Con motivo de la presentación del nuevo disco de Adventus De mi corazón y otras miserias» nuestra compañera Irene Kilmister estuvo charlando un rato con Manuel Ramil, a que agradecemos de todo corazón su tiempo. Hablaron de cambios, actualidad, directos y hasta de lo difícil que es vivir y transitar en este mundo de rock y metal. Aquí os dejamos la parte 1, disponible también en nuestro canal de Youtube.
Buenas tardes a todos. Hoy estamos en Stairway to Rock con Manuel Ramil, con un motivo de peso: Adventus tiene nuevo disco, ¿verdad?
¿Qué tal? Encantado de saludarte otra vez. Pues sí, siempre es una ocasión bonita sacar disco, hacer un poco de promo y ruido. Encantado de saludarte una vez más.
Voy a meterme en materia porque tengo muchas cosas que preguntarte. De mi corazón y otras miserias es un disco muy personal, posiblemente tu trabajo más íntimo. ¿Cuál fue el detonante para decidir abrirte así ante el público?
Bueno, yo creo que es más personal dentro de que las canciones que suelo escribir van siempre en una onda bastante intimista. Es verdad que este disco tiene una parte mucho más subjetiva o potente en ese sentido. Pasé —o estoy pasando— por una situación de una enfermedad que se me detectó hace un año y pico. Fue una situación, de entrada, bastante traumática, aunque luego, bueno… a todo se acostumbra uno y de todo se aprende; de todo consigues a veces hacerte crecer a ti mismo, como creo que ha sido este caso.
La idea de escribir un disco hablando de esto no es algo que me hubiera planteado: simplemente se dio así. Incluso en el hospital, cuando estaba ingresado, empecé un poco a —sin saber muy bien cuál era el fin último de todo esto— darle forma, o a pensar en el título, o en qué me gustaría hacer en caso de preparar un nuevo disco de Adventus. Allí surgió el título De mi corazón y otras miserias, y tenía claro que me parecía algo sobre lo que escribir. Por un lado, porque siempre he escrito sobre vivencias, pensamientos, sensaciones, sentimientos muy personales.
Y por otro lado, porque tenía la sensación —y así ha sido— de que me serviría como terapia, como sanación, para asimilar o procesar algo como lo que me vino encima. Es algo que toma su tiempo, meses o incluso años, y en este caso creo que el poder “vomitarlo”, por decirlo así, en un disco, me ha ayudado. Es un proceso que se ha acelerado gracias a esto, que me ha permitido sacar cosas que, evidentemente, llevas dentro y se quedan dentro. Incluso lo he dicho alguna vez: es una forma de ahorrar dinero en terapias. Vaciarte de algún modo.
¿Después de todo este proceso creativo y personal ha cambiado tu forma de entender la música, de componer y exponerla?
Yo creo que te cambia a nivel musical o profesional, y también a nivel personal. Siento que en este disco me apetecía ser muy crudo a la hora de la composición y de los arreglos…
En la mezcla me parece un disco muy… no sé cómo decirlo, pero crudo, creo que esa es un poco la palabra. Incluso a nivel de letras hay composiciones bastante desgarradoras, incluso explícitas. En la letra de De mi corazón y otras miserias, que fue el primer single que sacamos, hay momentos muy directos. Por ejemplo, no se corresponde la imagen con el audio, pero hay un instante en el que se habla de lo que fue la operación: cuando están quemando esas partes del corazón, dice “como mutilarme el corazón a llamaradas de dolor”. Es algo muy explícito y muy significativo. Y, bueno, el disco va un poco por ahí: me apetecía hacerlo sin artificios, sin florituras ni excesiva epicidad, sino contarlo de la manera más cruda y real posible.
Con letras así de directas, ¿hubo algún tema que te resultara más difícil de escribir o mostrar?
Sí, bueno… Yo creo que exponerme no es algo que me encante. Ni cuando es para mal, pero tampoco cuando es para bien. Es verdad que escribes un disco porque tienes una banda, quieres salir de gira y te apetece vivir ese proceso creativo, que espiritualmente también necesitas. Pero de ahí a que me encante la idea de exponerme así, de manera tan evidente en las letras como ocurre en este disco… pues no te creas que es algo que disfrute del todo.
Me encanta escribirlo, hacerlo, escuchar el disco ahora, pero también hay una parte de pudor. Dirás: “¿Entonces para qué lo haces?”. Bueno, lo hago porque a veces es una necesidad. Y, aunque haya una parte de exposición que no me guste demasiado, sí creo que me ha ayudado en lo personal y en todo el proceso que estoy atravesando el haberlo hecho de esta manera.
