26 de junio de 2025
Complejo deportivo de Lavandeiras (Viveiro)
Organiza: Bring The Noise
Redactores: Olga Vidal y Dr. Reifstein
(ndr: en esta ocasión no hemos podido llevar fotografo/a acréditada, por lo que acompañamos la crónica con fotos proporcionadas por la organización)
El segundo día del Resurrection Fest estuvo caracterizado de nuevo por un clima caluroso, bandas para todos los gustos y grandes directos. El ambiente del primer día se repitió en este segundo, a pesar de estar a pleno jueves, incluso desde primera hora de la tarde. Los problemas de sonido de la primera jornada no estuvieron tan presentes en esta segunda, con lo cual los directos sonaron de lujo salvo casos puntuales. Como no podía ser de otra manera, Korn se llevaron la palma con un show impresionante que no decepcionó a los asistentes.
La amplia oferta de bandas y los inevitables solapamientos provocaron que la asistencia se mantuviera a tope en todos los escenarios a lo largo de la jornada. Desde shows más alternativos hasta otros más agresivos, se pudo ver de todo. Por un lado, gente acomodada a la sombra de los árboles o sentada cargando pilas mientras se aprieta una hamburguesa.
Mosh pits salvajes, circle pits enormes y crowdsurfers constantes por otro lado. Todo eso es el Resu: grupos de amigos, parejas o completos desconocidos disfrutando del ambiente y la buena música. La amplia oferta del festival nos impide mencionar a todas las bandas, aunque todas lo merecen. Haremos un resumen de lo que buenamente pudimos observar y disfrutar en este jueves.
El segundo día del Resurrection Fest tuvo grandes nombres en sus 4 escenarios. En el Main Stage destacamos el directo de Northlane. Lleno absoluto bajo el sol de las 5 de la tarde, con un derroche de adrenalina y energía brutales. Los australianos trajeron su metalcore adornado con ciertos detalles más alternativos y progresivos. No fue su primera visita en el festival gallego, pero muchos se llevaron la sorpresa de verlos por primera vez y no quedaron decepcionados. Llevaron algunos sonidos pregrabados, algo habitual en este tipo de géneros, especialmente si hay efectos electrónicos.
En paralelo, Empire of Disease reventaron la carpa del Chaos Stage con su thrash combinado con death. La banda vasca salió a dejarse la piel, y mantuvieron alto el nivel de energía entre los asistentes. Como es habitual en la carpa, no pararon los mosh pits ni la buena actitud entregada de los presentes. El sonido, una vez más, no fue de 10, pero cumplió su cometido y los asistentes (que llenaron la carpa) disfrutaron del show.
A continuación y para los amantes de géneros más clásicos, Death Angel regaló un show que fue un contraste considerable frente a lo que acabábamos de presenciar con Northlane. Con su thrash clásico y agresivo, fue un deleite de riffs y brutalidad. Destacan especialmente las guitarras y una voz que no se escucha todos los días. La recepción por parte de los asistentes amantes de bandas veteranas como esta fue positiva.
Volvemos al Chaos Stage, donde Guilt Trip ofrecieron un mejorado sonido ante una afluencia de asistentes creciente. Su potente hardcore fue la delicia del personal para continuar con la jornada de jueves antes de los platos fuertes de la noche. La banda de Manchester desplegaron adrenalina y energía a raudales con un directo muy dinámico, acelerado y que pasó en un suspiro.
Llegábamos a uno de los momentos álgidos de la tarde del jueves, esta vez en el Ritual Stage, en donde se vivió un show muy esperado por parte de Municipal Waste. Los entregados asistentes se contagiaron de la potencia del sonido de la banda. Otro regalo thrashero de parte de la organización. Los mosh pits no se hicieron esperar, y recibieron a la banda americana sin piedad. El estilo abrupto y agresivo de Municipal Waste fue del gusto de los asistentes, que se empaparon de la energía vertida en el Ritual Stage.
Gracias a nuestro don de la ubicuidad, en paralelo pudimos presenciar la descarga de Conan en el Desert Stage (poco se valora la oferta musical que nos brinda este escenario). Allí comparecieron los británicos, que aparecieron en el escenario, se pusieron sus instrumentos y sin mayores miramientos, se pusieron a desplegar su característico muro de sonido, con “Foeman´s Flesh”.
