Helloween – Giants & Monsters

 

83/100 

29 de agosto de 2025

Reigning Phoenix Music

 

¿El despertar de un gigante?

 

En el verano de 2025, Helloween ha vuelto a izar su estandarte con Giants & Monsters, un álbum que se propone, como mínimo, superar al ya celebrado Helloween de 2021. Sobre lo difícil o no de esta empresa, os remitimos a nuestra crítica retrospectiva del disco homónimo, publicada oportunamente ayer (spoiler: lo ha tenido bastante fácil).

 

 

Antes de entrar en materia sobre si el nuevo trabajo nos ha convencido (mejor mantener algo de suspense), vamos a sumergirnos primero en los aspectos técnicos. Giants & Monsters presenta una particularidad notable: su gestación se ha repartido entre varios estudios. Por un lado, Mi Sueño/Sueno Studio (sigo sin tener claro si va o no con ñ) en Tenerife, propiedad de Andi Deris, donde se grabaron buena parte de las pistas vocales; por otro, los míticos Wisseloord Studios (Hilversum, Países Bajos), que acogieron la mezcla final del álbum y parte de las sesiones promocionales.

 

 

Como dato curioso, este último estudio ha sido testigo de grabaciones de leyendas como Iron MaidenJudas Priest y Def Leppard. Además, se realizaron sesiones remotas desde los propios home studios de los miembros de la banda. Todo ello bajo la dirección de los sospechosos habituales: Charlie Bauerfeind y Dennis Ward, el dúo técnico que ha acompañado a Helloween en sus últimas aventuras discográficas.

 

 

A pesar de esta dispersión geográfica, el resultado es sorprendentemente cohesivo, gracias a un trabajo de mezcla y edición meticuloso que ensambla cada pieza con la precisión de un reloj suizo. En un disco de Helloween producido por sus ya habituales colaboradores, da vértigo decirlo, pero nos atrevemos: Giants & Monsters presenta una producción nítida, cristalina y casi quirúrgica, que no renuncia ni a la potencia ni a la épica que caracteriza a la banda.

 

 

Cabe señalar que esta crítica se ha elaborado escuchando el álbum en streaming, a través de una plataforma habilitada para prensa. Lógicamente, esperamos que la experiencia sonora mejore aún más al reproducir el CD en un equipo de alta fidelidad. Y hablando del sonido de la batería, ese eterno elefante en la habitación en cada lanzamiento de los germanos, podemos afirmar con convicción que esta vez se han superado.

 

 

Se solía criticar que el sonido del kit de batería. Aunque poderoso, carecía de aire y profundidad, quedando algo sepultado bajo las capas de guitarras y voces. Esta vez esto ha cambiado. El sonido de Löble aquí es más natural, menos comprimido, la percusión suena más orgánica, con cada elemento claramente distinguible, cada tom, cada golpe de caja y cada pedal de bombo.

 

 

El resultado es una batería que no aplasta, sino que respira, que no domina, sino que dialoga con el resto de la instrumentación. En temas como “Majestic” y “We Can Be Gods”, el trabajo de Löble es casi cinematográfico, alternando entre pasajes de tensión contenida y explosiones rítmicas que elevan el dramatismo de la composición e impulsan la narrativa del álbum.

 

 

Por lo demás, el tratamiento de las voces, guitarras y bajo alcanza un nivel sobresaliente. Por primera vez en mucho tiempo, tenemos una producción que hace que este disco tenga su propia personalidad, en comparación con los últimos trabajos de la banda. ¿Algún punto débil? Tal vez se percibe un exceso de celo en impregnar todos los temas con ese tono “celestial” y positivo (cuando lo escuchéis, lo entenderéis).

 

 

Esto ha derivado en momentos de sobreproducción, con arreglos que resultan innecesarios o que sobresalen demasiado en la mezcla. Algunos temas podrían haberse beneficiado de un enfoque más personal, menos condicionado por el concepto sonoro general del álbum. En otras palabras, se ha sacrificado parte de la identidad individual de ciertas canciones en favor de una homogeneidad que, aunque no necesariamente negativa, merece ser destacada. Volveré sobre este punto cuando entremos en el análisis detallado de los temas.

 

 

Respecto a las siete calabazas reunidas, poco hay que decir sobre su calidad como músicos que no se conozca ya. Este septeto legendario se muestra plenamente consolidado (llevan casi nueve años juntos). Confían en la calidad del trabajo realizado, una vez liberados de la presión que supuso el primer lanzamiento tras la reunión, presión que claramente jugó en su contra.

