King Crimson – In the Court of the Crimson King: 56 años del nacimiento del rock progresivo

In the Court of the Crimson King

10 de octubre de 1969

Island Records

 

Hoy se cumplen nada menos que cincuenta y seis años de una efeméride crucial para la industria musical: el nacimiento del rock progresivo, de la mano de los pioneros King Crimson. Quienes me conocen bien ya saben que, su majestuoso debut de 1969, In the Court of the Crimson King, es mi disco favorito junto al Sad Wings of Destiny (1976) de Judas Priest. Muchísimas bandas posteriores del rock o metal progresivo beberían del sonido logrado por la formación del siempre controversial guitarrista y compositor Robert Fripp.

 

Antes de entrar en materia con el disco en sí, creo que es importante entender cuáles fueron los precursores más evidentes de este género. La experimentación de las agrupaciones de rock psicodélico resultó clave para sentar las bases: The Beatles, The Doors, Frank Zappa, Grateful Dead, The Pretty Things o The Zombies y, en particular, Pink Floyd, quienes empezaron con sonidos lisérgicos pero evolucionaron más adelante al progresivo/sinfónico. Por otra parte, también hay tres grupos menos conocidos cuya importancia a veces es menospreciada: The Nice fue la anterior banda del teclista Keith Emerson, quien posteriormente estaría en la banda de progresivo Emerson, Lake & Palmer junto a Greg Lake, el primer cantante de King Crimson, además del batería Carl Palmer, ex de Arthur Brown y Atomic Rooster, para después fundar Asia; Procol Harum ya añadieron influencias clásicas en su psicodelia y The Moody Blues fueron los creadores del rock sinfónico, con su orquestal Days of Future Passed (1967).

 

La semilla de nuestros protagonistas se encuentra en el grupo de pop psicodélico con toques jazz Giles, Giles and Fripp. Además del ya mencionado Fripp en las seis cuerdas, integraban el trío los hermanos Michael (batería) y Peter Giles (cantante y bajista). Poco después contrataron al teclista y saxofonista Ian McDonald (quien trajo consigo a su pareja, la vocalista Judy Dyble, quien fundó a los folk Fairport Convention), además del liricista Peter Sinfield. Esta formación grabó en 1968 el elepé The Cheerful Insanity of Giles, Giles and Fripp. No tardaron en surgir disputas por diferencias musicales: Judy se largó cuando terminó su relación con Ian, mientras que Fripp no estaba interesado en las ensoñaciones musicales de Peter Giles. Este último estaba desilusionado con el poco éxito que alcanzaron, así que se fue y en su lugar entró Greg Lake como vocalista.

 

De acuerdo con Peter Sinfield, los miembros restantes adoptaron el nombre King Crimson no en referencia a Belcebú, sino más bien refiriéndose a cualquier líder cuyo gobierno implicara turbulencias sociales (para Fripp, no deja de ser un sinónimo del príncipe de los demonios). Peter se encargaría además de las letras, de la iluminación y producción de sus conciertos. Debutaron en directo el 9 de abril de 1969 en el The Speakeasy Club de Londres, si bien se consagraron ante el público general el 5 de julio de 1969, cuando abrieron para The Rolling Stones en el conocido Hyde Park, frente una audiencia de quinientas mil personas. Junto a Island Records lanzaron, el 10 de octubre de 1969, el trascendental In the Court of the Crimson King, que resultó un éxito inmediato de ventas y crítica. Lo grabaron ese mismo verano gracias al productor Tony Clarke, quien ya había trabajado anteriormente con The Moody Blues. Gracias a ellos, decidieron incorporar un teclado mellotron, que sería fundamental para entender su propuesta sonora.

 

El disco

 

 

Nos da la bienvenida a esta obra maestra la apocalíptica «21st Century Schizoid Man», que se caracteriza por el contundente saxofón alto de McDonald, junto al pesado riff de guitarra de Fripp y el bajo y la casi robótica distorsionada voz de Lake. Seguramente la composición más jazz fusión del disco, cuenta con una lírica que denuncia la Guerra del Vietnam y el uso del Agente Naranja entre la población como arma química. Hacia el segundo minuto deciden aumentar revoluciones y los instrumentos entran en un frenesí propio del bebop, con sucesivos solos para que todos los músicos puedan lucirse. Mención especial a la batería de Giles. Después vuelve a entrar la voz, poco antes del anárquico desenlace.

 

En absoluto contraste con el caos anterior, «I Talk to the Wind» es seguramente la canción más relajada y pastoral, con toques folk. La dulce flauta de McDonald es el instrumento dominante que entra como miel para nuestros oídos, quien también se reparte las taimadas tareas vocales junto a Lake. Es una reflexión introspectiva sobre la religión y el existencialismo, donde Dios es el viento, que no podemos visualizar, pero cuyos efectos sobre la sociedad pueden ser inesperados. ¿Es la propia naturaleza de las cosas, o hay algo más allá que no comprendemos?

 

La solemne «Epitaph» es quizás la canción más desgarradora de todo el disco. Con un inicio muy orquestal, aquí el instrumento más importante es el mellotron. Nace de un poema que Sinfield hizo para su propia banda, en una distopía que critica la Guerra Fría y sus consecuencias, como si la humanidad no tuviera esperanza:

 

«Knowledge is a deadly friend.
If no one sets the rules.
The fate of all mankind, I see.
Is in the hands of fools.»

 

Encaramos la segunda cara del elepé con la onírica «Moonchild». Presenta dos partes claramente diferenciadas: «The Dream» es puramente ensoñación, como si fuera un cuento de hadas. Esta balada de mellotron cambia sobre los dos minutos y medio a «The Illusion», que presenta una improvisación musical más propia de una jam session. El título hace referencia a la novela del ocultista Aleister Crowley, donde una bebé cuenta con poderes mágicos con los que podría terminar con el mundo.

 

El clímax final de esta maravilla supone la canción homónima, con aromas medievales. «In the Court of the Crimson King» nos da la bienvenida a su corte carmesí nuevamente con un riff de mellotron, hasta que entra la guitarra acústica de Fripp, la suavidad vocal de Lake y la flauta de multiinstrumentista McDonald. Esta épica opereta presenta un falso final hacia el séptimo minuto de duración, el interludio «The Dance of the Puppets», donde únicamente se escucha el clavecín, para luego retomar la estructura inicial. En su narrativa es evidente la connotación de los colores («purple piper», «black queen», «gray mornings»), que hacen referencia a cómo las personas con influencia manipulan a su voluntad a la muchedumbre:

 

«The yellow jester does not play.
But gentle pulls the strings.
And smiles as the puppets dance.
In the court of the crimson king.»

 

Veredicto

Es increíble lo bien que se conserva esta maravilla auditiva, en la que parece que se aprecian nuevos matices conforme uno va creciendo. En definitiva, el único disco capaz de darme lagrimeo cada vez que lo escucho, en una extraña sensación agridulce de juicio final. La propia desesperación de la brillante portada parece verse reflejada en la música. ¡Otros grandes nombres como Genesis, Yes, Camel, Jethro Tull, The Strawbs, Gentle Giant, Supertramp… pueden haber logrado obras icónicas, pero el debut de King Crimson permanecerá como la perfecta definición del rock progresivo!


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