A pesar de que el público aún estaba disperso, con huecos visibles frente al escenario, el trío de Liverpool supo enganchar con un recital demoledor y sin contemplaciones que convirtió el Desert Stage en una ciénaga de distorsión. Le siguieron “Desolation Hexx” Y “Ritual of Anonymity”, en un in crescendo absoluto, a lo que el público respondió en número e intensidad crecientes. El sludge/doom de Conan, de muy elevada densidad, ultra-distorsionado y envolvente, generó una atmósfera opresiva que nos sumió a todos en un trance casi ritual.
Su actitud fue del todo sobria y centrada exclusivamente en lo sonoro, en un formato que enlazó tema tras tema sin conceder tregua. El montaje, como en la mayoría de bandas del Desert Stage, fue discreto, y más teniendo en cuenta la hora del día que era, por lo que las luces tampoco podían dar mucho más juego, y nos tuvimos que conformar con la aparición esporádica de humo.
Pasada la media hora de actuación, el cantante y guitarrista Jon Davis se dirigió por primera vez al público para pedirle que se acercara, terminando de llenar los huecos en las primeras filas, a lo que la gente obedeció sin chistar. Tras declarar lo mucho que les gustaba estar de vuelta en el Resu, continuaron con piezas como “Hawk as Weapon” o “Satsumo”, ejecutadas con una precisión letal.
Encararon el cierre de la actuación con “Foehammer”, tema que elevó claramente las revoluciones. A continuación nos regalaron “Frozen Edges of the Wound”, momento en el cual se empezó a notar cierto éxodo de público hacia el Main Stage para asistir a la descarga de Lindemann (ellos se lo perdieron). Para el cierre, “Invinciblade” y “Volt Thrower”, coronando una experiencia inmersiva y brutal, que dejó al escenario retumbando durante minutos tras su cierre.
Sin mucha prisa, volvemos al Main Stage a presenciar a uno de los cabezas de cartel del día, el nada discreto Till Lindemann. El show del vocalista de Rammstein fue sin duda uno de los más comentados del festival, y no solo por su despliegue visual. Con una puesta en escena teatral, grotesca y provocadora, Lindemann ofreció un espectáculo entre el cabaret industrial y el circo macabro.
Desde la inicial “Zunge”, con imágenes inquietantes proyectadas y una puesta de luces que dominaba el escenario, el espectáculo (no lo llamaré concierto) fue absolutamente clónico (la principal diferencia, la tipología de público) con respecto al que ofrecerían unos días después en el Imperium Festival, por lo que os remitiremos a la crónica que publicamos en Stairway To Rock, añadiendo algunas reflexiones marca de la casa.
Y es que, más allá del despliegue visual, impecable, sí, pero también previsible, la propuesta musical de Till Lindemann en solitario se antoja ramplona, casi secundaria. La mayoría del repertorio pertenece a su etapa más reciente en solitario, especialmente del álbum Zunge con varias canciones proceden de los discos realizados junto a Peter Tägtgren bajo el nombre Lindemann. Sin ser malos discos, son propuestas que también impactan por las letras, pero a nivel musical no dejan de ser una suerte de Rammstein diluido. Como detalle curioso, la versión de “Entre dos tierras” de Héroes del Silencio, que parece más un guiño de marketing a su público hispanohablante que a una nostalgia compartida (los zaragozanos alcanzaron de amplio éxito en tierras germanas).
Con todo esto, uno no puede evitar preguntarse: ¿qué quedaría si desnudáramos el show de todo artificio? Si sobre el escenario solo quedaran los músicos, los instrumentos y las canciones, ¿seguiría congregando a miles de personas? ¿o todo se basa precisamente en esa sobrecarga sensorial a base de fuego, sangre, luces, pantallas, coreografías y disfraces grotescos? ¿no estamos ante todo en un concierto de música? La duda queda ahí, flotando entre el humo de las bengalas y las sardinas voladoras.
En definitiva, presenciamos un show que se sostuvo más por la contundencia del sonido y la teatralidad que por la riqueza compositiva o la emoción interpretativa. Porque, al final, lo que vimos fue un espectáculo, sí, pero uno que parece más diseñado para impactar que para emocionar. Y aunque eso no sea necesariamente malo, conviene no confundirlo con lo que entendemos por un gran concierto.
Otro detalle a destacar, esta vez en forma de tirón de orejas para la organización: intentamos presenciar los primeros compases del show de Lindemann desde la parte alta de la zona “VIP”, conocida como Pandemonium, dada la importancia visual de su propuesta. Sin embargo, el acceso se encontraba cerrado por motivos de seguridad (ya había demasiada gente arriba).
