Nuevo libro: ‘Glam Rock: la revolución de las lentejuelas’ de la periodista Noelia Murillo

El arranque de la década de los setenta trajo consigo el nacimiento del glam, una sorprendente e inimitable variante del rock que se materializó en tres elementos esenciales: la vestimenta, el uso del maquillaje para favorecer la androginia (al menos en sus inicios) y la teatralidad. También fue considerado un movimiento social, ya que incorporó en el discurso de la industria temáticas relacionadas con la ambigüedad sexual y los géneros fluidos.

Esta es la historia de una época que, aunque efímera, permitió a los artistas crear propuestas muy singulares. La gran mayoría lo hicieron con absoluta libertad creativa, a través de personajes y estilismos únicos, aunque también fueron cuestionados por quienes querían mantener el virtuosismo y la formalidad técnica característica de la psicodelia y la contracultura.

New York Dolls: laca, eyeliner y mucho rock ’n’ roll.

Lady Gaga, la criatura del shock pop.

Mötley Crüe: el exceso por defecto.

La escandalosa e irreverente Jayne County.

Brakaman, vena y espíritu art rock.

Jobriath, el chico que ni pudo ni quiso ser estrella.

 

Aplaudido a comienzos de los setenta por jóvenes necesitados de un elemento visual complementario a la música, el glam fue un subgénero original de Inglaterra. En 1971 y ante millones de espectadores del programa de televisión Top of the Pops, Marc Bolan apareció con purpurina en las mejillas, un gesto con el que inauguró una nueva década destinada a hacer del rock algo glamuroso, ambiguo y atractivo.

 

El glitter, llamado así en Estados Unidos, también se abrazó al otro lado del charco, aunque con menos entusiasmo, ya que entonces la sociedad norteamericana no era tan tolerante con algunos conceptos que formaban parte de su discurso. De esa manera, Alice Cooper y KISS se apoyaron en la espectacularidad, la puesta en escena y la performance, en detrimento del empleo de ropa y complementos para embellecer y cuestionar la identidad sexual.

 

No obstante, allí sí tuvo gran repercusión y aceptación el sleaze rock en los años ochenta, cuando se presentó como una variante que combinaba el rock con el heavy metal en el plano sonoro e incluía características del glam en el apartado visual. Entre ellas, pintura o pantalones de elastano en referentes como Poison o Hanoi Rocks, con la particularidad de que se empleaban para exagerar la heterosexualidad y la masculinidad.

 

Con el auge del grunge, a comienzos de los noventa, la gran mayoría de estos grupos desaparecieron, en favor de otras formaciones menos dadas a la ostentación. Sin embargo, hubo artistas profundamente influenciados por el género que popularizó el también conocido como Ziggy Stardust, como Placebo o Suede. No obstante, su trascendencia ha sido más evidente ya entrado el siglo XXI, cuando ha adquirido nuevamente su matiz comercial gracias a nombres como The Darkness, Chappell Roan o Sam Smith. Incluso, ha llegado a Eurovisión de la mano de Lordi y Måneskin.

CONTENIDO

¿Qué es el glam rock?

Glam para atraer: la belleza de un nuevo género

Palmadas, pisotones y chaquetas metalizadas: glam para bailar

La cara B del éxito: canciones brillantes y volátiles

Art Rock: una amalgama de glam, pop, y rock progresivo

El glam tardío: raros, inclasificables y olvidados

Glam que no suena a glam: el camino hacia el punk

Mujeres y glam: la androginia también es para ellas

El glam lo inventaron las mujeres

Sleaze rock en los ochenta: festival de la horterada

Del blanco y negro al estallido de color con el gay rock en España

Sin miedo a la diferencia: residuos del glam en Latinoamérica

Ecos del pasado: así ha llegado el glam a nuestros días

El glam en el cine

Documentales imprescindibles

Blibliografía


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