The Darkness – Dreams On Toast

74/100

28 de marzo de 2025
Cooking Vinyl

 
Hay discos que llegan como un golpe inesperado y otros que, como una tostada que lentamente se dora, requieren de tiempo y atención para revelar su esencia. Dreams On Toast, el octavo álbum de The Darkness, pertenece a esta última categoría: no sorprende por rupturas radicales, sino por la manera calculada en que reafirma la identidad de la banda, consolidando una narrativa sonora que ha evolucionado sin perder su núcleo escénico y teatral.

 
Desde el primer acorde, la electricidad característica de la banda se deja sentir. Justin Hawkins, con su falsete que desafía la gravedad tonal, parece pasearse por un escenario imaginario, invitándonos a recorrer los mundos que la banda ha construido durante más de dos décadas. La guitarra de Dan Hawkins se muestra afilada, precisa, casi escultórica, recordándonos que detrás de la teatralidad hay un trabajo técnico riguroso. La batería y el bajo no solo sostienen la estructura; actúan como un entramado complejo que guía al oyente a través de los altibajos emocionales del disco. La producción, cuidada hasta el extremo, da sensación de espacio y claridad, permitiendo que cada instrumento respire y que cada matiz se aprecie con detalle, aunque esto, paradójicamente, puede hacer que la crudeza que tanto fascinaba en los primeros discos se sienta ligeramente atenuada.
 

El álbum se abre con “Rock and Roll Party Cowboy”, un arranque explosivo que encapsula la esencia fiestera y descarada de la banda. Los riffs son rápidos, los coros se sienten diseñados para un estadio y la energía es inmediata, dejando claro que The Darkness todavía sabe cómo encender el ánimo de su público. “I Hate Myself” mantiene, o incluso aumenta esta velocidad, dejándonos con un crescendo que se va apoderando de nuestros pies. Este toque Mercuriano que tiene este tema creo que le da un punto extra.
 


 
Con “Hot on My Tail”, la banda retoma la teatralidad y nos transporta a un rancho de Texas, sombrero vaquero incluido, donde, con esa letra con un sentido de humor irónico todo cobra un doble sentido, mientras que “Mortal Dread” es algo más simplona y se mantiene en la línea de lo que viene siendo The Darkness. mientras que “Don’t Need Sunshine” adopta un cáliz más melódico, dejando que la textura vocal y la armonía definan el ambiente sin recurrir a la saturación instrumental.
 

“The Longest Kiss”, con su duración compacta, se siente como un interludio elegante; un tema que demuestra que la banda puede comunicar mucho con poco, centrándose en fraseos delicados y un groove sutil. En cambio, “The Battle for Gadget Land” vuelve a subir la adrenalina, donde guitarra y batería se enfrentan como protagonistas de una batalla sonora, subrayando la capacidad de The Darkness para fusionar sin miedo, estilos, riffs, humor, dramatismo y virtuosismo técnico.
 

 
“Cold Hearted Woman” es un punto alto en la emotividad del disco: combina una letra más introspectiva con un acompañamiento instrumental controlado, dejando que la expresión vocal domine la escena y finalmente, “Walking Through Fire” y «Weekend in Rome» cierran el álbum con una sensación de resolución; dos tracks que equilibran entre ellos energía y melancolía, recordando que, detrás de la teatralidad y la diversión, la banda conserva un sentido de narrativa y dirección musical claro.

 

 
En conjunto, Dreams On Toast funciona como un equilibrio entre fiesta y drama, intensidad y sutileza, demostrando que la banda aún domina tanto la teatralidad del rock como la precisión técnica. No reinventan el género, pero consolidan su identidad y ofrecen momentos memorables en casi cada tema.

 
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