Woodstock: 3 Días de Paz y Música (1970) de Michael Wadleigh

Recientemente, en la crónica del concierto de Santana en el Palau Sant Jordi, quise hacer una introducción sobre cómo se dio a conocer para el público general: gracias a su icónica interpretación en el legendario Festival de Música y Arte de Woodstock de 1969. Desde el viernes 15 de agosto hasta la mañana del lunes 18 de agosto de ese año, se calcula que más de quinientas mil personas se juntaron para celebrar el evento más representativo de la contracultura estadounidense y, sin lugar a duda, la mayor congregación musical de la historia. Como ya habíamos mencionado, tras varias incidencias se decidió organizarlo en los terrenos de la granja lechera de Max Yasgur, de doscientas cuarenta hectáreas.

 

Esta experiencia única fue inmortalizada al año siguiente, gracias al documental Woodstock: 3 Days of Peace & Music, ganador del Oscar al mejor documental y nominado a mejor montaje y sonido. Fue dirigido por Michael Wadleigh, mientas que se encargaron de montarlo varios grandes nombres, como el inseparable dúo de Martin Scorsese y Thelma Schoonmaker. El corte del director que he visto dura cerca de cuatro horas. Es importante tener en cuenta que, en la banda sonora de esta producción, no se incluye la totalidad de los artistas que tocaron: John Fogerty de Creedence Clearwater Revival se opuso a que su actuación apareciera en el festival, si bien en la edición del cuarenta aniversario de 2009 terminaron como contenido adicional, junto a The Grateful Dead entre otros artistas. En cambio, nunca se han incluido grabaciones de los pioneros del folk lisérgico, The Incredible String Band, que se negaron a tocar durante la lluvia, así como del maestro del sitar Ravi Shankar (que ocupó el lugar de los anteriores sobre el escenario) o The Band. Estos últimos, habituales de la localidad de Woodstock como Bob Dylan, no se sintieron del todo representados por la filosofía del evento. Asimismo, el orden de transmisión de las las treinta y dos actuaciones en varios casos no se corresponde con el real. Solo hablaremos de las composiciones que aparecen en el documental, a pesar de que varias bandas superaron la hora de repertorio.

 

 

Esta película empieza con las grabaciones de estudio de «Long Time Gone» y «Wooden Ships» de Crosby, Stills & Nash, junto a «Going Up the Country» de Canned Heat, mientras observamos cómo se monta desde cero toda la infraestructura. Un reportero pregunta a varios vecinos de los aledaños, para saber qué les parece esta aglomeración de gente: algunos se muestran preocupados por la coexistencia o la congestión del tráfico, mientras que otros como los propietarios de las tiendas se muestran entusiasmados, a sabiendas que harán su agosto, nunca mejor dicho. Las cámaras nos muestran imágenes aéreas desde los helicópteros que revolotean la zona, donde es evidente el caos en las carreteras incluso cuando todavía no ha empezado ningún concierto, ya que las grúas y los trabajadores siguen ocupados con el montaje. Poco después se entrevista al organizador del evento, Michael Lang, que explica que semejante despliegue de medios ha implicado un trabajo cercano a los nueve meses, tras encontrarse varias trabas burocráticas. Contaba con experiencia previa ya que, junto a Marshall Brevetz, ya había sido productor del Miami Pop Festival de 1968. El primer músico que vemos es a Jerry García, guitarrista y vocalista de The Grateful Dead, que expresa lo siguiente:

 

 «Es algo increíble, mágico. Desde los helicópteros se ven todos los coches estacionados, como si fueran mondadientes. Hay un caudal continuo de gente viniendo hacia aquí.»

 

El resto de artistas van aterrizando progresivamente en helicópteros, ya que las carreteras estaban colapsadas: Joe Cocker, Grace Slick de Jefferson Airplane comiéndose unas uvas, la añorada Janis Joplin y, poco después, el ya mencionado García liándose un porro. Swami Satchidananda alucina con la muchedumbre, como si en la India no se lo fueran a creer. Desde un megáfono anuncian que el ácido color café que está circulando no parece bueno, que mejor evitarlo. Richie Havens es el encargado de abrir la velada en acústico, con su pie marcando el ritmo sobre el escenario, cuando todavía están terminando de montarlo todo. Con su voz soul y su guitarra folk, comenta que sus canciones versarán sobre el evento y sus espectadores, ya que será algo para la posteridad. Improvisa allí mismo su «Freedom», que se volvería su canción más conocida, bien acompañado de congas afroamericanas y la segunda guitarra. ¡Su repertorio original, de poco más de cuatro canciones, tuvo que extenderse hasta casi tres horas, ya que cuatro bandas se estaban atrasando! Incluso a los Sweetwater los retuvo la policía…

 

Observamos a varias personas colándose por las vallas, por lo que la organización terminó resignándose a que fuera gratuito el acceso. La cámara se centra en tres chicas hippies deshojando una margarita, con el típico «me quiere, no me quiere», seguramente después de haber ingerido al menos media tableta. A continuación les tocaba salir a los blueseros Canned Heat y su «A Change Is Gonna Come». Un espontáneo se abraza a su cantante y guitarrista «The Bear», mientras le pide que le encienda un cigarrillo. Se muestra más tarde a la gran Joan Baez, mientras le comentan que debe tocar después de Bert Sommers y Timmy Hardin, sobre las tres de la madrugada. Joan explica que tocará una de las canciones favoritas de su marido David Harris, que se encontraba en prisión por insumisión, mientras en ese entonces ella estaba embarazada de seis meses. Le habían trasladado esposado en manos y piernas de la prisión municipal a la federal, en mejores condiciones. Interpreta «Joe Hill» sobre el sindicalismo, ya que su marido había organizado una huelga de hambre con otros cuarenta reclusos, así como «Swing Low Sweet Chariot».

