12 de junio de 2025
Recinto Ferial IFEZA (Zamora)
Organiza: Z! Live Rock Fest
Redactor: Dr. Reifstein
Fotos: Juan Ramón Felipe
Stairway To Rock estuvo en Zamora para contaros, desde dentro, todo lo que ha dado de sí el décimo aniversario del Z! Live. La nota de la primera jornada de festival fue de diez sobre diez, un número muy a juego con el 10º aniversario.
La décima edición del Z! Live Rock Fest arrancó con una primera jornada marcada por la precisión técnica, la sobriedad escénica y una progresión in crescendo tanto en aforo como en intensidad. El público fue llegando poco a poco, pero a media tarde ya se respiraba el entusiasmo de las grandes citas. Ambiente relajado y feliz, buena entrada y ganas de metal por todos lados, con un fuerte acento en metal más progresivo, no solo por los cabeza de cartel de la jornada, si no por otras propuestas que probablemente sorprendieron incluso más, como la de los daneses Vola. Pasamos a contaros todo lo vivido, banda por banda:
After Lapse y la dificultad de abrir un festival.
El honor, y por qué no decirlo, la dura tarea de abrir el festival recayó en los madrileños After Lapse, que salieron con el entusiasmo de quien cumple un sueño (aunque algunos de sus componentes no son recién llegados, como Roberto Cappa (Dark Moor), Javier Palacios (Centinela) o Pablo Sancha (Delÿrium). A favor de ellos diremos que se enfrentaron a un reto doble, ya que además de abrir el festival (por cierto, de los tres días, en este notamos que la primera banda tuvo mayor asistencia), estrenaron vocalista, que ingresó en la banda tan solo dos semanas antes. El elegido, Erik Rayne, demostró completa solvencia y, si no hubiera sido por que lo anunciaron, apostamos por que gran parte del público jamás hubiera reparado en este detalle.
La actuación, en la que brillaron especialmente los temas de su reciente Pathways (por cierto, discazo que no deberíais perderos), tuvo algún que otro problema de sonido. Este hecho en ningún caso fue un problema. La banda supo transmitir que estaban felices de estar ahí, y quizás se hubieran merecido una recepción un poco más entusiasta por parte del público, a pesar de su directo fresco y sobradamente competente en ejecución. En cualquier caso, dejaron una impresión muy positiva en los que supieron valorar su propuesta. Y no dejaremos de mencionar a modo anecdótico lo mucho que se nos pareció Javier al mismísimo Joey DeMaio.
Volando van, volando vienen.
A plena luz del día salió Vola, en un puesto que nos atrevemos a decir que era del todo inmerecido. Con el festival finalizado, podemos afirmar que la actuación de Vola fue una de las mejores de todo el festival: ejecución sin fisuras, despliegue instrumental impecable y un batería (Adam Janzi) cuya forma de tocar tan especial no dejó indiferente a nadie. No solo por la perfecta y compleja ejecución de los temas, sino también porque a nivel estético toca de forma “etérea”… como sobrevolando los platos, bombos y timbales, sacando petróleo de cada elemento del kit, sin mostrar apenas esfuerzo, con la precisión de un cirujano… un espectáculo.
Por su parte, el vocalista y guitarrista Asger Mygind también sorprendió a propios y extraños con su perfecta ejecución vocal de los temas, aunque no podemos dejar de mencionar al resto de la banda… ¡de diez! En conjunto, un directo para enmarcar, en el que gozaron de un sonido PERFECTO (sí, con mayúsculas). Si no fueron los ganadores de la jornada fue por poco (en un horario mejor y con más tiempo de actuación, se la hubieran llevado de calle). Nos regalaron 10 temas, la mayoría de sus dos lanzamientos más recientes (4 de Friend Of A Phantom y 5 de Witness). Poco, supo a muy poco…
Kissin’ Dynamite: actuación de 4,184 gigajulios (lo que viene a ser una tonelada de TNT).