 

 

Las guitarras de Michael WeikathKai Hansen y Sascha Gerstner continúan entrelazándose en armonías neoclásicas, mientras que el bajo de Markus Grosskopf, casi siempre perceptible, aporta una solidez superlativa. Y la joya de la corona, el trío vocal formado por Andi DerisMichael Kiske y Kai Hansen, se reparte los temas (o sus secciones) con inteligencia.

 

 

Si algo distingue a la era Pumpkins United es la convivencia de tres voces que, lejos de competir, se complementan como los tres actos de una ópera metalera. En Giants & Monsters, esta fórmula vuelve a brillar, con interpretaciones que se entrelazan en auténticas coreografías vocales, convirtiendo cada canción en una experiencia única dentro del universo de Helloween.

 

 

Nos alegra (y mucho) que Kai Hansen haya ganado protagonismo, y lo hace con la sensación de estar exactamente dónde debe, protagonizando momentos sublimes (en «Giants On The Run» se luce especialmente). No son pocas las ocasiones en las que escuchamos a los tres vocalistas en un mismo tema, y no tantas las que cuentan con una única voz. Y creemos que así se gana en riqueza expresiva y dinamismo.

 

 

Deris, con su timbre rasgado y su capacidad para transmitir angustia y fuerza, domina los temas más directos y comerciales, como “This Is Tokyo” y “A Little Is A Little Too Much”. Kiske, por su parte, aporta luz y elevación en piezas como “Into the Sun” y “We Can Be Gods”, donde su registro cristalino acapara la atención.

 

 

Hansen, el narrador épico, aparece en momentos clave como “Majestic” y “Universe”, aportando ese tono de trovador que conecta con la tradición power metal más pura. Y ya cuando las tres voces se combinan para hacer coros, el resultado es sencillamente apabullante.

 

 

La portada vuelve a ser obra de Eliran Kantor, quien nos entrega otra maravilla visual muy en la línea del lanzamiento anterior. En esta ocasión, el mítico Keeper cede el protagonismo a la calabaza, en su encarnación como Jack O’ Lantern. La imagen es una explosión de simbolismo y nostalgia, donde Jack representa al gigante que vence a los monstruos. Sin duda, está perfectamente alineada con la dirección musical del álbum, en el que tanto las letras como la música transmiten una energía positiva y luminosa.

 

 

Entrando en la composición de canciones, en Giants & MonstersHelloween ha optado por una distribución compositiva más concentrada que en su anterior entrega. Cuatro miembros firman los temas: Andi DerisKai HansenMichael Weikath y Sascha Gerstner, mientras que Markus Grosskopf se ha mantenido al margen en esta ocasión (y Michael Kiske parece seguir vetado).

 

 

Esta decisión no ha mermado la diversidad del álbum, sino que ha favorecido una mayor cohesión estilística, con cada compositor aportando su sello distintivo: Deris con sus estructuras directas y letras personales, Hansen con su épica galáctica, Weikath con su clasicismo melódico, y Gerstner con una sensibilidad más moderna y progresiva.

 

 

Como curiosidad adicional, cabe destacar que entre todos llegaron a componer 21 canciones. Aunque no todas fueron grabadas, sí se desarrollaron lo suficiente como para tener una forma definida. La selección final incluye diez cortes (50:35 de duración total, minutaje perfecto). La decisión de reducir el tracklist parece responder a una voluntad de concentración narrativa y coherencia sonora. Como consecuencia, el sucesor de Giants & Monsters podría estar listo en poco tiempo. ¿Estamos ante una nueva etapa de lanzamientos más frecuentes, alimentada por esta química creativa?

 

 

Por último, antes de entrar en el esperado análisis tema por tema, comparto las impresiones generales tras varias semanas de escucha. Si ayer os presenté en exclusiva la Ley de la Inversión Hipermediática en el contexto de la crítica retrospectiva del anterior Helloween, fue precisamente para ilustrar el proceso de escucha de este nuevo álbum. Y es que, tras recibir impresiones muy positivas de diversas fuentes que ya habían tenido contacto con Giants & Monsters, me invadió la sospecha de una posible decepción.

 

 

Y no me equivocaba (al menos al principio), ya que la primera escucha dejó una sensación de “meh” apabullante, que se mantuvo durante varios días. ¿Es mejor que el anterior? Claramente sí, y eso no es poco. Pero algo no acababa de encajar. No hay ninguna canción mala, ni momentos “vergonzantes” (recomiendo leer la crítica de ayer), pero sigue faltando esa chispa que hace que un álbum se sienta realmente memorable.

