Canciones perfectas: «Painkiller» de Judas Priest

Hablar del Painkiller de Judas Priest es hablar de una de las piedras angularesmo puntos de inflexión de la historia del heavy metal. Dicho disco hace las funciones de piedra roseta y el tiempo y la escena han hecho que, hablar del Painkiller, no sea hablar de un disco, sino de “El disco”. Muchos son los entendidos que describen tan magna obra simplemente como el mejor disco de la historia del heavy metal (Kai Hansen, por ejemplo), y es que pocas veces un disco ha marcado tanto como la criatura que parió el sacerdote Judas nada más se abrían las puertas de la década de los 90.

 

“Es un gran disco, sí. Lo editamos el último año antes de que Rob hiciera su propio proyecto por un tiempo. Y como bien dices, ese fue el disco perfecto para poder seguir adelante. Un poco es comparable a lo que hicimos el disco Turbo, que tuvo en el momento de edición una recepción con opiniones encontradas. Eso hizo que dejásemos los sintetizadores de guitarra de lado en el Ram It Down. (Ian Hill, bajista de Judas Priest)

 

Y es la primera canción del disco, la que marca ya de entrada lo que significa esta obra atemporal, que un servidor, considera el mejor disco de heavy metal de la historia, ya sublima. Hay muchas bandas que han intentado tocar el “Painkiller” de Judas Priest y los naufragios se cuentan por centenares. Ser capaz de tocarla es alcanzar la élite, especialmente a nivel vocal y con la batería. Todo lo apuntado en el Ram It Down anterior sube a otro estadio y nivel y los Judas son permeables a la influencia de un metal más duro. Y es que el sacerdote, a diferencia de Maiden o AC/DC no han mantenido el estilo incólumne y se atrevieron siempre a buscar nuevos caminos e influencias.

 

“Y comenzamos a explorar terrenos mucho más duros. Y luego, el paso adelante hacia esa dirección, obviamente fue Painkiller. Ese disco era una evolución del anterior. Fue un álbum muy duro: Painkiller. Fue la perfecta demostración de donde estábamos en ese momento musicalmente hablando. Y siempre destacará por eso. Es un gran disco y en él hay algunas canciones impresionantes. Y a partir de allí, Rob hizo su propia carrera por un tiempo al margen del grupo. Después regresamos con Angel of Retribution”. (Ian Hill, bajista de Judas Priest)

 

Marco histórico

Judas Priest a finales de los 80 ya habían tocado el cielo y a esas alturas podían vivir de rentas. Venían de dar otra vuelta de tuerca a un controvertido y criticado Ram It Down y cosechar varapalos por parte de prensa y fans como ya había sucedido con la experimentación tecnológica en Turbo Lover. La evolución
les acercó a coquetear con sonoridades más duras y agresivas, algo que resultó algo indigesto a muchos de sus incondicionales. A finales de los 80 Metallica ya son dominadores casi absolutos de la escena y están a las puertas de publicar su álbum negro que les confirmará como superventas acercándose a todos los públicos.

 

El hair metal ya está tocado y hundido y mientras da sus últimos coletazos agónicos, los Guns N’Roses no defraudarán a los que les señalan como futuros grandes: la continuación del Apetite For Destruction toma cuerpo en forma de dos discosque marcarán la década de los 90: los Use Your Illusion. En Europa unos tales Helloween firmarán dos discos que, al igual que el que nos ocupa, van a ser claves para entender la evolución y el consiguiente estancamiento en tiempos venideros.

 

Otra banda a tener en cuenta son Pantera, que tras coquetear con el glam entierran cualquier recuerdo de sus primeros pasos y empiezan a influenciar y a sentar cátedra. Mientras, en Seattle se entra en la víspera de una nueva era a manos de un híbrido de sonido eléctrico que bebe tanto del pop como de fuentes cercanas al metal y al punk. Ese híbrido va acompañado por un márketing capaz de devorarlo todo y el metal padecerá sus consecuencias siendo momentáneamente engullido por ese agujero negro llamado grunge.

