78/100
Autopublicado
24 de octubre de 2025
La banda canadiense Sumo Cyco regresa con Neon Void, un trabajo autopublicado el 24 de octubre de 2025 que reafirma su espíritu independiente y su capacidad para romper moldes. Si algo ha definido siempre a Skye “Sever” Sweetnam y compañía es su valentía para combinar géneros aparentemente irreconciliables: punk, metal alternativo, pop industrial y electrónica, todo pasado por un filtro de energía rabiosa y teatralidad casi cinematográfica.
Un viaje eléctrico entre sombras y neones
Desde el inicio con “Shivers”, el disco marca el tono de lo que será una descarga vibrante y adictiva. Las guitarras se mezclan con sintetizadores de estética cyberpunk mientras la voz de Skye se mueve entre lo melódico y lo agresivo con la soltura de quien no teme a los extremos. Le sigue “Asteroid”, un torbellino de riffs afilados y estribillos luminosos, que recuerda por momentos a los primeros tiempos de No Doubt si se hubieran criado entre riffs de Rage Against the Machine.
En temas como “Villains” o “Pain/Love”, Sumo Cyco demuestra que su madurez no ha apagado su fuego: hablan de dualidades, de esa lucha entre la autodestrucción y el empoderamiento, entre la luz y la oscuridad. La producción, completamente autopilotada, suena limpia y moderna, con una contundencia que muchos sellos grandes envidiarían.
Reinventarse sin perder el caos
La segunda mitad del álbum, con cortes como “Clockwork” y “Boring”, apuesta por estructuras más experimentales, donde la voz de Sever se multiplica entre coros, gritos y efectos que evocan a Mindless Self Indulgence y Icon for Hire. El cierre, con “Until Today”, actúa como un manifiesto de supervivencia emocional: un recordatorio de que el caos puede ser también una forma de encontrar equilibrio.
Neon Void no es un disco que busque gustar a todos, y ahí radica su fuerza. Es una declaración de independencia artística, una reafirmación de identidad y una explosión de creatividad sin filtros. Sumo Cyco ha vuelto más fuerte, más oscuro y más brillante que nunca, desafiando las etiquetas y demostrando que el DIY, cuando se hace con alma y rabia, puede brillar más que cualquier neón.
Mi nombre es Irene, y todo el mundo me conoce por mi apellido Kilmister adquirido por el que ha sido y será mi mayor ídolo en esta vida. Lo cierto es que yo empecé en esto de la fotografía sin pensarlo mucho. Era la típica amiga de la cámara, pero de que me quise dar cuenta me propusieron entrar a colaborar en un medio profesional en 2017 y desde ahí he pasado de ser esa amiga de la cámara a evolucionar y coinvertirme en lo que conocéis ahora.
Apasionada de la música en todos sus géneros y amante de la lectura y los conciertos, aunque mi verdadera profesión no tenga nada que ver con todo esto.
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