Muchas veces los músicos los artistas en general exponen su dolor y demás a través del arte como es este caso, tiene que dar vértigo que la gente “consuma” tu dolor, lo interprete o incluso lo juzgue.
Sí, es verdad que hay una parte de todo esto que está bien. Ahora que ha salido el disco, creo que pasará incluso más que antes: te llegan mensajes de gente que se apropia de ese mensaje, lo interpreta o lo lleva a un terreno personal que quizá no es la intención con la que tú lo escribiste. Pero la verdad es que me encanta que eso pase. Después de un concierto, o ahora que llegan mensajes, alguien se acerca y te dice: “Me encanta esta canción, gracias por hacerla, porque para mí significa tal cosa”. Y a los cinco minutos aparece otra persona hablándote de la misma canción, y para esa persona significa algo totalmente diferente. Eso es muy bonito: ver interpretaciones a veces sorprendentes de algo que tú escribiste pensando en algo muy concreto… o a veces ni siquiera tan concreto, pero ver que cada uno lo hace suyo.
A la gente le llega de una manera determinada y, a veces, de formas tan diferentes que resulta algo muy bonito. Para mí, este es un disco sanador. He pasado un proceso físico que terminó —o casi terminó— durante la composición del disco, y creo que hay un paralelismo bastante potente entre eso y el proceso sanador que, mental o espiritualmente, ha supuesto hacerlo. Creo que hay un antes y un después. Eso está representado, por ejemplo, en el videoclip de Ser yo, cuando Ramón aparece con las letras en la playa, las mete en una botella y las arroja al mar, a la ría de mi pueblo. La intención es simbolizar el disco: que esto que a mí personalmente me ha ayudado pueda recibirlo cualquier otra persona, en cualquier parte del país o del mundo, y que de algún modo también pueda ayudarle. Si eso sucede, estaría cumplida la finalidad de todo esto.
Hablando de Ramón, la banda también ha pasado por cambios importantes de formación. ¿Cómo han influido en este nuevo disco?
Creo que es inevitable que influya. Un cambio siempre incide en la personalidad de la banda. Y el cambio más potente, más evidente, y que más afecta a esa personalidad, siempre es la voz, porque marca mucho la identidad del grupo. En Lo que trajo el viento hubo un cambio de toda la banda excepto yo. Y, lo digo con el mayor respeto y cariño hacia todo el mundo, creo sinceramente que fue un cambio para mejor. Sobre todo en el sentido de que pude empezar a componer exactamente lo que me apetecía. Cuando compones, ves los mimbres que tienes alrededor, los instrumentistas, y especialmente al cantante. Cuando llegó Diego, me sentí mucho más yo mismo al escribir. Había cosas que, con Víctor García en los primeros discos, no lo veía cantando, aunque a mí me naciera escribirlas; ahí tenía que filtrarme un poco más. Con Lo que trajo el viento eso desapareció.
Y ahora, con este disco y con Ramón a las voces, creo que ha ido mucho más allá. Ramón y yo somos amigos desde hace años, desde que nos conocimos con Delalma de manera más personal. Él conoce perfectamente toda mi historia con la enfermedad. Así que, al grabar, era muy consciente —me lo decía— de lo que estaba cantando: “Sé lo que estás diciendo en cada frase que me estás poniendo delante”. Eso es muy bonito a la hora de trabajar, hacerlo con alguien que sabe exactamente de qué hablas sin necesidad de explicarlo. Además, yo soy alguien que no me gusta explicar exactamente de qué estoy hablando; prefiero dejarlo abierto a cada persona.
Con Ramón conectamos muy bien: mi forma de escribir le encaja perfectamente a su forma de cantar y de contar las cosas. Es alguien que, técnicamente, es increíble, pero emocionalmente aún más. He trabajado con muy pocas personas capaces de ofrecer tanto. Escuchar tus propias letras cantadas por él es muy emocionante. Yo he escrito las letras, pero estoy muy lejos de poder cantarlas como me gustaría, y cuando llega alguien como Ramón, que sí es capaz de transmitir eso a la gente, y ves cómo lo reciben y lo interpretan, es como cerrar el círculo de una manera preciosa.
Al final Ramón parece que ha vuelto después de tantísimos años a los escenarios y al mundo de la música (que la verdad lo echábamos mucho de menos) y está en los grandes proyectos no de este país. ¿Tú decidiste que ramón fuera cantante más por la parte técnica profesional como tú dices o también bueno por la parte personal?