 

Nirvana y el sello Sub Pop crean el infravalorado Bleach, algo realmente novedoso e interesante que, gracias a un filtro de accesibilidad, se traduce en Nevermind; otro de los discos claves de la joven década de los 90, que en poco tiempo había visto morir y nacer modas, aparecer obras maestras y cambiar la alegría de vivir de los ochenta por el cambio de mentalidad del grunge.

 

A partir de entonces la vida era un asco, todo era negro y el suicidio era una opción de salir del tortuoso mundo de la adultez. Con esas premisas estaba claro que propuestas como las de Mötley Crüe, Ratt, Poison y demás debían hibernar cual oso cavernario a la espera de tiempos más aciagos.

 

La canción

La canción “Painkiller” es entrar de lleno en la impactante cubierta del disco. Cuando ocupó las primeras filas de las estanterías en las tiendas ya invitaba a ser adquirido. Algo tópico y clásico de imaginería metálica, pero, en definitiva: tremendamente efectivo. En actitud amenazante, un musculado androide de acero cabalgando una moto, mitad dragón, mitad serpiente, surcaba los cielos con ruedas dentadas. Bajo su temible puño agonizaba una civilización sumida en el apocalipsis a la vez que era coronada por el símbolo de la banda. El tema “Painkiller” va ligado para siempre a esa portada.

 

Tipton, Downing, Halford, Hill y Travis llevaban ya muchos años juntos y conjuntamente a la experiencia y a la alquimia de Chris Tsangarides en las labores de producción, hicieron de Painkiller una de las piedras angulares del género. Y si la portada ya de por si es impactante… qué decir con el espectacular inicio del disco de la mano de Scott Travis y una de las intros más famosas de la historia.
“Painkiller” muestra una velocidad y una agresividad nunca vista hasta ahora por los británicos.

 

“Pues sí, fue un gran productor, además era guitarrista también y era un tipo encantador y ahí está su trabajo. Mira, yo no recordaba que fuera productor del Painkiller, fíjate, pero estoy también de acuerdo contigo que es uno de los mejores discos de heavy metal que se han hecho, así que, pues más a su favor. Chris Tsangarides siempre estará ahí en nuestra memoria como un tipo excelente”.

(Armando de Castro de Barón Rojo)

 

El trabajo de guitarras es técnico y espectacular, así como la potente base rítmica conformada por Ian Hill y un Scott Travis que se sale. Tsangarides consigue que los abrasadores riffs del dueto Tipton-Downing consigan el sonido característico del disco: suena metálico a más no poder y hasta parece que salten chispas mientras ejecutan los solos. Pero es la mítica entrada la que ha hecho que todo batería la intente emular. Doble bombo con breaks rapidísimos y el chirriar de las agudas guitarras que pasan a un riff demoledor. Y cuando entra Halford, lo hace con una voz aguda y metálica.

 

Hay los arreglos de guitarra a final de verso especialmente agudos y afilados, y si ves el videoclip en blanco y negro, con esas cadenas colgando, te quedas embelesado por un montaje de cambios de plano frenéticos. Y cuando suena el estribillo la batería de Travis se acelera, marcando los tempos, pero con dobles bombos rapidísimos en un tema técnico como pocos. Después del estribillo se deja a las guitarras solas y van entrando el resto de instrumentos de forma magistral. Y llega ese momento técnico que es casi de metal progresivo, en el que se van desacelerando para volver a acelerar antes del primer solo.