 

 

Lo diré sin rodeos: sigo sin ver una correlación directa entre el hype masivo que ha generado el álbum (y más con una única escucha) y el resultado final (a pesar de lo entusiasta que he sido al describirlo). Pero aquí viene el giro: no os podéis imaginar cuánto mejora con las escuchas. Así que si os gusta desde el principio, enhorabuena. Y si os deja algo fríos, dadle tiempo, porque no os vais a arrepentir.

 

 

Es un trabajo excelente, pero sigue sin ser el gran álbum que se espera de esta formación. La progresión es evidente, y eso de por sí es una gran noticia. Quizás todo se reduzca a una cuestión de expectativas, y es que en el caso de Helloween, el listón está muy alto. Ahora sí, vamos con los temas:

 

 

El álbum abre con «Giants on the Run», una pieza de 6:20 compuesta conjuntamente por Andi Deris y Kai Hansen. Según cuentan, cada uno había escrito una canción completa por separado, pero en algún momento se dieron cuenta de que encajaban sorprendentemente bien. Y no se equivocaban: aunque se distingue perfectamente cada parte, el conjunto que forman es sólido y poderoso.

 

 

De inicio, el tema me desconcertó profundamente (el primer corte de un álbum de Helloween siempre debería ser grandioso y rotundo, ya que condiciona en gran medida la escucha de lo que vendrá después). En este caso, me pareció una canción extraña y atípica. Pero quizás sea de las que más engañan, porque a día de hoy, la escucho mientras escribo estas líneas y sigo descubriéndole matices.

 

 

No obstante, algo que sigue sin entrarme es el estribillo, que constituye el momento vocal más flojo de la canción, totalmente desprovisto de la intensidad  y la garra que tendría que tener en un tema de apertura. Por alguna extraña brujería, es un tema de seis minutos que sientes que dura doce, pero que cuando termina se te ha hecho corto (a este fenómeno lo denominaré “El Minutaje de Schrödinger”).

 

 

Es una canción compleja, con muchos cambios de ritmo y atmósfera. Mi parte favorita llega cuando entran los coros de la casa “Gamma Kai” («We Are Giants!»), un momento épico y contundente como pocos. No sé si es algo subliminal, pero aunque el tema no se parece en nada a «Halloween», de alguna manera presenta ciertos elementos evocadores… atentos al escucharlo (quizás sea solo cosa mía). En definitiva, un inicio extraño (que no malo) que deja cierta inseguridad sobre lo que está por venir.

 

 

Y de repente, todo cambia: un triunvirato celestial hace su aparición. Los tres temas que siguen son, sin duda, de lo mejor del disco. Por una parte, Michael Weikath se redime dejando en el destierro «Out For The Glory» con «Savior Of The World». Por fin vuelve a ejercer como guardián del legado, y esta vez su estilo compositivo, inconfundible desde los tiempos de «Eagle Fly Free» y Keeper of the Seven Keys, se manifiesta en una canción que no busca reinventar el género, sino reafirmarlo.

 

 

La canción se apoya en una estructura clara, riffs melódicos y un estribillo pegadizo que remite directamente al sonido clásico de Helloween. Tiene una estructura clara y tremendamente sencilla, un estribillo pegadizo y un aura de solemnidad que ineludiblemente te hace sonreír. Y por supuesto, la voz de Michael Kiske actúa como un Rey Midas que convierte en oro todo lo que toca.

 

 

Su voz, limpia y poderosa, se convierte en el eje emocional de una canción que acelera el ritmo del álbum tras el arranque más complejo de «Giants on the Run». Llama la atención lo contenido que suena en los versos y en casi todo el estribillo, hasta el momento final en que sube a lo más alto.

 

 

Como escarpias, sí, pero vamos a sacarle una pega, y es que al glorioso estribillo le acompaña de fondo una voz femenina en plan soprano, que sinceramente, se podían haber ahorrado. Un ejemplo claro de que a veces, menos es más. Por suerte, no afecta a la experiencia. Ah, y es la favorita de Sascha Gertsner.

 

 

A continuación llega una dosis directa de la era Deris, con el que probablemente será el próximo single del álbum (yo lo habría lanzado como primer adelanto). Como a estas alturas casi todos habréis escuchado «This Is Tokyo», solo añadiremos que se trata de un tema similar: tremendamente accesible, melódico y arquetípico de lo que suele ser un single firmado por Andi Deris.

 

 

Sin duda, representa uno de los momentos más accesibles y desenfadados de “Giants & Monsters”. Puro hard rock melódico, con una estructura sencilla y directa que contrasta con la complejidad de otros cortes del álbum. Aquí comentaremos algo de la letra, y es que según se ha señalado, aborda con humor el tema de la “liberación prematura”. Con “First Time”, “Just a Little Sign” y ahora “A Little Is A Little Too Much”, ya tenemos la trilogía erótico-festiva de los germanos.