 

 

Aparecen luego sobre el escenario los icónicos The Who, con sus «We’re Not Gonna Take It», «See Me, Feel Me» y «Summertime Blues», si bien en realidad no tocaron hasta bien entrada la madrugada del domingo. Interrumpió brevemente su actuación el activista Abbie Hoffman, miembro en un futuro de los Siete de Chicago, que fueron juzgados. Pete Townsend, quien le había gritado que se fuera del escenario, como era habitual termina el concierto destrozando su guitarra y entregándola al público. Desde megafonía comentan que, si alguien no tiene una tienda donde dejarse caer muerto, se tumben sobre un trozo de tierra, saluden a su vecino y agradezcan la experiencia. Ya de día entrevistan desde un coche a una pareja de hippies, que viven en una comuna y creen en el amor libre, por lo que no son pareja estable. El padre del chico le preguntó si vive en un campamento comunista, mientras que la chica tiene una relación distante con su madre. Él comenta que hace años ya que no toman drogas y que, parte de la gente que ha acudido al evento, parece muy perdida, como si buscaran respuestas. Entonces se emite parte del mensaje inaugural del monje Satchidananda:

 

«Estados Unidos es país muy poderoso, así que el nieto de Gandhi me preguntó qué estaba sucediendo allí. Le dije que el país trata de ayudar al resto del mundo en la esfera material, pero ha llegado la hora de que haga lo mismo a nivel espiritual».

 

Resulta extraño que se muestren después a los atléticos Sha Na Na y su «At the Hop», ya que tocaron los penúltimos antes de Hendrix. Su guitarrista de dieciocho años fue el músico más joven en tocar. Es la hora luego para unos ejercicios de yoga Kundalini, mientras están jugando una oveja y un perro. Según el instructor, la misma energía que obtienen los asistentes mediante el consumo de drogas, el yoga les permitirá conseguirla por sus propios medios. Desde luego se describe una imagen pintoresca, mientras hacen los ejercicios alrededor de los autobuses y caravanas aparcados. Llega la hora de uno de los puntos álgidos de Woodstock, con «With a Little Help from My Friends» de Joe Cocker y su inicio de sintetizador. Tras una sonora ovación, el festival fue sacudido por una tormenta importante, que atrasó la actuación de Country Joe and the Fish hasta las 18:30h del domingo, además de que tuvieron que recoger todos los aparatos eléctricos y cubrir el equipo, así como advirtieron al público que se alejara de las torres de luces. Varios espectadores se resguardan y cantan no a la lluvia con percusiones, mientras que otros prefieren desnudarse y sentir el contacto de la naturaleza, o bien revolcarse en el barro. Un par de lunáticos afirman que la lluvia ha sido provocada por el gobierno.

 

 

Se lanzan varias cervezas al público desde el escenario, así como dejan caer mediante los helicópteros ropa limpia y flores. Se divide la pantalla, para mostrar a la izquierda a los organizadores, que sonríen por el éxito de convocatoria, pero deben admitir que será un desastre financiero al haberse colado tanta gente. A la derecha una pareja se divierte entre los matorrales. Se retoman entonces las actuaciones, con la celebración de rock y soul de Country Joe y los suyos, al grito de la hierba verde. Le sigue Arlo Guthrie y su canción protesta «Coming Into Los Angeles». Los espectadores se distraen consumiendo alcohol, entre otras sustancias alucinógenas. Hay una congestión de ocho horas en la autopista de Nueva York. Croby, Stills & Nash aparecen desde la oscuridad, sobre las 3 de la madrugada, con «Suite: Judy Blue Eyes». Se les unió en directo Neil Young, que se saltó buena parte del setlist acústico. Bien entrada la tarde había tocado el vocalista y guitarrista Alvin Lee y sus blueseros Ten Years After. Brutales sus solos en «I’m Going Home».