 

Muchos bateristas que se han enfrentado a esta canción te dicen que ese es el momento más complejo de la misma y que no tanto la espectacular intro. Aquí se desencadena el solo de guitarras, que vuelven a tener ese instante de soledad para que luego entren Hill y Travis. Solazo de la vida afilado, muy melódico a pesar de que suena agresivo y con corremástiles sin descanso. En ese momento Downing y Tipton eran imbatibles…

 

Vuelven a jugar con los elementos anteriores, repitiendo con gracia y tirando de estribillo otra vez para volver a dar cancha a otro segundo solo que tiene sabores y ecos más de los Judas de los 80, pero sonando 100% metálicos. Y ese final en desaceleración es la guinda al pastel. Travis hace un redoble para volver a jugar con los tiempos, las desaceleraciones y las aceleraciones y con un agudo final de Halford que es icónico. Todos esperamos que se marque ese agudo final en los concieertos… BRUTAL.

 

La letra

A veces las canciones perfectas no van acompañadas de una letra tan estelar como la música, y este sería el caso de “Painkiller”. Es todo un refrito de imágenes apocalípticas con hipérboles que rozan lo absurdo. ¿Más rápido que una bala laser? Y es que “Painkiller” puede sonar especialmente duro y metálico, pero en inglés, es “lo que calma el dolor”. Imaginad la canción gritando Ibuprofeno o aspirina en vez de “Painkiller”… ¿Se pierde la magia eh?

 

En sí estamos ante una figura bíblica, una especie de ángel exterminador de la maldad que aparece surcando los cielos, un arcángel San Gabriel en moto Harley voladora. Hay referencias casi de superhéroe Marvel y lo muestra como bueno, pero también castigador e implacable. Humanidad de rodillas, planetas devastados… Ojo, que lanza rayos de acero y surca el cielo a través de nubes hirvientes de trueno. La exageración es casi pueril, pero bienvenida sea: esto es heavy metal.

 

“Más rápido que una bala
Grito aterrador
Enfurecido y lleno de ira
Es mitad hombre y mitad máquina

Cabalgando al Monstruo Metálico
Que respira humo y fuego
Acercándose con venganza, elevándose alto
Él es el Painkiller
¡Este es el Painkiller!

Planetas devastados
La humanidad de rodillas
Un salvador llega desde los cielos
En respuesta a sus súplicas

A través de nubes hirvientes de trueno
Lanzando rayos de acero
El mal cae bajo sus ruedas mortales
Él es el Painkiller
¡Este es el Painkiller!

Más rápido que una bala láser
Más ruidoso que una bomba atómica
Metal hirviente recubierto de cromo
Más brillante que mil soles

Volando alto en el éxtasis
Más fuerte, libre y valiente
Nunca más aprisionados
Han sido traídos de vuelta de la tumba

Con la humanidad resucitada
Para sobrevivir por siempre
Vuelve del Armagedón hacia los cielos
Él es el Painkiller
¡Este es el Painkiller!

Alas de acero – Painkiller
Ruedas mortales – Painkiller
Él es el Painkiller
¡Este es el Painkiller!

Él es el Painkiller
¡Este es el Painkiller!

¡Dolor, dolor – asesino, asesino!
¡Dolor, dolor – asesino, asesino!
¡No se puede detener al Painkiller!
¡Dolor!”

 

Veredicto

Hoy en día “Painkiller” es ya un himno que suena en todo bar, discoteca heavy o fiesta de colegas. Puede que nos la hayan aburrido de tanto pincharla, pero el tiempo la ha colocado donde debe estar: antes de los bises finales de los conciertos de Judas Priest. Es uno de los temas obligados y dudo que puedan bajarse de un escenario sin haberla tocado, pues sería un sacrilegio en toda regla. Si hay que mostrarle a alguien qué es el heavy metal, no hay mejor opción que el “Painkiller”. Y terminando el artículo me tomaré un ibuprofeno, pues no creo que haya mejor homenaje posible que este al único sacerdote por el que soy devoto y fanático.

 

“Tuvimos que tratar de imaginar dónde estaríamos si Rob hubiera estado con nosotros durante esos 10 años o los que fuera que estuvo fuera del grupo. El caso es que él estaba haciendo su propio proyecto con Fight. Pero sí, Painkiller siempre será un disco importante porque fue el punto culminante de donde estábamos en ese momento”. (Ian Hill, bajista de Judas Priest)

 


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