Lecturas musicales: «El Violín del Diablo» de Joseph Gelinek

Joseph Gelinek, seudónimo del musicólogo español Máximo Pradera, nos presenta en El violín del diablo una novela negra con un fuerte componente musical que mezcla crimen, historia, esoterismo y mitología. El punto de partida es prometedor: una prestigiosa violinista, Ane Larrazábal, aparece brutalmente asesinada justo después de interpretar el Capriccio nº 24 de Paganini —una pieza rodeada de leyendas que relacionan al compositor con el diablo—. A partir de ahí, se despliega una trama que involucra un violín maldito, la palabra «iblis» escrita con sangre, y un inspector de policía que se ve arrastrado a fenómenos paranormales que desafían su racionalidad.

Uno de los aspectos más destacados del libro es su ambientación. El mundo de la música clásica, con referencias constantes a Paganini, Stradivarius y a la historia de los grandes luthiers, proporciona un contexto interesante y poco habitual en el thriller contemporáneo. Destaco estos elementos sobre todo para los amantes de la música, aunque para lectores no tan entendidos, algunos detalles técnicos pueden volverse innecesariamente densos o incluso confusos.

La novela se sostiene sobre una estructura que recuerda a los bestsellers de misterio con tintes esotéricos, como los de Dan Brown, aunque con un enfoque más musical y europeo. El autor no escatima en recursos para construir una atmósfera cargada de misticismo y referencias ocultistas: desde pactos con el diablo hasta perfumes enigmáticos.

Entra en juego el personaje del inspector Raúl Perdomo, aunque bien construido en su conflicto interno entre lógica y creencias paranormales, no logra sobresalir dentro del conjunto y cae incluso en una especie de personaje parádojico y burlesco. Lo mismo ocurre con la parapsicóloga, cuyo rol se vuelve crucial para el desenlace, pero cuyo desarrollo es algo superficial.

Sin embargo, El violín del diablo no está exento de puntos débiles. A veces la historia se dispersa en subtramas que, aunque interesantes de forma aislada, diluyen la tensión narrativa principal. El ritmo sufre, especialmente en la parte media del libro, donde la investigación policial parece quedar eclipsada por largas digresiones históricas o esotéricas. Este desbalance provoca que, pese a un arranque potente, gran parte del desarrollo resulte prescindible, haciendo que muchos lectores señalen que lo esencial de la historia ocurre en los últimos capítulos. Todo ello hace que el final sea algo decepcionante que no terminar de estar a la altura del misterio planteado.

En definitiva, El violín del diablo es un thriller con una propuesta interesante que destaca por su original ambientación musical y cultural, pero que se ve lastrado por un ritmo irregular, exceso de tramas secundarias y un desenlace poco satisfactorio. No es una obra maestra del género, pero sí una lectura entretenida para quienes disfrutan de novelas que mezclan arte, crimen y esoterismo.


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