Si bien entendemos y compartimos la necesidad de priorizar la seguridad por encima de todo, no resulta del todo coherente que quienes pagan un sobrecoste importante por una experiencia premium vean limitada esa ventaja. Quizá sería más razonable plantearse una de dos: o bien reducir la venta de entradas Pandemonium, o bien ampliar y reforzar la estructura para que realmente ofrezca el valor añadido que promete.
Seguimos con los irreverentes y descarados Heredeiros da Crus protagonizaron uno de los caramelitos de la noche de jueves. Tener justo antes del cabeza de cartel del día a una agrupación con letras en gallego, es lo que menos se puede esperar de un festival en Galicia. Como representantes de su tierra: un sobresaliente.
La energía que desprende su música va a juego con su actitud sobre las tablas. Sus letras cachondas bañadas en hard rock son uno de sus puntos fuertes. Coreadas por los asistentes hasta dejarse la voz, no faltaron clásicos como “Quero Josar” o “Que Jallo é”. Uno de los momentos más especiales llegó con “Corasón de Carballo”. El carismático Javi Maneiro sentó al público y bajó a cantarla con ellos, un momento especial y de mucha intimidad.
No faltó tampoco la diversión, con Tonhito de Poi disfrazado de Karol G sulfatando a los asistentes. Algo difícil de lograr considerando la gran afluencia en los alrededores del Ritual Stage a pocos minutos del comienzo de Korn, nada menos. El final con “De Jalisia ó Extranxeiro” dejó gran sabor de boca a los presentes, que vivieron con alegría y nostalgia uno de los mejores directos de jueves.
Mientras Heredeiros da Crus hacían lo suyo, también presenciamos la descarga de El Altar del Holocausto. La banda salmantina ofreció un oasis espiritual entre tanto metal extremo. Ataviados con su habitual indumentaria de túnicas blancas y capuchas nazarenas, desplegaron una liturgia sonora intensa y emocional, entre el post-rock, el doom y el ambient.
Su actuación fue una de las más singulares del día. Ya antes de que comenzara, el Desert Stage estaba abarrotado, lo que dificultaba avanzar hasta las primeras filas. Un claro reflejo de que, pese a su propuesta tan poco convencional, han logrado consolidar una base de seguidores fieles y entusiastas. El concierto arrancó con «Act II – RESVRRECTIONEM», título ideal para la ocasión, y continuó con «Act I – CRVCIS», marcando un inicio solemne. La iluminación, dominada por tonos rojos, reforzaba ese ambiente místico que tan bien saben construir.
El sonido fue excelente: guitarras atmosféricas, batería nítida y una ambientación muy cuidada. Eso sí, la voz… ¡no se escuchó nada! (vale, broma fácil). Precisamente ahí radica parte del mérito. Sin estribillos, sin rostro visible ni palabra, logran comunicar. En un contexto donde lo visual y lo verbal dominan, ellos prescinden de todo y, aun así, llegan. Su forma de moverse, de construir dinámicas y transmitir emoción con la música, habla por sí sola.
Uno de los pocos momentos de palabra llegó tras «Lucas I, 26-38», cuando la banda se dirigió brevemente al público. Ya en el tramo final, y pese a que parte del público se desplazaba hacia el Main Stage para ver a Korn, pidieron un wall of death que fue respondido con entusiasmo. Porque lo suyo también puede ser catártico y físico, aunque venga envuelto en solemnidad.
Cerraron con «El que es bueno, es libre aun cuando sea esclavo; El que es malo, es esclavo aunque sea rey», y lo hicieron lanzando al público una auténtica lluvia de objetos: púas, pósters, carteles, merchandising… Un gesto generoso que redondeó una actuación tan singular como inolvidable.
Llegaba el momento de la redención. Miles de personas guardaban sitio para el plato fuerte de la noche. Avalados por sus 3 décadas de experiencia, y con el hype acumulado por su cancelación en 2022, el resultado del directo de Korn fue para el recuerdo. La cancelación sorpresa en el último día en la mencionada edición fue devastadora para los asistentes. Sin embargo, en su momento se vieron todo tipo de reacciones. Algunos se fueron furiosos, otros se rieron de la situación con memes de «kornsternación».
