80/100
6 de diciembre de 2024
Mascot Records
El trío de países bajos es joven de edad y veterano de carrera. Estamos ante su disco de estudio número diez, y como siempre, hacen cosas muy especiales y diferentes al resto. Para Muscle Shoals se han ido a Alabama para grabar en los míticos estudios Frame, pues de allí salieron piezas de arte de gente tan importante como Leon Russell, Aretha Franklin, Cher, Lynyrd Skynyrd o The Rolling Stones. Finalmente es el nombre del estudio el que ha dado nombre al disco.
A orillas del río Mississipi, y entre Memphis y Nashville, pudieron tocar instrumentos históricos e impregnarse de la leyenda y los fantasmas que pueblan el lugar. Es un disco sin temas extensos ni grandes desarrollos instrumentales. Canciones muy pensadas y elaboradas, con mucho más protagonismo de las segundas voces del baterista Luka Van de Poel y con varios singles rotundos. El soul manda, pero también hay acercamientos a Elvis y material, que sin ser plenamente diferente de lo que hayan hecho hasta la fecha, queda cohesionado y luce.
Ya de entrada, “In Love” es el típico trallazo que abre los discos de DeWolff, con mucha clase, sonando clásicos y pegadizos. Se adentran en el soul con exquisitas maneras y Robin Piso pone el riff desde su Hammond. Se nota que a Luka Van de Poel le toca cantar mucho más y esos coros angelicales siguen siendo su santo y seña para combo de los Países Bajos. Una canción que vers sobre las infidelidades. “Natural Woman” ha sido el otro single y es un tema muy definitorio del trío y que me recuerda especialmente al material de Tascam Tapes. Groove exquisito y un Luka Van de Poel más exigido a la hora de cantar. La línea de bajo y los coros angelicales hacen que todo flote.
Cadenciosa y suave es “Out on the Town”, con un teclado juguetón de Piso y unas percusiones muy floridas que dan color. Suena todo de época y el riff es de lo más logrado. Soul de calidad con el sello del trío neerlandés. “Let’s Stay Together” es el tema más corto del disco si exceptuamos esa coda final que no llega al minuto. La primera es un tema feliz con aires evocadores. El tema es como un cuadro pintado con mimo en la que el grupo saca su cara más sensible, y como siempre pasa con ellos… funciona. Puede gustarte su parte más eléctrica y contundente, pero vienen de dónde vienen y son lo que son. Gran solo de guitarra por parte de Pablo.
“Ophelia” es una de las canciones más logradas del disco y va para clásico. Tema inspirado en los espíritus que poblaban la ribera de los ríos de Alabama. Inspiración étnica con cantos y lamentos blueseros, percusiones muy originales y un ambiente épico de fondo, conseguido y diferencial. Hay un gran solo de teclado por parte de Robin y la sensación general es que te sumerges en un mundo espectral a lomos de un latido atávico. “Book of Life” es un up tempo festivo con palmadas incluidas. Hay dejes a Ray Charles y el góspel de Al Green.
“Truce” es un temazo directo y a la mandíbula. El único pero es que el estribillo del mismo suena al “Burning Love” de Elvis a pesar de que el grupo se ha esmerado para poner tierra de por medio. A pesar de ello estamos ante un corte contagioso, festivo y que tiene garra y punch como pocas. Adornada por arreglos como palmas y coros sutiles se les nota también la influencia absoluta de los Black Crowes.
“Winner (It Comes to Losing)” vine saturada de bajos en un inicio plenamente The Doors. El teclado parece sacado de cualquier disco de los chicos comandados por Jim Morrison. Ellos tampoco tenían bajista… Desarrollos oscuros e inquietantes en un tema breve y en el que Pablo canta de maravilla, con esos tonos tan agudos y personales. Por su lado, la percusión de “Hard to Make a Buck”, de entrada, guarda paralelismos con el “Come Together” de los Beatles. El corte va por otros derroteros, y es muy cadenciosa y es serpenteante. El bajo se nota muy presente y es pieza fundamental para que todo brille.
Terrenos misteriosos e inquietantes en la gran pieza épica que es “Snowbird”, con un inicio que puede recordarte al “I Put a Spell on You”, mítica canción de Screamin’ Jay Hawkins. Es la canción más larga y la más especial del disco. Esperemos que la toquen en directo pues el desarrollo es sobrecogedor. Cosas como estas esperamos de unos DeWolff que siempre son capaces de ofrecer algo diferencial y demostrar que son una banda realmente única en su especie.
“12 Ships in the Night” ya suena a despedida total. Baladaita con percusiones de sonido real y analógico 100% y dulces arreglos de teclado y guitarra. Tristeza y sensibilidad a la que se le suma en el tercer tramo la batería de Luka. Hay un momento guitarrero sumamente especial que nos da paso a ese final breve que se titula “Cicada Serenade”. Hace honor a su nombre y las cigarras despiden el disco.
Muy posiblemente sea el disco más pensado y cohesionado de todos los que han editado DeWolff. Puedes tener tus preferencias en obras anteriores, pero allí había singles más directos y más dispersión compositiva. La foto de portada imitando los discos clásicos y con los estudios de fondo es una declaración de intenciones. Luka, Robin y Pablo siguen de dulce y esperemos que tantos años de rodaje y carretera no les pasen factura pues siguen siendo una de las agrupaciones más especiales que hay en el panorama rock actual.
Licenciado en INEF y Humanidades, redactor en Popular 1, miembro fundador de TheMetalCircus y exredactor en webs y revistas como Metal Hammer, Batería Total, Guitarra Total y Science of Noise. Escribió el libro «Shock Rock: Sexo, violencia y teatro». Coleccionista de discos, películas y libros. Abierto de mente hacia la música y todas sus formas, pero con especial predilección por todas las ramas del rock. Disfruto también con el mero hecho de escribir.