La nota más festiva de esta primera jornada la aportaron los germanos Kissin’ Dynamite, con su hard rock directo y sin concesiones. Mucha energía, cero artificios, y un concierto que cumplió con las expectativas que se tenían de ellos. A diferencia de la mayoría de las bandas que actuaron en el festival (esto es algo que comentaremos en nuestra crónica de cierre), los Kissin´ interactuaron activamente con el público y supieron metérselo en el bolsillo casi desde el minuto cero.
En cuanto al repertorio, fue ciertamente predecible, cargado de himnos imprescindibles como “Back With a Bang”, “DNA”, “I Will Be King” o el tema de cierre “Raise Your Glass”. Su vocalista Hannes Braun exhibió su habitual carisma, no paró quieto, se divirtió y nos divirtió. Como nota negativa, el sonido no fue perfecto (¿pasaba algo en el Silver Stage?), lo que impactó en el inicio del festival especialmente en la voz, prácticamente inaudible. En resumen, una actuación marca de la casa, energética y festiva, con total complicidad del público gracias al despliegue de carisma y presencia escénica de la banda. Una apuesta segura en cualquier festival.
Nile: calidad y oscuridad (no apta para todos los públicos).
Los Nile supieron aportar la parte más contundente de la jornada, sin dejar de poner en valor el plano técnico. Los asistentes a su concierto fueron arrastrados irremediablemente a la oscuridad, con su death metal brutal y técnico, aunque con un sonido «no del todo fino». Interpretaron clásicos de la banda como “Sacrifice Unto Sebek”, “Lashed to the Slave Stick” y “Black Seeds of Vengeance”. Como suele pasar en las bandas de death, brilló, y mucho, su inmenso batería George Kollias. Como comentábamos antes, también aparecieron ciertos problemas técnicos que restaron nitidez al sonido en general.
En definitiva, fue una actuación potente y sin concesiones, con un batería magistral, perfecta para los que disfrutan del death más técnico (aunque disfrutables también para los “no tan seguidores” como es mi caso, ya solo por el despliegue técnico en el escenario). Es necesario poner en valor la variedad de estilos dentro de un festival, por lo que propuestas como la de Nile son sin duda siempre bienvenidas, y necesarias.
Exodus: más de 40 años de veteranía les avalan.
Nada más pisar el Silver Stage, Exodus impuso su ley sin concesiones, con el nivel de contundencia esperable. Era una de las actuaciones señaladas del día, y por supuesto, con el añadido de la re-incorporación de su frontman Rob Dukes, con esa voz áspera y combativa que cortó el aire desde “Bonded by Blood”, despertando una energía casi inmediata entre el público. Gary Holt y Lee Altus comenzaron a intercambiar riffs agresivos, demostrando por qué su conexión como dupla, forjada a lo largo de décadas, sigue siendo una de las más poderosas en el thrash americano de la bahía de San Francisco, que tantas alegrías ha dado al estilo.
La sección rítmica, con Jack Gibson y Tom Hunting, ejecutó su papel de forma implacable. Hunting, veterano incansable, golpeó la batería con una fuerza que desmentía su experiencia, casi adolescente en intensidad. El show fue una sucesión imparable: “The Toxic Waltz” detonó un wall of death, mientras que “Blood In, Blood Out” evidenció que Dukes domina el escenario, moviéndose y conectando con autoridad con la audiencia. En resumen, Exodus ofreció un recital imponente, con un frontman en plena forma, guitarras contundentes y una coordinación rítmica demoledora. Si bien hubo momentos en que la producción falló ligeramente, el torrente de energía y el repertorio clásico hicieron olvidar cualquier detalle técnico.
Meshuggah y el arte de dar “djentazos” con precisión quirúrgica.
En los albores del atardecer comenzaba el gran bloque técnico del día, (con permiso de Vola). Sin duda fue el mejor momento, en el que poco a poco la noche iba ganando terreno, lo que favoreció ese ambiente hipnótico que solo unos pocos elegidos como los suecos saben generar. Los Meshuggah demostraron por qué son referencia absoluta en el metal de precisión extrema, con un concierto quirúrgico, medido al milímetro, sin concesiones ni errores. El inicio fue inusitadamente denso, enlazando de forma directa la inicial “Broken Cog” con “Violent Sleep of Reason”. El no hacer interrupciones entre los temas (en general la tónica general de su actuación) incrementó sobremanera la densidad sonora de su propuesta.
