Dirty Diamonds
4 de julio de 2005
Spitfire Records
El 4 de julio de 2005, Alice Cooper lanzaba Dirty Diamonds, su vigésimo tercer álbum de estudio. Estábamos en un período en que el rock clásico parecía diluirse ante el avance de las nuevas corrientes alternativas y digitales. Pero Cooper, como tantas otras veces en su carrera, no solo se mantuvo firme: entregó un disco que sorprendió por su crudeza, su actitud callejera y un claro espíritu retro, sin dejar de sonar actual. A 20 años de su lanzamiento, Dirty Diamonds es una joya oscura en su discografía, no por su perfección, sino por su descaro.
Para comprender Dirty Diamonds hay que situarse en el contexto en el que se gestó. Alice venía de lanzar en 2003 el agresivo y metalero The Eyes of Alice Cooper, que ya apuntaba a una vuelta a sus raíces setenteras tras subirse al carro de los excesos industriales en Brutal Planet y Dragontown. Él mismo lo explica así para Classic Rock:
“Después de dos discos oscuros y conceptuales, quería volver a divertirme. Quería rock de garage, guitarras sucias y canciones de tres minutos que te patearan el culo” (Classic Rock, 2005).
Y eso es exactamente lo que ofrece Dirty Diamonds: una colección de temas que se mueven entre el garage rock y el hard clásico de lo más macarra. La producción corrió a cargo del propio Alice junto a Steve Lindsey, y se grabó en Los Ángeles con una banda sólida y compacta.
“Teníamos el espíritu de una banda de bar que se mete en el estudio, se enchufa y dispara. Y eso se nota” [Alice Cooper en Rolling Stone (2005)].
Desde el arranque con “Woman of Mass Distraction”, Cooper deja claro que no hay tiempo para rodeos. El título, un juego de palabras con “weapon of mass destruction”, apunta ya a su humor cínico. “Es Alice en estado puro: te saca una sonrisa mientras te lanza una bomba de guitarras”, escribió PopMatters en su reseña de la época. Y es que uno de los grandes méritos del disco es recuperar el sentido lúdico del rock sin perder mordida. El tema que da título al álbum, “Dirty Diamonds”, es una pieza que podría pertenecer a 1973 perfectamente. Bajo punzante, guitarras minimalistas, y un Cooper que canta con ese deje sarcástico que lo hizo leyenda. La crítica de AllMusic la definió como “una oda stoniana al crimen y al glam urbano”, destacando su aire callejero y su groove contagioso.
Sin embargo, Dirty Diamonds también sorprende con momentos inesperados. Uno de ellos es “Pretty Ballerina”, una versión del clásico de 1966 de The Left Banke. La interpretación de Cooper mezcla ternura y amenaza, con arreglos orquestales sutiles. “Siempre quise hacer esa canción”, dijo a Louder Sound. “Me parecía extrañamente inquietante. Tiene algo de psicodelia triste que encaja con mi estilo de contar cuentos”.
Otra sorpresa del disco fue “Stand”, una colaboración con el rapero Xzibit, que en su momento desconcertó a más de un fan. ¿Alice Cooper rapeando? En efecto, aunque más bien se trata de un cruce experimental en el que Cooper canta el estribillo mientras Xzibit lanza versos sobre corrupción y manipulación. La idea fue cosa del productor, y aunque polarizó opiniones, la crítica de Kerrang! fue clara: “Arriesgada, pero efectiva. Alice sigue siendo un camaleón del rock”.
Con todo, el álbum avanza con una energía consistente, como en “The Saga of Jesse Jane”, donde Alice se pone en la piel de un travesti vaquero acusado injustamente. Es un tema de country teatral, bizarro y deliciosamente cooperiano. También destacan “Run Down the Devil”, con su aire blues sucio, y “Sunset Babies (All Got Rabies)”, un puñetazo glam que critica la superficialidad de las estrellas de Hollywood. A nivel lírico, el álbum es tan afilado como cabría esperar. Hay ironía, sátira, crítica social y, por supuesto, ese humor macabro marca de la casa. Pero lo que más llama la atención es la ausencia de un concepto central. No hay una narrativa unificadora como en The Last Temptation o Brutal Planet. Dirty Diamonds es, en palabras de Metal Hammer, “una bolsa de caramelos envenenados, todos diferentes, pero igual de adictivos”.
En cuanto a la recepción comercial, el álbum tuvo una modesta pero sólida acogida. Alcanzó el puesto 17 en las listas alemanas y el 139 en el Billboard 200, lo que no está nada mal para un artista con más de tres décadas de carrera. Pero más allá de los números, lo importante fue la percepción crítica. Louder lo definió en 2020 como “el disco donde Alice recupera el control de su legado con una sonrisa torcida y una navaja escondida”.
Veredicto
La gira de presentación también fue especial. El Dirty Diamonds Tour llevó a Cooper por Europa, Estados Unidos y Japón, con un espectáculo más austero que otras giras, pero no por ello menos impactante. Serpientes, espadas, guillotinas y ese humor negro que ya es parte del ADN cooperiano. “A estas alturas, Alice no necesita fuegos artificiales: solo su presencia escénica ya impone más que cualquier pirotecnia”, reseñó The Guardian en su paso por Londres en 2006.
Dos décadas después, Dirty Diamonds se reivindica como un disco imprescindible para comprender la segunda juventud artística de Alice Cooper. No es su obra más ambiciosa ni la más celebrada, pero sí una muestra de cómo un veterano puede seguir siendo relevante sin traicionar su esencia.

Jordy Stanley. Profesor de Lengua y Literatura, historiador y freaky en general, posee diferentes obras de ámbito académico y divulgativo. Su último libro, Conan a lo largo de los filmes (PanoArtBooks, 2022) ha agotado sus dos ediciones. Entre lo destacado de su discografía, podemos hallar Henry Dark (2009), de su anterior banda, HENRY DARK y el flamante LP, KISS my Covers (2024), donde tributa a KISS, la banda de su vida, de una manera muy particular. Guitarrista y cantante, otra de sus múltiples facetas es la de youtuber y redactor musical.
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