Sin embargo, la espera terminó y la expectación fue enorme. Salieron airosos, y cumplieron las expectativas de sus ansiosos aficionados. El sonido fue arrollador (especialmente en las primeras filas, ya que atrás la voz se perdía un poco). Además llevaron 5 piezas de luces que crearon efectos imponentes en el Main Stage, acompañados por elementos visuales en las pantallas. Ellos estuvieron brillantes en su estilo, y no faltaron los clásicos que los llevaron a lo más alto en su género.
Se desata la locura desde las primeras notas de “Blind”. Cuando al fin despegó a grito de “Are you ready?”, miles de personas saltaron con Korn mientras salían finalmente a escena. Jonathan Davis y los suyos se metieron al público en el bolsillo con un setlist que no bajó el nivel. No defraudaron con su interpretación, ya que siguen en plena forma. Davis no bajó el nivel con su particular técnica vocal, y hasta regaló a los presentes unas notas con su gaita.
Cada parte de la banda cumplió su papel con creces, y el resultado final habla por sí solo. Las reacciones del público ante cada clásico que se iban sacando del bolsillo era de pura locura. Sonaron piezas que fueron todo un viaje a lo largo de su carrera: “Twist”, “Here to Stay”, “Got the Life”, “Did my Time”, “Shoots and Ladders” (con un poquito de “One”, de Metallica), “Ball Tongue” o “Cold” en una primera mitad que pasó en un suspiro.
Cerca del final se guardaron bajo la manga otras que no podían faltar como “Twisted Transistor”, “A.D.I.D.A.S.”, “Somebody Someone” y “Dirty”. El final llegó con las energías aun a tope, y se despidieron con “Y’All Want a Single”, “4 U”, “Falling Away From Me”, “Divine” y “Freak on a Leash”. Nos debían un concierto, y cumplieron. Con creces.
Retomamos el Desert Stage con la esperada actuación de Eagles of Death Metal, que ofrecieron uno de los conciertos más divertidos de todo el festival. Su propuesta rompió con la dureza del resto del cartel, ofreciendo una descarga de puro rock. Salieron bailando al son de “We Are Family”, transmitiendo un buen rollo inmediato que se mantuvo durante todo el show.
Jesse Hughes, carismático y cercano, bajó varias veces al foso para interactuar con el público, generando una complicidad poco habitual en el festival. El sonido fue potente y compacto, aunque la voz estuvo algo baja al principio, y no faltaron los juegos vocales con la audiencia, divertidos y nada excesivos. El setlist fue una fiesta continua, con clásicos como “I Only Want You” o “I Want You So Hard”, y versiones coreadas como “Save a Prayer”.
Uno de los momentos más emotivos llegó cuando un superviviente del atentado de Bataclán mostró un cartel desde el público; la banda lo invitó a subir al escenario, provocando una ovación unánime. Hughes agradeció al público: “thank you for resurrecting us”, en un juego de palabras que capturó a la perfección el espíritu del concierto: una celebración de la vida y del rock.
Hämatom desataron una tormenta de metal industrial en el Resu, con su habitual show tan teatral como abrasivo. El concierto arrancó con una grabación pregrabada y, a continuación, los miembros de la banda aparecieron con su indumentaria característica. Desplegaron su habitual y provocador directo a base de groove metal mezclado con industrial alemán, en una línea que recuerda a Rammstein pero con un enfoque más crudo y callejero (y por que no decirlo, divertido). El resultado fue una fiesta de caos controlado, donde la provocación el desconcierto inicial dieron paso a una entrega total. Una buena forma de cerrar la jornada en el Ritual Stage.
Los australianos Deez Nuts despidieron la carpa a última hora del jueves pasada ya la una de la madrugada. Energía y actitud a raudales que tuvo buen recibimiento por parte de unos asistentes que todavía tenían fuerzas tras una larga jornada de música y el intenso concierto de Korn. Los mosh pits no pararon, como es habitual en el Chaos Stage, especialmente con bandas de estos géneros. Banda querida entre los asistentes al festival y habituales del Chaos Stage.
Pusieron la guinda a una jornada plagada de música para todos los gustos, de mucha adrenalina y energía desprendida a lo largo de los 4 escenarios. Pese al protagonismo de Korn, fueron muchas las agrupaciones que dejaron momentos para el recuerdo en esta jornada de jueves. ¿Lo mejor? El festival tan solo estaba rozando su ecuador, y todavía faltaban dos días repletos de directos por delante.

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