película dirigida por Edgar Wright: The Running Man, coescrita junto a Michael Bacall y protagonizada por actores de la talla de Glenn Powell, Josh Brolin o Emilia Jones. Este británico es el paradigma del director moderno polifacético, ya que es capaz de tratar diferentes géneros cinematográficos con igual soltura. En este especial hablaremos sobre seis de sus películas: empezaremos analizando su hilarante Trilogía del Cornetto, que inicia con Shaun of the Dead y es seguida por Hot Fuzz y The World’s End; también veremos el romance de videojuegos y cómics que supone Scott Pilgrim vs. the World; la frenética acción de Baby Driver, para terminar con su última producción, el terror psicológico de Last Night in Soho. ¡Como podréis comprobar, cine para todos los gustos!

Shaun of the Dead (2004): tronchante parodia zombie

La obra que da comienzo a la llamada Trilogía del Cornetto, con el sabor de fresa que representa la sangre, es en realidad la segunda producción que dirigió nuestro protagonista: se estrenó con A Fistful of Fingers (1995), un western humorístico estilo Blazing Saddles (1974) de Mel Brooks. Su nombre es un juego de palabras con el protagonista, que hace referencia a la mítica Dawn of the Dead (1978) de George Romero: creador absoluto del terror zombie. El propio Romero encontró divertidísima esta parodia, que nos hace recordar otras comedias de horror similares como Return of the Living Dead o Re-Animator, ambas de 1985. La historia se centra en Shaun (Simon Pegg), un vendedor de productos electrónicos, que comparte piso con su mejor amigo Ed (Nick Frost) y Pete (Peter Serafinowicz), quien detesta a Ed. Como no tiene aspiraciones y malgasta su tiempo entre viciar a la PlayStation y beber cerveza en el pub Winchester, su pareja Liz (Kate Ashfield) termina dejándolo. Se propone dar un cambio a su vida y recuperar a su ex, cuando los muertos empiezan a aterrorizar Londres.

 

Es importante mencionar el uso de la música en varias escenas clave: «Ghost Town» de The Specials suena cuando la ciudad está aparentemente vacía, mientras que «Don’t Stop Me Now» de Queen queda coreografiada con cada golpe que realizan a los muertos vivientes, cuando logran asaltar su bar favorito. Fue clave para su éxito comercial que coincidiera con el remake oficial de Dawn of the Dead dirigido por Zack Snyder, si bien Pegg y Wright ya la habían escrito años antes, inicialmente como proyecto derivado de su serie Spaced (1999-2001). Los no muertos son seguidores de la serie, que respondieron a un anuncio online. A partir de un presupuesto reducido de solo seis millones de dólares, obtuvieron hasta treinta y ocho millones en taquilla. Así como curiosidades adicionales, cabe mencionar que la trilogía tiene ese nombre, ya que el propio Wright solía comerse cornettos como remedio para la resaca del día de después de emborracharse. Se hizo viral la traducción en España de la película, como Zombies Party. Su director quiso tomarse con humor la adaptación y, en algunos relanzamientos, se incluye tachado el título en castellano junto al original.

 

Hot Fuzz (2007): la tranquilidad es lo que más se busca…

El sabor del helado es vainilla, ya que el azul representa al género policíaco. Si bien la caricatura aquí es más cercana a las obras de buddy cops estilo Arma Letal, los precursores más evidentes serían las sagas de Police Academy (1984) o The Naked Gun (1988). De esta última os hablé en mi especial de comedias ochenteras. En esta ocasión, el bueno de Pegg tiene un papel muy diferente: es Nicholas Angel, un excepcional agente de la Policía Metropolitana de Londres, que es promocionado a sargento y reasignado a la localidad rural de Sandford, ya que sus compañeros piensan que los deja en mal lugar. Allí siente que está rodeado de gente incompetente y que el pueblo es monótono, hasta que empiezan a producirse varios asesinatos misteriosos. Deberá resolverlos junto al patoso Danny Butterman (su inseparable Frost), para descubrir también la verdad detrás del sospechoso bajo índice de criminalidad.