Fue por todo. Nunca lo he escondido: soy un megafan de Avalanch desde que tenía 18 o 19 años. Tengo la suerte de ser teclista de la banda desde 2017, y es un privilegio. Ramón es una de las voces que más he escuchado en mi vida, quizá la que más. Así que se juntaba la parte personal —en Delalma hicimos muy buen equipo y trabajamos muy a gusto juntos— con la parte profesional.
Él lo ha dicho en alguna entrevista, medio en broma y medio en serio: cuando le preguntaron cómo había sido esto, respondió: “Es que no me dio opción”. Y es verdad. Hablé con él, le conté la situación, le dije que probablemente iba a necesitar un cantante y que no iba a buscar a nadie. No contemplaba otra opción. Ya veríamos cómo cuadrar compatibilidades, pero si necesitaba cantante, sería él. No hubo mucho más que hablar.
Además, el cambio coincidió tras un directo en el que estaba Diego, y poco después ya era Ramón.
Sí, coincidió todo en el tiempo. Coincidió con mi alta médica, con una oferta profesional que Diego tenía en ese momento y que le impediría asumir el papel de cantante de Adventus. En ese momento Delalma también estaba parado. Se juntó todo para que pudiera ser así, y la verdad es que no tuve que pensarlo demasiado ni valorar otras opciones. En lo personal hay una sintonía enorme, y en lo profesional, la admiración que le tengo después de haberlo escuchado horas y horas…
Lo ponía todo muy fácil para que fuese así.

Me va a salir ahora un poco el ramalazo fan, pero tengo que decir que es totalmente un acierto: la voz de Ramón es única y va a dejar huella. Todo lo que hace Ramón se distingue del resto, y por eso el disco ha quedado como ha quedado; solo hay que escucharlo.
Llevo muchos años oyéndole, no sé cuántas veces lo habré visto en directo con Avalanch. He pasado años siguiéndole, escuchándole y admirándole, tanto por su capacidad técnica como, sobre todo, por esa capacidad emocional que tiene para cantar las cosas de una manera tan personal y tan única. Todo eso le convierte en un cantante que, para mí, ya ha trascendido: lo que él cante tiene una credibilidad y una manera de llegar a la gente que es solo suya.
Ahora, por ejemplo, aunque en este momento no estamos en ello, hemos hecho varios conciertos de la gira 30 con él, y aunque ya lo había visto en Delalma, es verdad que en esta gira de Avalanch había un componente sentimental muy bonito. Ves lo que pasa cuando Ramón sale al escenario: más allá de que cuando canta es excelencia, incluso antes de empezar ya sucede algo. Tiene una presencia, una planta y una forma de encender el escenario que se tiene o no se tiene.
Hablando de la banda, lo cierto es que Adventus está compuestos por músicos con un curriculum increíble y todos tenéis agendas imposibles: Mainer con Mägo, Dani con Bloodhunter…¿Cómo se compagina todo eso?
La parte más difícil hasta ahí es Fernando Mainer, porque Mägo es como una apisonadora… a mí me tocó ver una temporada de cerca. Y es una banda que en un año hace 100 conciertos o más. De hecho, está hasta el punto de que Mainer hasta ahora no se ha estrenado con nosotros en directo. Yo creo que a partir de esta gira, por cómo se están ordenando las cosas, creo que sí que podremos tenerlo en directo.
Luego los demás más o menos nos vamos pudiendo ordenar. Es verdad que, bueno, todos tienen otras bandas. Nacho está con Arwen desde hace 25 años o algo más. Dani tiene a Bloodhunter, que además han fichado ahora con una compañía y llevan años creciendo. Entonces todo el mundo tiene algo que ya tenía de antes y que obviamente es una prioridad o al menos una parte muy importante de su actividad musical.
Y quiero que así sea y me parece fenomenal que así sea. Yo también tengo Avalanch en lo que es en directo. Pero creo que hay voluntad de poder darle Adventus un espacio también, y de poder por fin, pues eso, retomar la actividad en directo y hacer todos los conciertos que sea posible.

Claro, lo del espacio no solo viene porque vosotros podáis, también viene porque se os dé la oportunidad. Y es cierto que vosotros sois músicos muy experimentados ya, que claro, evidentemente ya con el nombre se os tiene más en consideración. Pero no sé cómo lo ves tú comparando con Avalanch, Mägo, que tú ya has estado ahí, que son bandas con un nombre muy pesado, con un proyecto nuevo, más novedoso. ¿Crees que se les da las mismas oportunidades a las bandas más noveles?