Como siempre, Tomas Haake y su espectacular batería polirrítmica fue la principal fuerza impulsora de la experiencia sónica. Cada golpe se percibía como mediado por una lógica distinta, casi matemática. Como si estuvieran tocando varios relojes desfasados a la vez… ¡y de repente todos dieran la hora exacta! En el centro, Jens Kidman, con su voz cavernosa, mantenía la presión vocal, mientras las guitarras de ocho cuerdas de Thordendal y Hagström tejían texturas densas y pesadas, sin fisuras y sin margen alguno para el error.
Puro goce para sus seguidores, aunque me consta también que su propuesta no llegó tanto al público más “tradicional”… ¡cuestión de gustos! El montaje escénico también nos gustó, lleno de telones de diferente tamaño que daban la impresión de copar todo el espacio, aunque a nivel de medios se llevaron la palma los láseres que aparecieron de forma recurrente durante la actuación, que intensificaban el carácter casi ritual del set, estando en perfecta sincronía con la experiencia sónica que emanaba de los altavoces. Destacaron piezas como la eterna “Bleed”, “Rational Gaze” , “Combustion” (felizmente recuperada en esta gira), y la elegida para el cierre “Demiurge”. En muchos momentos la propuesta resultó polarizante: algunos espectáculos más accesibles brillan más temprano, pero aquí el reto era dejarse envolver por esa complejidad sonora cuando no eres seguidor habitual de la banda.
En resumen, Meshuggah ofreció un viaje sonoro exigente que supo transmitir una sensación constante de tensión y desplazamiento, como si la música se estuviera moviendo “en espiral”. No fue un concierto para todos (es una propuesta que puede llegar a desorientar), pero para los que entraron en esa lógica polirrítmica, fue una demostración de virtuosismo y originalidad dentro del metal contemporáneo. A pesar de todo, lo divisivo de la experiencia reabre el eterno debate sobre la presencia de grupos “modernos” en festivales de corte más “tradicional”… yo lo tengo claro: aquí cabemos todos.
Dream Theater: no sobrevive el más fuerte, sino el que mejor se adapta.
El momento más esperado de la noche fue, como no podía ser de otra manera, el único show de Dream Theater en un festival español en todo 2025. A diferencia de su concierto del año pasado en Madrid, la lógica del tiempo disponible hizo que prescindieran de su habitual intro extendida con proyecciones de la historia de la banda. En su lugar, la banda sencillamente tomó el escenario con la autoridad del que se sabe ganador del día, y comenzó su despliegue técnico, para el delirio de los asistentes.
A pesar de no ser ya la primera vez en nuestro país, sigue siendo reseñable el regreso de Mike Portnoy a la batería, y es desde el primer golpe de bombo, quedó claro que Portnoy no solo ha vuelto: está aquí para quedarse. Su presencia dominó el escenario con energía renovada, aportando groove, carisma y precisión a una maquinaria que llevaba más de una década sin él. Lejos de limitarse a repetir fórmulas pasadas, el quinteto ofreció un repertorio equilibrado que viajó entre los grandes clásicos y cortes recientes.
No obstante, creemos que el setlist estuvo descaradamente adaptado para minimizar las carencias actuales de James LaBrie, que se defendió con dignidad, aunque hubo momentos en los que el margen de mejora fue más que evidente, como en la inicial “Strange Déjà Vu” y en “Under a Glass Moon”. La banda sonó como siempre, lo cual no es cosa de poco. Compacta, elegante, sobria y sin fisuras. De fondo las proyecciones habituales acompañando los temas, y nada de pirotecnia ni excesos visuales. Eso sí, las luces volvieron a destacar, al igual que en Messuhggah.