 

Con varios homenajes a Point Break, The Wicker Man (no mencionaré qué escena para evitar spoilers) o Bad Boys II es quizás la mejor de esta desternillante trilogía. Entre las tres películas hay varios gags recurrentes que merece la pena resaltar: los protagonistas saltando entre verjas del vecindario, con diferentes resultados; tomar pintas de cerveza en los pubs, como si así se fuera a resolver la situación, además de la inversión de roles entre el dúo protagonista. No podemos olvidarnos de repasar las elecciones musicales: «Romeo and Juliet» de Dire Straits, como guiño a la obra teatral que representan los dos amantes asesinados; «Fire» de Arthur Brown para la explosión provocada en la mansión, además en especial de «Village Green» de The Kinks, como crítica mordaz a la aparente tranquilidad del campo. Se trata de la obra más rentable de toda la trilogía, ya que de un presupuesto de quince millones de dólares consiguieron la brutalidad de ochenta millones.

 

The World’s End (2013): la perfecta invasión alienígena

La menta con chocolate del cornetto representa la ciencia ficción. Contiene evidentes referencias a Invasion of the Body Snatchers (de 1956) y al Doctor Who británico. El alcohólico y bueno para nada cuarentón Gary King (Pegg), que parece estar atrapado en su pasado, decide recuperar a sus amigos de la infancia, todos ya con sus vidas adultas, para completar el reto de la milla dorada, donde era necesario tomarse pintas en cada uno de los doce bares. En el cuarto bar se pelea contra un chaval, cuando descubren que se trata de un androide impostor, tras destrozarle el cráneo. Para comprobar la verdad que esconde el pueblo de Newton Haven decidirán terminar lo que no pudieron conseguir en su alocada juventud, a base de emborracharse sin sentido.

 

Además de los ya mencionados protagonistas habituales, el elenco principal está conformado por Paddy Considine como Steven Prince; Martin Freeman encarnando a Oliver Chamberlain; Rosamund Pike como Sam, la hermana de Oliver e interés romántico tanto de Gary como de Steven; Eddie Marsan en el papel de Peter Page y Pierce Brosnan como Guy Shepherd, profesor del conjunto antaño. Wright suele contar con un reparto de confianza: Freeman también aparece en toda la trilogía, como Bill Nighy, Patricia Franklin, Julia Deakin y Rafe Spall, mientras que Considine trabajó en dos de ellas, como David Bradley. Para el apartado musical, «Alabama Song (Whisky Bar)» de The Doors como la autodestrucción y «So Young» de Suede para remarcar que King está atrapado en los noventa. En lo personal es quizás la que menos me gusta de las tres, si bien resulta entretenida y el final es pura distopía. A pesar de contar con la financiación más importante de la tríada, con veinte millones de dólares, disminuyeron los beneficios en taquilla, con cuarenta y seis millones agenciados.

 

Scott Pilgrim vs. the World (2010): pura fantasía nerd

Adapta los cinco primeros volúmenes del cómic de Bryan Lee O’Malley (2004-2010). De hecho, como el rodaje de la película terminó meses antes de que se publicara el sexto y cierre de la historia, Wright y O’Malley trabajaron en paralelo y compartieron ideas. La historia se centra en Toronto, donde el joven bajista de la banda Sex Bob-omb, Scott Pilgrim (Michael Cera), empieza a verse con la colegiala Knives Chau (Ellen Wong), pero no tarda en enamorarse de la chica de sus sueños, la estadounidense Ramona Flowers (Mary Elizabeth Winstead). Pronto descubre que, si quiere iniciar una relación con ella y conquistar su corazón, deberá enfrentarse a sus siete ex novios malvados. A destacar también los papeles de Brie Larson como Envy Adams, famosa cantante y dura ruptura sentimental que sufrió Scott; Jason Schwartzman como Gideon Graves, el último ex al que debe enfrentarse y que tiene controlada a Ramona; además de Kieran Culkin como Wallace Wells, el sarcástico compañero de piso de Scott.

 

Elementos como las vidas extra, ítems, efectos de sonido, combos, enemigos finales o varios detalles del guion hacen referencia a sagas de videojuegos como Final Fantasy, Street Fighter, Pac-Man, Super Mario Bros o Sonic the Hedgehog. Para Wright, la saga de The Legend of Zelda es la metáfora perfecta del crecimiento emocional: el héroe que supera pruebas. Las onomatopeyas o viñetas recuerdan al mundo del cómic o manga. En el apartado sonoro, destacan varias batallas de bandas: en particular el indie rock de «Black Sheep» de Metric cantada por Larson; «Teenage Dream» de T.Rex en algunos momentos nostálgicos; «Threshold» de Beck aparece durante la primera pelea, más cruda y garage, con golpes sincronizados con los acordes, mientras que suena contra el quinto y sexto ex novio una versión más electrónica, como si hubieran evolucionado como músicos. De hecho Beck compuso hasta cuatro canciones para la banda sonora, con la idea de que sonaran amateur. Nigel Godrich, productor de Radiohead, hizo lo contrario en los momentos más electrónicos y refinados. De manera inesperada, en realidad pinchó en taquilla inicialmente: costó ochenta millones de dólares y únicamente recaudó cincuenta millones, si bien eventualmente generó un seguimiento de culto.

