H.E.A.T – Welcome to the Future

60/100

25 de abril de 2025

earMusic

 

Hay discos que se presentan con un título que promete más de lo que terminan entregando. Y este es sin duda uno de los primeros dilemas que plantea el disco es que buena parte de esa “mirada al futuro” es, en realidad, un regreso consciente (y orgulloso) a los clichés, a la estética sonora ochentera, a aquello que ya se sabe que funciona dentro del género. No está mal: para los fans del estilo es casi lo que se espera. Pero también lleva aparejada la pregunta: ¿está H.E.A.T innovando o simplemente reciclando su mejor versión pasada?

 

El arranque con «Disaster» es casi un manifiesto sonoro. La producción, pulida y expansiva, equilibra la saturación de guitarras con un tratamiento de batería que privilegia la pegada sobre la naturalidad: bombos comprimidos, redoblante seco, platillos presentes pero sin ensuciar. Es un tema diseñado para abrir conciertos y discos, con un gancho inmediato que revela también la intención de todo el álbum: construir adrenalina antes que sutileza.

 

 

En «Bad Time for Love» la mezcla se abre a lo vocal, dejando a Leckremo en primer plano, con un ligero reverb que le otorga dramatismo sin restarle claridad.  Aquí la estructura es predecible, pero la banda logra que la tensión dinámica —los versos contenidos y el coro liberador— funcione como un respiro emocional frente al arranque demoledor. Lo mismo ocurre en «Running to You», aunque con un giro más acelerado: un himno que explota en el estribillo, con teclados ochenteros que no se esconden, casi un homenaje a la era dorada de Europe o Bon Jovi.

 

Cuando llega «Call My Name», el disco se permite un matiz distinto. La producción enfatiza capas de guitarras más atmosféricas y teclados envolventes que, aunque no rompen del todo la fórmula, sugieren un potencial que rara vez se explota en el resto del álbum. «In Disguise» ahonda en esa tensión, con un riff oscuro que podría haber sido el punto de partida para un lado más experimental, pero que termina resolviéndose dentro del mismo molde melódico previsible.

 

 

El tramo medio encuentra su punto más sólido en «Rock Bottom»: una canción que condensa la esencia del grupo, sin pretensiones, apoyada en un groove pesado y un estribillo coreable hasta la extenuación. En contraste, «Children of the Storm» apuesta por un aire épico, casi de power metal domesticado, donde los coros múltiples y los teclados orquestales buscan un dramatismo mayor. La producción aquí se expande hacia lo panorámico: cada instrumento ocupa su lugar, cada capa entra en el momento justo, lo que demuestra la mano experta detrás de la consola.

 

El cierre se vuelve especialmente interesante. «Paradise Lost» es, quizá, el intento más ambicioso del disco: un tema largo, de tempo contenido, que juega con climas y atmósferas. Aquí la mezcla se torna más espaciosa, menos comprimida, dejando respirar a la instrumentación. Y cuando finalmente irrumpe «Tear It Down (R.N.R.R.)», el álbum regresa a lo visceral, con guitarras más secas, baterías más frontales y un Leckremo que se desgarra en una interpretación que suena mucho menos pulida —y, por eso mismo, más auténtica.

 

 

Ahora bien, el gran dilema de Welcome to the Future es que su factura técnica roza la perfección, pero su propuesta artística rara vez se arriesga. La producción es impecable, los arreglos están medidos al milímetro, los coros funcionan como maquinaria bien aceitada. Pero esa misma perfección deja una sensación de previsibilidad: ningún riff sorprende, ninguna progresión armónica rompe la norma, ningún puente se atreve a llevar al oyente a un terreno inesperado. Es como si el futuro que anuncia el título fuera, en realidad, una reafirmación del pasado glorioso del género.

 

En el contexto de la discografía de H.E.A.T, este álbum es un paso firme, una declaración de vigencia, una demostración de que la banda sabe exactamente lo que su público espera y lo entrega con contundencia. Sin embargo, para oídos acostumbrados a la disección técnica, la falta de riesgo se percibe como un vacío creativo. Un disco sólido, bien producido, con momentos brillantes pero que deja flotando la pregunta incómoda: ¿hasta cuándo alcanza con sonar perfecto sin intentar ser diferente?

 


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