 

 

En cuanto al el estribillo por sí solo podría generar una pandemia, por lo infeccioso que es. En serio, pasarán los días y seguirá recreándose en vuestra cabeza una y otra vez… y no es el único tema con el que ocurre.

 

 

Kai Hansen toma el timón compositivo en “We Can Be Gods”, y lo hace con una canción que combina velocidad, melodía y espiritualidad, y en la que encontramos por primera vez a las tres voces en una combinación sinérgica que es de lo mejor a nivel vocal de todo el álbum. La interacción vocal entre ellos no solo aporta dinamismo, sino que refuerza el carácter coral y unitario que define esta etapa de Helloween.

 

 

Aunque no es que se parezca mucho en lo musical, me atrevería a decir que es la “Power” de este álbum. Por lo demás, es un tema que lleva el sello inconfundible de Hansen: velocidad, melodía y una épica vibrante potenciada por la energía del power metal clásico (levantaría muertos).

 

 

Cuenta con una producción que refleja el equilibrio entre tradición y renovación que Helloween ha consolidado en esta nueva etapa, pero vuelve a tropezar con un exceso de elementos que no solo no aportan, sino que restan. Me refiero, claro está, a unos teclados almibarados que rezuman néctar de miel endulzado con una mezcla de sacarina, aspartamo y probablemente algún edulcorante prohibido en la Unión Europea.

 

 

Suenan tan dulces y tan altos durante el excelso estribillo que uno no sabe si está escuchando una canción metalera o entrando en una tienda de golosinas con banda sonora propia. No obstante,  “We Can Be Gods” es para mí la pieza más fuerte del álbum, y una muestra de que Hansen sabe componer canciones que apelan al alma sin perder la fuerza del metal. They are fuckin´ gods!

 

 

Cambio abrupto (y bajón moderado) con la entrada de “Into the Sun” es una balada de corte espiritual que representa un momento emotivo del álbum, aunque probablemente se exceda en esa tarea. Compuesta por Andi Deris, la canción fue originalmente concebida con otra temática, pero el propio Deris confirmó que la letra fue modificada para abordar el concepto de reencarnación, lo que encaja perfectamente con su atmósfera introspectiva y ascendente.

 

 

La canción destaca por su tono emocional y su estructura clásica, ofreciendo un momento de pausa y reflexión tras los tres estadillos de energía anteriores. Lo mejor, una vez más, la interpretación vocal de Deris y Kiske, llena de química, expresividad y dramatismo. Sus voces se entrelazan sobre una base de piano y sintetizadores, que construyen una atmósfera íntima y envolvente. No obstante, su pecado es excederse en ese dramatismo, lo que al final hace que sature rápidamente. Aún así, creo que es un tema que funcionaría muy bien, tanto en directo como en single. Por mi parte, es el único tema del álbum que tiendo a saltarme. Seguiremos esperando por la balada definitiva de esta formación (entre tanto, si apareciera “If I Knew en el set list no estaría nada mal).

 

 

De This Is Tokyo” no hablaremos demasiado y os remitiremos a nuestros comentarios cuando salió como flamante primer single. Curiosamente, es un corte que tuvo una recepción mixta: algunos fans lo consideran un buen single, pero otros lo vieron como el punto más flojo del álbum, demasiado simple en comparación con el resto.

 

 

Personalmente creo que es un buen tema, hermano de “A Little Is A Little Too Much”, pero que se ha quedado un poco por detrás. Seguramente parte del “Hello-Fandom” esperaban un single en plan “Skyfall”, y esto no les acabó de hacer gracia (cuando lo cierto es que no es la primera vez que Helloween presenta un single “blandito”, sin tanta polémica).

 

 

Y llegamos a otro de los momentos álgidos. ¿Os hablaba antes de estribillo pandémico? Pues “Universe (Gravity For Hearts)” lo supera. Sigue en mi cabeza, y creo que ya no saldrá nunca más, así que empiezo a asumir que me acompañará durante el resto de mi existencia. Sascha Gertsner nos trae aquí una sinfonía cósmica en forma de su mejor composición en años (sin desmerecer sus otros aportes). Es sin duda la pieza más rápida, compleja, operística y emocionalmente intensa del disco, en lo musical y lo lírico.

 

 

Tanto este tema como “We Can Be Gods” son sin duda la definición perfecta de todo el álbum. Eso sí, hay algo en su minutaje que no me acaba de convencer. Poniendo por delante que no se hace largo, da la sensación de que funcionaría todavía mejor si fuera un poco más breve, o incluso en la dirección contraria, siendo una pieza más al estilo de “Skyfall”.