 

Baby Driver (2017): corre por tu vida, bebé

Una de las dos que disfruté en la pantalla grande, junto a Last Night in Soho. Wright confesó que su guion se empezó a gestar en los noventa, cuando le obsesionó la idea de sincronizar persecuciones en coche o corriendo con la música. Baby (Ansel Elgort) es un joven conductor de coches profesional, que se ve obligado a trabajar por Doc (Kevin Spacey), el jefe de una banda de ladrones profesionales, para pagar su deuda. Vive junto a un hombre sordo y parapléjico llamado Joseph (CJ Jones), con quien se comunica en lenguaje de señas, mientras esconde su parte bajo el suelo de madera de la casa. En una cafetería conoce a la camarera Debora (Lily James), con la que inicia una relación, pero pronto se encontrará entre la espada y la pared, cuando tanto sus antiguos empleadores como la policía decidan perseguirlo. Comentar también los papeles de los ladrones Buddy (Jon Hamm), Darling (Eliza González), Bats (Jamie Foxx) y Eddie «No Nose» (interpretado por Flea, bajista de Red Hot Chili Peppers).

 

Tiene mucho mérito que, varias de las maniobras en el volante, las aprendió a realizar el propio Elgort. A pesar de la tensión continua, hay ciertos momentos de alivio cómico, como la confusión con las máscaras de Mike Myers (actor de Austin Powers), en lugar de Michael Myers (asesino de la saga Halloween). Importancia clave de «Brighton Rock» de Queen, ya que es la canción favorita de Baby para una persecución (es frenética, casi speed). Eso mismo recuerda Buddy en el clímax de la película. El nombre del protagonista proviene de la canción homónima de Simon & Garfunkel, que suena al final. Resultó un éxito apabullante en taquilla: recuperó de sobra los treinta y cuatro millones de costes, con casi dos cientos treinta millones de dólares. Por otra parte, obtuvo tres nominaciones a los premios Óscar, al Mejor Montaje, Mezcla y Edición de Sonido: perdió las tres contra Dunkirk.

 

Last Night in Soho (2017): terror psicológico bajo luces de neón

Se trata de un guion original, junto a Krysty Wilson-Cairns, en base a las vivencias de sus padres y a diferentes testimonios sobre la vida nocturna del mundo del espectáculo. Eloise Turner (Thomasin McKenzie, a quien volvía a ver en el cine tras Jojo Rabbit de 2019) es una joven aficionada a la música que quiere convertirse en diseñadora de moda, por lo que viaja a Londres desde su Redruth natal. En algunos espejos experimenta visiones de su madre, quien se suicidó tras perseguir el mismo sueño profesional. En el colegio de moda, su carácter retraído no encaja con los demás estudiantes y su compañera de habitación, por lo que decide mudarse a un apartamento añejo junto a su propietaria Ms Collins (Diana Rigg). En esa habitación tiene sueños vívidos con Sandie (Anya Taylor-Joy) una joven aspirante a cantante del Londres sesentero, que se ve obligada a prostituirse por su mánager Jack (Matt Smith), para alcanzar su anhelo de fama.

 

Wright quiso explorar la cara oscura del Soho de antaño, que sus padres solían visitar. Tomó como referencia obras como Repulsion (1965) o Don’t Look Now (1973), así como el giallo sobrenatural de Dario Argento. Es admirable el escaso uso de CGI: para las escenas donde Eloise y Sandie se ven reflejadas la una contra la otra en espejos, se decidió usar dobles de cuerpo y sets duplicados. Únicamente en los fantasmas masculinos se tuvieron que usar efectos digitales, pero solo para distorsionar los rostros y movimientos de los actores presentes, para contribuir a la atmosfera de delirio mental. Se trata de la última película que grabaron Diana Rigg y Margaret Nolan, por lo que está dedicada a su memoria. La misma Anya canta su propia versión del famoso «Downtown» de Petula Clark (1964). Aunque alabada por la crítica especializada, fue nuevamente un fracaso comercial: del presupuesto de cuarenta y tres millones se recuperó poco más de la mitad.

 

 


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