Dream Theater – Octavarium: ¿20 años del último gran disco de Dream Theater?

Octavarium

 7 de junio de 2005

Atlantic Records

Se suele decir por los fans más acérrimos de Dream Theater que Octavarium es el último gran disco de la banda. Yo reconozco que lo tenía bastante olvidado, y ha sido toda una experiencia lo de volvérmelo a poner y viajar 20 años atrás en el tiempo. En esos días no había una banda más increíble que los Theater. El título hace referencia a que es el octavo de su carrera y también es el último con la discográfica Atlantic, y quieras o no, eso se va a notar a posteriori, pues algo cambia, y no para bien. Tras jugar con el estilo de Metallica en Train of Thought, un poco deciden hacer un disco en la pura tradición del grupo y… de verdad que es espectacular, aunque también os digo que los inmediatamente anteriores son superiores.

 

El disco

Todo se inicia con “The Root of All Evil”, entre brumas y viento y unos golpes de batería tratados y que suenan a la banda sonora de Terminator, para dar majestuosidad al inicio e incluso un poso tecnológico. Riffeado metálico de base y un LaBrie que canta como los ángeles. Casi que podemos hablar de un clásico, pues de esta obra, es el segundo corte que más ha sonado en directo. Curiosamente la preciosa balada “The Answer Lies Within” cae en segunda posición… Y a pesar de que es un gran tema, no ha tenido especial recorrido. Hay un excelente esfuerzo en orquestaciones reales y queda como si no estuviese a la altura de otros baladones, pero de verdad que esta composición delicada es una power ballad con todos los elementos que encumbraron al grupo hasta lo más alto.

 

De entre lo mejor de esta magna obra está el “I Walk Beside You”, tema más corto y de apariencia sencilla con un bonito crescendo hacia el espectacular estribillo que te recuerda los grandes momentos del Images and Words. Preciosa canción a medio tiempo con arreglos de guitarra en los versos en uno de esos temas para todos los públicos, poco enrevesado y más directo. Los juegos de coros que arropan el segundo estribillo son un lujazo al que se une el teclado aportando positividad y en el que LaBrie está de cine.

 

La mejor canción del disco, y de largo, es el “Panic Attack”. Icónica, muy contundente y con todos los ingredientes que han hecho de Dream Theater una de las mejores bandas del mundo, y en esos días… eran imbatibles. Juegan con los teclados de Jordan Rudess en interludios y los fragmentos instrumentales entre versos son rotundos, con la guitarra de John Petrucci jugando a un nivel técnico impresionante. Hay momentos de saturación de sonido y la base rítmica es tan compleja como atronadora. Realmente es un tema que puedes calificarlo abiertamente de metal progresivo en toda su extensión. Y el “estribillo” es una maravilla melódica que nada en un mar técnico y exhibicionista de conjunto.

 

“Never Enough” es la respuesta del grupo de Boston ante el empuje de Muse y en ella juegan a introducirse en las tesituras del trío con muchísima clase a la vez que le añaden toda su personalidad. Eso se palpa especialmente en los versos con los loops de teclado de Rudess y eclosionando en un estribillo ganador. Es la batería de Portnoy lo que más destaca, con una pegada tremenda y con juegos de variaciones en la segunda vuelta. La voz es muy Matt Bellamy, con algún filtro que otro, pero también la progresión y las guitarras. El estribillo es puramente del teatro de los sueños.

 

“These Walls” queda como una canción más, y… de verdad que me parece otra barbaridad de tema. Sus casi ocho minutos dan para mucho y hay esa entrada distorsionada que te lleva a ejercicio técnico en el que la batería de Portnoy sobresale para luego jugar con una atmósfera inquietante a medio tiempo. Hay el alma del grupo que deja impronta en la canción y los detalles técnicos son pura elegancia. El teclado de Jordan Rudess es de una riqueza excepcional.

 

En “Sacrificed Sons” empezamos con un galimatías de voces de radio para crear el caos comunicativo. Es una canción compleja, de estructuras cambiantes y de riqueza estilística. Petrucci se pone las botas en los solazos y Myung acompaña, como hace siempre… parece que no haga gran cosa, pero te pones a escuchar el bajo y es un derroche de estilo y técnica. Hay tramos instrumentales generosos a pesar de que la canción tampoco ha tenido una gran presencia en sus directos. Es todo sinfónico y excesivo, como debe ser… y hay bastante del “Finally Free” del Scenes from a Memory.

 

Al grupo le encanta terminar con canciones extensas y con las que dan rienda suelta a todo, y “Octavarium” finaliza con sus 24 minutos de extensión dando un broche de oro a un disco que es especialmente logrado. Extensísima intro con ecos de Pink Floyd muy bien llevados. De la intro pasamos a una especie de balada brumosa en la que LaBrie vuelve a brillar absolutamente y todo se empieza a acelerar. Hay tramos que todo es un despertar bello en el que te desperezas, con aires muy positivos, pero a la vez hay unos arreglos muy de Broadway. Hay ese tramo antes del final con voces distorsionadas que anticipan un momento trágico con orquestación.

 

Veredicto

Entradas en las listas europeas y el placer absoluto de terminar la gira en el Radio City Music Hall de Nueva York tocando con una orquesta. También les dio para girar con Megadeth y hacer de co-cabezas de cartel, algo especialmente potente, a la vez que arriesgado. Portnoy siempre dijo que este disco tiene algo de comercial y que se notan las influencias de U2 y de Coldplay, pero realmente suena a los clásicos Dream Theater que uno espera y desea. Hubo un tiempo en el que Petrucci, Portnoy y compañía dominaban todo y nos dejaban ojipláticos, pero es a partir de este disco en el que las cosas empiezan a cambiar. Pero esa historia ya os la contaremos en el siguiente aniversario de la banda.

 


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