85/100
Nuclear Blast
23 de septiembre de 2024
Cuando la cantante o el cantante de una reputada banda de metal se lanza a crear un trabajo como solista, muchas veces lo hace para explorar otros sonidos y ritmos, y en ocasiones incluso busca un enfoque más comercial que llegue a gente más allá del género donde es conocida. Pero a veces pasa todo lo contrario, y Simone Simons llamó a Arjen Lucassen, uno de los reyes del metal progresivo, y le pidió que le compusiera la música para su proyecto individual. Y viendo en solitario, es casi como si le hubiera pedido un disco de Ayreon pero solo para su voz y sus letras. La relación musical entre ambos viene de muy atrás, ya que ella ha aparecido en alguna de las operas de metal del neerlandés, e incluso ha participado en alguno de sus contados directos.
Antes de profundizar en esta reseña, debo confesar que nunca he sido un gran seguidor de Epica ni de Simone Simons. Prácticamente no había escuchado nada de ellos en las últimas dos décadas, por lo que al anunciarse el disco en solitario de ella no me llamo tanto la atención. Pero sí soy un gran seguidor de Lucassen, sobre todo de proyectos como Ayreon y Star One, y eso fue lo que hizo que dejara de lado la pereza y le diera una oportunidad. No sabía muy bien lo que podía esperar de él, pero la sorpresa fue mayúscula cuando me cautivo por completo desde la primera escucha.
El trabajo comienza con “Aeterna”, cuyos primeros segundos son una introducción instrumental al más puro estilo Ayreon que recuerda al 01011001, pero que enseguida cambia adoptando unos acordes orientales que recuerdan mucho más al Arabia de Vengeance, el grupo de los noventa de Arjen Lucassen. Guitarras, batería, violines, es un inicio épico para el álbum que enseguida demuestra que no se van a andar con medias tintas. El tema se suaviza cuando entra la voz de Simone, y musicalmente casi se desnuda cuando llega el momento del puente, pero luego vuelve a arrancar con total epicidad y coros en latín. Este primer corte no tiene un estribillo potente, pero en su lugar tenemos un momento de gran magnitud, con muchos coros y grandilocuencia . Pero estamos hablando de metal progresivo, por lo que pasada la media canción todo cambia, y de repente aparece una base con tintes techno apoderándose de todo junto a unos coros ocasionales, hasta desembocar de nuevo en un riff de buen guitarreo, y cabalgar hacia una última parte mucho más rítmica en la que todo crece, y en la que Simons acaba alcanzando unas notas muy altas. Impresionante carta de presentación.
Le sigue “In love we rust”, cuyas primeras notas también recuerdan inevitablemente a Ayreon, pero con algunos tintes al proyecto The Gentle Storm que Lucassen hizo con Anneke Van Giersbergen. Tras la quietud y la oscuridad iniciales y las primeras estrofas, llega por primera vez el estribillo en el que, esta vez sí, el protagonismo se lo lleva la voz. Sí, enseguida sabes que estamos ante una de esas canciones en las que toda la fuerza está en el estribillo, una pieza algo más clásico que no deja de ser una maravilla musical, y con un buen solo de guitarra, que no hay mucho en este conjunto de temas. Luego, se vuelve a repetir el estribillo para llevarnos un increscendo lleno de ambientaciones y una voz principal siendo doblada por coros, y en el que disfrutamos de una auténtica demostración vocal por parte de la cantante neerlandesa.
La siguiente pieza del disco es “Cradle to the grave”, un dueto con la colaboración de Alyssa White Gluz, de Arch Enemy. Empieza fuerte, con un sólido riff de guitarras acompañadas de los característicos sintetizadores que suele añadir Arjen. Un inicio que suena mucho a Star One, hasta que todo se para para que empiecen a entrar las voces combinándose de una manera muy melodiosa, con misterio y ecos. Luego, de repente el tema vuelve a enrudecerse cuando se le unen coros guturales por parte de Alyssa, y poco a poco va subiendo en fuerza al ir combinando voces limpias y guturales. La canción juega mucho a eso, a pararse y luego subir en intensidad, y honestamente me parece que el resultado es sublime, con un tema que por momentos se vuelve muy épico cuando las guitarras empiezan a doblar en el fondo.
Tras un inicio de disco sublime con tres temas absolutamente espectaculares, “Fight to Fight” parece pisar un poco el freno. Se trata de una balada bastante ambiental, con un estribillo que despega de forma comedida con la entrada de guitarras eléctricas. De nuevo, podemos reconocer el estilo inconfundible del compositor musical de la obra, aunque en este caso recuerda mucho más a lo oído en trabajos como Stream of Passion, pero un poco menos pegadizo, quedándose en balada suave con momentos de intensidad.
