Fat Bottomed Boys demuestran que no hacen falta disfraces para deleitar con un homenaje sinfónico a Queen

8 de octubre de 2024

Carpa multiusos de Oropesa del Mar

Organiza: Unió Musical Orpesa

Fotos: Yúbal Fernández

¿Y a quién le gusta Queen? Eran las fiestas de un pueblo turístico, y en medio de toda una feria. Y entre techno y reggaetón, varios cientos de personas hacían cola en la carpa multiusos de Oropesa del Mar para ver a su orquesta y coral locales tocar junto a una banda homenaje del legendario grupo británico. La carpa tenía 1300 sillas, y me dio la sensación de que prácticamente todas estaban llenas, con algunos asistentes de pie e incluso otros cuantos mirando desde fuera a través de la puerta de la carpa.

 

¿Y por qué hacer la reseña de un concierto de un grupo tributo? Pues porque la ocasión lo merecía. En primer lugar, el concierto era de Fat Bottomed Boys, un grupo homenaje compuesto por cuatro de los integrantes de Dry River, que eran Ángel Belinchón a la voz, Matías Orero a la guitarra, David Mascaró al bajo y Miquel Centelles a las teclas, junto al batería Francisco J. Mazuecos de Alien Rockin’ Explosion. Son un grupo homenaje, con lo que no van disfrazados ni imitan a nadie, son solo algunos de los mejores músicos del país tocando canciones de Queen. Y además estaba el hecho de ser un concierto sinfónico, con orquesta y coral, lo que siempre hace que las canciones luzcan diferentes a lo que sueles escuchar. En el público había de todo, desde gente joven hasta personas mayores, algunos amigos de los integrantes de la orquesta o de la banda, amantes del rock, e incluso quienes simplemente estaban porque eran las fiestas de su pueblo y venían a ver qué pasaba.

 

 

Tras la entrada de la orquesta y la banda entre aplausos, arrancaron con «Crazy Little Thing Called Love», en la que ya se notaba la diferencia entre un concierto normal gracias a los arreglos orquestales y el coro de la Unió Musical Orpesa. Tras ese primer tema con el que abrir boca y que la gente empezase a entender el formato, le dieron un poco más de caña con «Don’t Stop Me Now», donde la coral de la orquesta se lucía especialmente, y le siguió un «I Want to Break Free» que la gente celebró, y donde se lució el formato sinfónico y los músicos de la banda tributo demostraron lo buenos que son. Aquí cabe destacar a Matías Orero, que demostró que no hace falta llevar una peluca para estar a la altura del legendario Brian May.

 

El sonido del recinto no era el mejor, pero tras las tres primeras canciones mejoró bastante dentro de las limitaciones del lugar. Quizá, si queremos ponernos un poco tiquismiquis, podemos decir que las partes más rockeras perdían algo de fuerza al quedarse el sonido de la guitarra un poco tapado por el resto de la orquesta, pero esta orquesta y sobre todo el magnífico coro le imprimieron mucha epicidad a las canciones. Entre tema y tema, Belinchón y el director de la orquesta dialogaban para explicar la siguiente canción y contar alguna anécdota sobre ella y sobre cómo fue compuesta. Es una parte importante para que la gente que no conozca tanto a Queen entienda el contexto de los temas, aunque los diálogos no eran del todo fluidos, y se notaba un poco que el director de la orquesta no estaba acostumbrado a estas cosas.

 

 

El concierto siguió con la parte más emocionante, en la que se encadenaron una emocionante «Who Wants to Live Forever» que quedó muy cinematográfica con la orquesta, y la íntima «Love of My Life» donde fue el efecto contrario, con apenas voz y guitarra. Mazuecos arrancó el ritmo de una «Radio Ga Ga» en la que todo el público participó aplaudiendo en el estribillo. Y luego llegó un «Somebody To Love» apoteósico tanto con un inicio basado en la coral hasta que Miquel arrancó con las teclas, como cuando todo el coro se lució en el crescendo final hasta desembocar en un final en el que de nuevo Ángel sobresalió al ser la canción donde más pudo lucirse con la voz. El resultado fue la primera gran ovación de la noche, con todo el público aplaudiendo en pie, y la orquesta levantándose a saludar.

 

Después, interpretaron las dos canciones más complejas y progresivas, «Innuendo» y «Bohemian Rhapsody», donde los integrantes de Fat Bottomed Boys demostraron su enorme calidad, desde el bajo hasta las teclas o la batería, pasando por la guitarra. Y aquí hacer mención especial a David Mascaró, porque igual que John Deacon es un bajista sin estridencias y que no llama mucho la atención, pero con una solidez y buen quehacer impresionantes. Son canciones muy complejas que quedaron perfectas. En la primera, la sección de guitarra flamenca fue interpretada por las cuerdas de la orquesta, con un bonito efecto. Y en la segunda, después de preguntarle a la gente si quería escucharla y que todos gritasen que sí, empezaron con un juego de coros en la primera sección, coral que se lució especialmente en la intersección operística hasta desembocar en la parte final más rockera donde la gente acompañó con palmas. Al final, otro fuerte aplauso, todo el público en pie, y una gran ovación.

 

 

¿Recordáis que dije que en el público había todo tipo de personas? Pues en este punto todas estaban enchufadísimas. Había niños de menos de 10 años que cantaban y se sabían las canciones, y algunas personas mayores hablaban detrás de mi de lo buenos que eran los músicos. Llegó entonces «The Show Must Go On», donde fue un auténtico espectáculo en el que Ángel Belinchón se lució especialmente con una parte final en la que no se guardó nada. De nuevo, la gente se puso en pie a aplaudir y pedir otra otra, y recibieron con entusiasmo un «We Will Rock You» en el que todos hicieron de percusión pateando el suelo de forma que resonase en toda la carpa, y un «We Are The Champions» que todos corearon, y donde el cantante ya se había metido al público en el bolsillo, haciendo que todos fuesen moviendo las manos.

 

Al final, cuando el concierto acabó, sonó música de fondo y la gente empezaba a irse, hicieron un bis de «Somebody To Love» que el público simplemente se centró en disfrutar relajado, un regalo final que todos recibieron con una sonrisa. Porque sí, eran fiestas del pueblo y la mitad no sabían muy bien a lo que venían, pero escuchar canciones de una de las mejores bandas de rock de la historia tocadas por varios de los mejores músicos de España y acompañados por una orquesta y una coral es una experiencia que enamora a cualquiera.

 

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