Rhapsody: Dawn of Victory:  25 años de Gloria Perpetua

Dawn of Victory

30 de octubre del 2000

Limb Music Products

En otoño de 2000, el power metal europeo vivía uno de sus momentos de mayor expansión. El género, tras haber consolidado una segunda juventud con Stratovarius, Blind Guardian, Gamma Ray y Angra, buscaba nuevos terrenos donde fusionar la épica con la técnica. Fue entonces cuando Rhapsody, la banda italiana liderada por Luca Turilli y Alex Staropoli, lanzó Dawn of Victory a través de Limb Music y Nuclear Blast, completando una trilogía conceptual que se había iniciado con Legendary Tales (1997) y Symphony of Enchanted Lands (1998).

 

Aquella tercera entrega no solo reforzó el imaginario de fantasía heroica del grupo, sino que refinó su propuesta estética: el sinfonismo neoclásico dejó de ser adorno para convertirse en estructura compositiva. Si los dos primeros discos habían sorprendido por su grandilocuencia, Dawn of Victory demostró que Rhapsody era capaz de dominar su propio exceso con una precisión técnica pocas veces vista en el metal europeo del cambio de milenio.

 

El disco

Grabado entre los estudios Gate y Pathway de Wolfsburg, Alemania, bajo la producción de Sascha Paeth y Miro (Heaven’s Gate)—el dúo responsable del sonido que también definía a Avantasia o Angra—, este disco se beneficia de un equilibrio inusual entre orquestación y potencia eléctrica. Turilli, en declaraciones recogidas por Metal Hammer (n.º 59, octubre 2000), aseguraba:

 

Queríamos un álbum que sonara como una banda sonora tocada con guitarras eléctricas. No hay efectos, no hay trucos: cada nota de la orquesta fue escrita en pentagrama, no en el teclado.”

 

Esta ambición técnica se traduce en arreglos que combinan modos frigios, escalas armónicas menores y cadencias barrocas, todo interpretado con precisión quirúrgica. El resultado, más que un disco de metal, es una obra sinfónica electrificada. ¡Todo muy Barroco!

 

El tema homónimo, “Dawn of Victory”, ejemplifica esta orientación: su estructura alterna pasajes de fanfarria con un estribillo melódico que se apoya en la voz aguda y cristalina de Fabio Lione, cuya interpretación es una lección de control de registro y dramatismo. Las guitarras de Turilli ejecutan secuencias arpegiadas en semicorcheas, dobladas con teclados de Staropoli que simulan secciones de cuerdas.

 

A diferencia de los primeros álbumes, el bajo de Alessandro Lotta y la batería de Alex Holzwarth están tratados con una claridad inusual, dándole al conjunto una definición cercana a la música clásica grabada, más que al metal convencional. En Rock Hard (n.º 159, noviembre 2000), el crítico Frank Albrecht señalaba:

 

Rhapsody ha alcanzado una perfección de sonido que roza lo obsesivo; es un equilibrio entre la técnica de un estudio alemán y la exuberancia italiana del barroco.”

 

Los temas de apertura, “Lux Triumphans” y “Dawn of Victory”, operan como apertura y manifiesto. A partir de ahí, la narrativa sonora se despliega como una batalla continua, entre la melodía y la agresión: “Triumph for My Magic Steel” y “The Village of Dwarves” son ejemplos de cómo el grupo combina velocidad (más de 180 bpm) con progresiones armónicas de raíz clásica. En estos cortes, la batería de Holzwarth —quien venía de Angra— ofrece un fraseo que prioriza la musicalidad sobre la brutalidad, empleando acentos cruzados y ride patterns en compases de 6/8 y 12/8. Según la reseña de Metal Observer (diciembre 2000),

 

La técnica de percusión de Holzwarth dota al álbum de una elegancia rítmica inédita en el power metal europeo; su batería actúa como una orquesta de timbales.”

 

El elemento coral y orquestal alcanza aquí una madurez que trasciende la estética del adorno. Las secciones de cuerdas y metales —interpretadas por músicos reales y reforzadas por samplers Korg Trinity— están escritas en múltiples voces contrapuntísticas. Paeth y Miro, responsables de la mezcla, optaron por situar las guitarras y la orquesta en planos equivalentes, eliminando la jerarquía habitual en el metal, donde el riff es protagonista. Esto confiere al disco una tridimensionalidad sonora que anticipa la mezcla de estilos que años después adoptaría Nightwish. En palabras de Turilli, en una entrevista con Rock Hard Italia (diciembre 2000):

 

No queríamos un metal con arreglos, queríamos música clásica tocada con actitud metal.”

 

La producción digital fue uno de los puntos técnicos más debatidos en su momento. Algunos críticos señalaron que el sonido resultaba demasiado pulido. En Metal Hammer UK (noviembre 2000), Dave Everley escribió que…

 

Rhapsody ha encontrado su propio límite en la perfección: el álbum suena tan impecable que por momentos pierde el filo humano que el metal necesita.” Sin embargo, esa observación fue contrarrestada por medios como Metal Rules (enero 2001), donde el redactor Luxi Lahtinen afirmaba: “El equilibrio entre orquesta y distorsión es magistral; es música cinematográfica en el mejor sentido: visual, emocional y precisa.” Ambos juicios, aunque opuestos, confirman que Dawn of Victory logró algo infrecuente: redefinir los parámetros de producción dentro del género sin sacrificar su identidad.