Sí, bueno, es evidente que, por ejemplo, en el caso de Mägo de Oz era como que pues tocabas siempre. No era que se tocase mucho: es que tocabas todo.
No es así con Avalanch, por ejemplo, que es una banda también que llevamos, que lleva 30 años. La banda con mucho nombre, con mucho peso, pero nada que ver en ese sentido con Mägo de Oz, yo recuerdo hice una gira y creo que fueron 105 conciertos o una barbaridad así. Con Avalanch en una gira pueden ser a lo mejor 30 o 35 conciertos. El nivel de intensidad en ese sentido es muy diferente.
Bueno, digamos que somos una banda de músicos con cierto recorrido; ya no somos precisamente unos recién llegados, aunque tampoco estamos en posición de lamentarnos. Desde el primer disco que lanzó Adventus con la primera formación tuvimos la fortuna de captar la atención del público. Evidentemente, no podemos compararnos con nombres como Mägo de Oz o Avalanch, por muy amplia que sea nuestra experiencia individual, porque al final seguimos siendo una banda nueva, con todas las vicisitudes que ello implica. De hecho, estamos presentando nuestro cuarto disco de estudio, pero en directo hemos tocado muy poco, así que seguimos teniendo que “picar piedra”, como dice Ramón. No partimos de cero, pero nos quedamos peligrosamente cerca, sobre todo en un panorama musical que se ha vuelto un terreno arduo, donde organizar conciertos y planificar giras es cada vez más difícil.
Aun así, no estamos para quejarnos. En mi estudio pasan bandas jóvenes o que están empezando y ahí se ve la parte más cruda del oficio. Adventus no somos nadie, somos una banda pequeña, pero contamos de entrada con una mínima atención.
Otras formaciones que veo—y que merecen muchísimo la pena—como Wild Hard o Coven de Madrid, o Mar de Fondo de A Coruña, con quienes estamos finalizando su cuarto disco, muestran la cara más dura del sector. Aunque funcionan bien, es evidente lo caro que resulta montar un concierto, organizar una gira, mover recursos, gestionar la promoción… No es tan simple como decir “vamos a tocar en Barcelona y aparecerán 200 personas”. Para que haya 200 personas, el esfuerzo, la inversión, el compromiso y el desgaste que supone para cualquier banda, incluso para Adventus o Avalanch, es enorme. Hay que estar pendiente de redes, de la promoción, de absolutamente todo. Es lo que suele llamarse amor al arte, aunque el arte a veces se haga el duro.
Es puro amor al arte. Yo también lo vivo desde mi lado, haciendo fotos: la inversión de dinero, tiempo y energía para conseguir un objetivo que quizá simplemente sea poder fotografiar un festival como Leyendas. Muchos no son conscientes de lo que exige llegar ahí.
En mi caso, la música es mi única actividad profesional desde hace años, y te das cuenta de que cada vez hay que hacer más para obtener lo mismo, o incluso menos. Viajas para dar uno o dos conciertos y en algún momento te preguntas si compensa, sobre todo ahora que, por mi situación personal, cualquier esfuerzo fuera de mis rutinas me pasa factura. Te sientas, lo piensas y dices: “¿Todo esto… para esto?”. Pero sigues adelante porque lo haces por pasión, no por llenar la cuenta bancaria.
Al final, me considero un afortunado de vivir de la música que me gusta. Puedo trabajar tanto en el estudio como en directo con proyectos que me llenan, que me motivan. Hay una parte de todo esto que no se paga con dinero, sino con plenitud: la sensación de dedicarte a aquello para lo que, de alguna manera, sientes que naciste.
Mi nombre es Irene, y todo el mundo me conoce por mi apellido Kilmister adquirido por el que ha sido y será mi mayor ídolo en esta vida. Lo cierto es que yo empecé en esto de la fotografía sin pensarlo mucho. Era la típica amiga de la cámara, pero de que me quise dar cuenta me propusieron entrar a colaborar en un medio profesional en 2017 y desde ahí he pasado de ser esa amiga de la cámara a evolucionar y coinvertirme en lo que conocéis ahora.
Apasionada de la música en todos sus géneros y amante de la lectura y los conciertos, aunque mi verdadera profesión no tenga nada que ver con todo esto.
Descubre más desde Stairway to Rock
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.