En este punto, me acabo dando cuenta de que uno de los puntos que pensaba que estaba a favor de este trabajo también juega en contra. Si has leído hasta aquí, habrás visto que no paro de comparar canciones con otras de Arjen Lucassen. Y es que pese a ser el disco en solitario de Simone Simons, el neerlandes peca mucho de repetir constantemente sus vicios a la hora de componer. El tipo de sonido, el tipo de arreglos que utiliza son todos muy familiares para quienes hemos seguido su obra. Y oye, a mi esto me encanta, pero también es posible que a alguien que sea menos entusiasta de este músico le pueda parecer repetitivo. En cualquier caso, aprovecho para decir que el sonido y la producción del disco son sobresalientes, marca de la casa del productor Joost van den Broek, uno de los principales productores de metal en Holanda.
Seguimos con el corte “The weight of my world”, que combina holandés e inglés, y en el que se habla del peso de nuestro mundo con heridas y cicatrices que otros no ven. Comienza con aspereza y con crudeza en el sonido, pero que evoluciona a un muy buen medio ritmo con todos los adornos musicales que estamos viendo en el resto de temas, buenos coros y buenos riffs de fondo.
Pasado el ecuador del disco, “Vermillion Dreams” nos recibe con un ambiente lento y silencioso, con arreglos de cuerda y bajo que permiten que nos podamos centrar en la voz. Poco a poco, van sumándose instrumentos, con algún punteo de guitarra eléctrica, para acabar alzándose con una batería más marcada y muy al estilo de una marcha… antes de volver a ralentizarse antes de volver a elevarse y permitir que Simone Simons se luzca totalmente.
Después de ese interludio pausado llega “The Core”, con mucha fuerza, guitarras, y voces muy agresivas con guturales rápidos por parte de Mark Jansen, de Epica. Esta introducción deja paso a unas estrofas donde la voz de Simons suaviza las asperezas, aunque manteniendo guitarras de vieja escuela con sonidos de hard rock. Es una canción en la que justo después del estribillo se unen las voces dobladas de los coros y el gutural más agresivo, y crea un efecto dramático y teatral, sobre todo al final cuando los coros suben de intensidad.
Tras la velocidad del corte anterior, volvemos a un ritmo más pausado con “Dystopia”, donde las estrofas calmadas se unen a puntos más álgidos con guitarras doblando junto a unos coros muy teatrales. Pasada la mitad de la canción, todo parece pausarse y llega el turno de un solo de guitarra, que va subiendo de intensidad hasta desembocar en un álgido final en el que todos los elementos se unen. Es verdad que quizá este tema se queda un poco a medio gas, pero sirve para coger aire antes de lo que viene después.
Porque lo que viene es “R.E.D.”, cuyo título representa el color principal del disco, cuya portada es roja como el pelo de la cantante. Es posiblemente el tema más diferente, progresivo y sorprendente del disco. Vuelve a tener las pinceladas de voces guturales de Mark Jansen, pero con un fondo más electrónico y un sabor corrosivo e industrial. Navega por varias combinaciones de sonido, juega libre con la música y con el intercambio de géneros y paisajes musicales. Ahora es corrosiva y agresiva, luego pasa a ser calmada, luego se alza con coros épicos. Es una muy buena combinación que, si soy honesto, he disfrutado más cuando le he prestado mayor atención para escribir esta reseña que en las numerosas veces que la había escuchado antes.
Y llegamos al final con “Dark night of the soul”, una delicada canción con piano, cello y la voz de la artista protagonista. Es una canción bonita, melancólica y muy suave, una balada que sirve como sencilla despedida totalmente opuesta a todos los adornos del resto de los cortes de este disco.
En definitiva, podemos decir que si te gusta cómo compone Arjen Lucassen te va a gustar mucho este disco, porque no ha tomado riesgos ni ha salido de su zona de confort, se ha dedicado a componer como más le gusta. Y si te gusta la voz de Simone Simons también te va a gustar, porque si algo caracteriza a Lucassen es que siempre sabe sacar más provecho de las voces de los cantantes con los que trabaja que en los propios grupos de estos. Y si nunca has oído a uno de estos dos artistas pero sí al otro, estoy seguro de que acabarás con ganas de descubrir la obra del que no conocías. Me ha pasado a mi, que he empezado a escuchar Epica y a valorar mucho más a una cantante a la que llevaba demasiados años ignorando.

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