Personalmente, el set list me encantó (a pesar de lo mencionado anteriormente), y es que recuperar temazos como “Peruvian Skies” o “The Dark Eternal Night” (recuperando su proyección de la banda en plan “cartoon”) fue un lujazo para los que tuvimos la suerte de presenciar su set completo en el concierto de La Cubierta de Leganés. Parasomnia gusta mucho, y los dos temas que cayeron del mismo (“Night Terror” y “Midnight Messiah” tuvieron un nivel de recepción similar a otros clásicos de los neoyorkinos).
En general, el nivel musical fue sencillamente intachable: Rudess deslizándose entre por su espectacular teclado como un prestidigitador, John Myung, silencioso e imponente, mantuvo la columna vertebral del sonido con precisión matemática, y John Petrucci desplegando sus solos vertiginosos, riffs milimétricos y con un control absoluto del tempo (a nivel instrumental me quedo con “Fatal Tragedy”). El cierre se llevó a cabo con “As I Am” (ni un pero a la ejecución de Labrie en este tema), seguido de la inevitable “Pull Me Under”.
Dream Theater volvió a ofrecer una clase magistral de cómo se construye una leyenda sobre el escenario. Con ellos, el Z! Live 2025 arrancó por todo lo alto, demostrando que su apuesta por grandes nombres internacionales y una organización cuidada sigue dando frutos. Y lo que es más importante: que la música progresiva, cuando se ejecuta con alma y precisión, puede ser tan arrolladora como cualquier otro género.
Rotting Christ: no lo vimos venir (y pedimos perdón por ello).
Tras el paso arrollador de Dream Theater, tocaba zambullirse en el mundo de la oscuridad. Parecía que ya estaba todo dicho, pero que gran error. Actuar justo después de los grandes cabezas de cartel nunca es tarea sencilla, pero los atenienses tenían claro que debían conquistar al público de inmediato, todavía embelesado por el show anterior. Y lo lograron sin titubeos. Los hermanos Tolis pisaron el escenario, trayendo consigo el característico manto de misticismo y agresividad que los define, ofreciendo posiblemente el mejor sonido de toda la jornada (Copper Stage wins!): compactos, intensos y con ese hermanamiento mediterráneo que nos recordaron varias veces a lo largo de su sobresaliente actuación.
Moviéndose con solvencia entre el black metal melódico adornado con matices góticos, ofrecieron un repertorio que atrapó desde los primeros acordes. No faltaron temas recientes como “Fire, God And Fear” y “Like Father, Like Son” junto a piezas ya clásicas como” Elthe Kyrie” o la poderosa “Non Serviam”, aunque destacaré especialmente el cierre con “Grandis Spiritus Diavolos”. Sakis Tolis, al frente como vocalista y guitarrista, guió el ritual con firmeza y cercanía, esforzándose por comunicarse en español y conectar así con la audiencia. Mientras tanto, Themis Tolis sostuvo con apabullante soltura la estructura rítmica desde la batería con una pegada demoledora. Sus compañeros de escenario, Vaggelis Karzis y George Emmanuel estuvieron igualmente brillantes. Rotting Christ consiguió que la noche siguiera ardiendo, esta vez bajo su fuego oscuro que nos heló el corazón (¡pero en el buen sentido!).
Vita Imana: como el buen vino, pero con mucha mala leche.
Cuando el reloj rozaba las dos de la mañana aparecieron los Vita Imana, con su mezcla de potencia e intensidad habitual, poniendo el broche a un primer día sólido, bien ejecutado y sin errores técnicos. Tras veinte años de trayectoria, el grupo ha sido siempre sinónimo de fuerza y autenticidad. Sin duda meritorio, ya que lograron insuflar “Vita” en el evidente cansancio del respetable.
Mero Mero ya no es el nuevo vocalista, y es que tras varios años de su llegada, se notan las tablas… dio una actuación brillante, y su voz desgarrada fue capaz de desgarrar nuestros sentidos. Por lo demás, la mezcla brutal de metal y percusión tribal nos demostró el nivel de madurez alcanzado por la banda, y probablemente firmó la mejor actuación de cierre del festival.

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