 

Llegaba la hora de un clásico de la psicodelia del nivel de Jefferson Airplane, que tocaron entre otras «Saturday Afternoon», «Won’t You Try» y «Uncle Sam’s Blues». Resulta irónico que, después de encarar la recta final sin agua, comida ni medicinas, el ejército americano trajo hasta cuarenta y cinco voluntarios con helicópteros, mientras parte del público los abucheaba por la guerra del Vietnam. Desde los megáfonos piden la asistencia de un doctor para un parto, así como anuncian una pedida de mano. Mientras algunos intentan llegar por carretera solo para los conciertos del domingo, otros no pueden salir y llevan horas sin dormir. Después de Grace Slick y los suyos, sale John Sebastian y le dedica «Younger Generation» a un niño que acaba de nacer, mientras se proyectan escenas de varios críos y sus padres durante el festival (algunos incluso interrumpiendo sobre el escenario). Debido a semejante aglomeración, se registraron dos nacimientos, cuatro abortos espontáneos y dos fallecidos. Vuelve a aparecer Country Joe, esta vez en solitario, con su mítica «I-Feel-Like-I’m-Fixin’-to-Die Rag». Fue un marine durante tres años en Japón, por lo que la canción es una evidente burla bélica. Tuvo que salir el sábado, media hora antes de Santana, ya que como hemos mencionado este se encontraba en pleno viaje de mescalina. El reportero pregunta a unos vecinos cómo les ha afectado el festival, a lo que contesta indignado un señor mayor, que afirma que es una porquería sin higiene y que nadie les ha preguntado si les importaba. Además, por las retenciones han perdido la cosecha de heno y no han podido recoger la leche. Una tienda de tabaco dentro del festival comenta que no han calculado todavía si tienen beneficios, ya que están enviando el dinero a casa. Algunos vecinos se implican para alimentar a los asistentes gracias a los helicópteros y el jefe de policía afirma que son buenos americanos. Hay jóvenes bañándose en un lago cercano como Dios los trajo al mundo.

 

Toca bailar con Santana y su «Soul Sacrifice». Los espectadores estallan en completo éxtasis durante su actuación, casi tanto como el que disfrutaron los propios músicos. Es el turno luego del funk/soul de Sly & the Family Stone, con su fiestera «I Want to Take You Higher». Sly pide que todos canten en conjunto sin miedo, para sentirse libres sin pedir permiso a nadie, mientras hacen el símbolo de la paz. Durante la madrugada anterior, la gente aplaudió a la añorada Janis Joplin y su «Work Me, Lord», mientras preguntaba al público si siguen colocados, por si tienen agua o un lugar donde echarse a dormir. ¡Disfrutad de su inigualable voz en «Ball and Chain»!

 

 

Un caballero que luce un poderoso mostacho y sombrero anuncia bed & breakfast para cuatrocientas mil personas, gracias a la ayuda de voluntarios y diferentes comunas. Aprovecha para pedir que ayuden a un puesto de hamburguesas dentro del festival, cuyo carro se le había quemado. Se pide colaboración para que lleguen los primeros auxilios y las medicinas necesarias. Se muestran unos baños portátiles, que esperamos que fueran instalados ya desde el inicio del festival. Desde megafonía presentan al dueño de los terrenos, Max Yasgur:

 

«Solo soy un granjero, así que no se me da bien hablar delante de multitudes, pero habéis probado algo al mundo entero. No nos imaginábamos que seríamos tantos, por lo que hemos tenido problemas con el abastecimiento del agua y la comida. Los organizadores han hecho lo imposible para vuestro bienestar y se merecen un gran aplauso. Habéis demostrado que medio millón de jóvenes podéis juntaros durante tres días para escuchar música y divertiros en paz. ¡Que Dios os bendiga por ello!»

 

Para finalizar este multitudinario evento, sobre las nueve del lunes, llegaba la hora de disfrutar del cabeza de cartel: Jimi Hendrix, uno de los mejores guitarristas de la historia y sus Gypsy Sun & The Rainbows. Sobrado de técnica, decide tocar parte de «Voodoo Child (Slight Return)» con sus dientes. Como ya mencionamos en la crónica de Santana, descargó su famosa interpretación a puro solo del himno de USA, como si simulara sonidos de misiles o bombas cayéndose. Es seguida por «Purple Haze», con claras connotaciones lisérgicas. Pone el cierre con «Villanova Junction», una extensa improvisación a las seis cuerdas, mientras se ven imágenes del deplorable estado del recinto esa mañana. Aparece un señor en muletas comiendo sandía junto a su amigo, así como chica tomando el sol, mientras muchos de los asistentes del festival ayudan a recoger la basura. Solo permanecían unas treinta mil personas cuando actuó Hendrix.

 

 

Cabe comentar, comentaros que hubieron artistas importantes que no estuvieron presentes, bien porque no quisieron o porque no les era posible actuar: Led Zeppelin fueron disuadidos por su mánager, que les dijo que solo serían otra banda del cartel; The Beatles y Love estaban al borde del colapso; The Byrds y The Doors pensaron que sería un festival de segunda categoría; The Rolling Stones y Procol Harum no podían por otros compromisos, mientras que Jethro Tull o Frank Zappa no estaban seguros de las condiciones de salubridad.

 

Si bien semejante evento histórico jamás podrá volver a replicarse, a pesar de varias ediciones e intentos posteriores, siempre nos quedarán agrupaciones y festivales que intenten recuperar esos sonidos psicodélicos. Como seguidor acérrimo del género, os recomiendo encarecidamente el Barcelona Psych Fest, al que ya he podido asistir en tres ocasiones, como nexo de unión entre algunas bandas pioneras y grupos recientes que llevan en alto la antorcha de lo onírico.


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