 

En términos compositivos, el disco muestra una evolución notoria respecto a Symphony of Enchanted Lands. Los riffs son más definidos, los solos menos ornamentales, y la estructura de los temas sigue patrones de sonata y rondó, más que la típica forma verso-estribillo del metal melódico. “Holy Thunderforce”, por ejemplo, comienza con una introducción en trémolo a dos guitarras sobre una cadencia descendente, antes de desplegar un estribillo que combina coros homofónicos con una melodía ascendente en modo eolio.

 

La línea vocal de Lione alcanza el Do 5 sin aparente esfuerzo, sostenida por un vibrato lírico que recuerda tanto a Bruce Dickinson como a los tenores italianos de mediados del siglo XX. Greg Prato resumía el disco en AllMusic (2000) de la siguiente manera: “Rhapsody lleva el power metal a una dimensión operística; la voz de Lione actúa como narrador más que como cantante.”

 

El aspecto conceptual del disco también contribuye a su coherencia. Dawn of Victory continúa la saga del Guerrero Esmeralda, una narrativa de fantasía que Turilli y Staropoli desarrollaron como metáfora de lucha interna, revestida de imágenes épicas. Lejos de ser mero escapismo, el relato funciona como marco para la estructura musical: cada canción es un episodio que modula en tono y tempo de acuerdo con la progresión de la historia. La coherencia armónica entre los temas —todos en tonalidades relacionadas por terceras mayores— da al conjunto una continuidad poco habitual en el metal de su tiempo. En Metal Observer (diciembre 2000) se subrayaba:

 

El disco puede oírse como una única suite de 50 minutos; no hay relleno, sólo variaciones de un mismo motivo heroico.”

 

La técnica de grabación, pionera para su contexto, merece mención aparte. Paeth y Miro utilizaron grabación digital directa a 48 kHz en ADAT, con mezcla analógica final, lo que permitía mantener el rango dinámico sin saturación. Las guitarras de Turilli se registraron con amplificadores Mesa Boogie Triaxis y cabezales Peavey 5150, microfoneados con Shure SM57 y Neumann U87, mientras que los coros fueron grabados en capas múltiples, con la participación de cinco vocalistas adicionales.

 

La precisión del registro orquestal —en particular los metales y timbales— fue objeto de elogio en Sound on Sound Germany (enero 2001), donde se destacaba el uso de “micrófonos de condensador vintage Telefunken ELA M 251 para capturar la reverberación natural del estudio.” Ese nivel de detalle técnico era, en 2000, insólito para una banda de metal.

 

En lo lírico, el disco equilibra grandilocuencia y claridad. Turilli, que en entrevistas posteriores ha reconocido la influencia de la filosofía hermética y de Tolkien, escribe aquí con un tono menos florido que en los trabajos previos. Las letras de “Rain of a Thousand Flames” o “Triumph for My Magic Steel” no son simples narraciones fantásticas, sino alegorías sobre la persistencia y la autodeterminación. En una conversación con Loudwire (2020), al rememorar los 20 años del disco, el guitarrista decía:

 

Queríamos inspirar, no sólo entretener. Detrás de los dragones y las espadas hay un mensaje: el poder de la voluntad.”

 

Uno de los logros más notables de Dawn of Victory es su cohesión rítmica. Aunque la mayoría de los temas se mueven en métricas simples, las transiciones y cambios de compás están ejecutados con una naturalidad que revela la formación clásica de Staropoli. En “The Mighty Ride of the Firelord”, una suite de más de nueve minutos, los compases alternan entre 4/4, 6/8 y 7/8 sin ruptura perceptible.

 

La orquestación combina modulaciones menores con corales de estilo renacentista. Rock Hard (noviembre 2000) lo describía con precisión: “Es como si Bach hubiera nacido en Trieste y hubiese crecido escuchando Iron Maiden.” Esa frase, con el paso del tiempo, se convirtió en una de las definiciones más repetidas del estilo de Rhapsody: una síntesis imposible entre el contrapunto barroco y el metal heroico.

 

Veredicto

En lo referente a la recepción, Dawn of Victory obtuvo críticas mayoritariamente positivas. En Rock Hard Alemania recibió 8,5/10, y Metal Hammer UK lo incluyó en su lista de los “10 Power Metal Albums of the Year 2000.” En cambio, algunos críticos más puristas lo consideraron excesivamente teatral. Kerrang! (diciembre 2000, n.º 832) escribió que “Rhapsody lleva el concepto del metal sinfónico al límite del pastiche, pero lo hace con tanta convicción que resulta imposible no rendirse.”

 

Con el tiempo, esa aparente exageración se convirtió en virtud. Para 2015, Metal Injection lo señalaba como “una obra cumbre de la producción neoclásica europea”, subrayando su influencia sobre bandas como Twilight Force, Gloryhammer o Powerwolf. La posteridad del álbum está marcada también por su papel de bisagra. Después de Dawn of Victory, Rhapsody alcanzaría un nivel de reconocimiento global inédito para una banda italiana de metal: giras por Japón, Sudamérica y Norteamérica; vídeos rotando en MTV2; presencia en festivales mainstream como Wacken Open Air.

 

Pero, paradójicamente, ese éxito fue también el principio de un desgaste interno que culminaría en la escisión de 2011 por un lado Rhapsody of Fire y por otro Luca Turilli’s Rhapsody. En retrospectiva, Dawn of Victory parece la cima y, a la vez, el punto de equilibrio antes del desbordamiento. Es el momento en que la técnica, la inspiración y la producción alcanzaron una armonía que la banda nunca volvió a repetir con igual pureza.

 


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