 

 

Según Gertsner, la canción es una reflexión sobre la interconexión universal, que mezcla lo cósmico con lo íntimo. Por ello, la canción se presenta como una odisea emocional, con cambios de ritmo, dinámicas contrastantes y una narrativa musical que recuerda a las grandes epopeyas del metal sinfónico. Y por supuesto Kiske, haciendo grande ese estribillo evocador.

 

La introducción es lenta y envolvente, con guitarras etéreas que simulan el vacío espacial. Luego, la canción se despliega en varias secciones: pasajes meteóricos, momentos de calma, y un clímax coral donde aparece Hansen y que desemboca en una estructura operística con reminiscencias a Queen que sin duda es una sorpresa muy agradable.

 

La sección de solos es quizás la mejor de todo el álbum, y una de las más complejas. Lo tiene todo, simplemente te deja sin palabras. Este tema es un ejemplo claro de lo que la producción ha logrado. Aquí cada capa instrumental se escucha con claridad, y el uso del estéreo en los coros y efectos crea una sensación de inmersión total. Sublime.

 

 

Encaramos la recta final con la otra aportación de Sascha Gerstner. «Hand of God» es un tema más experimental, que quizás se quede un poco atrás en comparación con los cortes más destacados del álbum, pero sin duda tiene su lugar en el conjunto. Llama la atención el abrupto cambio de registro respecto al tema anterior, lo que pone en valor la notable versatilidad compositiva del altísimo guitarrista.

 

 

En cuanto al tema en sí, se encuadra dentro de un hard rock moderno, con un enfoque directo, riffs contundentes y un estribillo que se graba fácilmente en la memoria. «Hand of God» se apoya en la excelente labor vocal de Andi Deris, una melodía accesible y una estructura sencilla que gana con las escuchas. No busca complejidad ni refleja ambición, pero funciona igualmente.

 

 

«Under the Moonlight», de Weikath, tiene, en mi opinión, un gran potencial para dividir a la audiencia. Por un lado, podría considerarse el tema más Keeper que Helloween ha ofrecido en los últimos años, precisamente porque recupera esa faceta desenfadada y casi humorística que siempre ha sido parte esencial del ADN de la banda. Basta con escuchar el riff de guitarra para que se te dibuje una sonrisa en la cara.

 

 

El problema, si lo hay, está en el estribillo, al que le falta algo para enganchar del todo. Descontando ese detalle, sería algo así como la «Dr. Stein» o la «Laudate Dominum» de este disco: un tema de tono ligero, que no busca trascender, pero que cumple su función. Y qué bien le sienta a  Kiske este tipo de registros. Era algo que teníamos olvidado, y ahí reside parte de su magia.

 

 

No es un corte que vaya a perdurar como uno de los grandes himnos de la banda, pero sí representa fielmente su herencia y su capacidad para mantenerse fiel a su sonido. A veces es necesario no tomarse demasiado en serio a uno mismo, y últimamente Helloween parecía haber entrado en una dinámica más solemne. Este tema rompe con eso, y lo hace con gracia.

 

 

En definitiva, «Under the Moonlight» cumple su función como respiro melódico antes del cierre del álbum. No busca sorprender, pero sí conectar con la faceta más teatral y desenfadada de la banda. Un guiño simpático al pasado que, sin brillar, no sobra.

 

 

«Majestic» es el gigante final, todo un regalo de Kai Hansen en forma de composición épica que justifica plenamente su título. Con más de ocho minutos de duración, es la otra canción del álbum que presenta a los tres vocalistas en plena forma, y se erige como una gran pieza que combina velocidad y melodía con una estructura progresiva y ambiciosa.

 

 

La introducción es sencillamente magistral, con Kai Hansen en modo narrador, generando una atmósfera de solemnidad casi ceremonial, acompañado por guitarras limpias y teclados que contribuyen a crear una sensación de expectación. La canción se construye con varios cambios de ritmo bien definidos y una atmósfera cargada de épica, que transmite a la perfección la sensación de “tema de cierre”. Los teclados aparecen en momentos clave, aportando contraste melódico sin, afortunadamente, resultar excesivos.

 

 

Antes de seguir con las alabanzas, hay que señalar su fallo más evidente: un estribillo que no está a la altura del resto de la composición. Este problema, recurrente tanto en este disco como en el anterior, parece responder a una elección consciente por parte de la banda: combinar estribillos más accesibles con otros de “digestión” más pesada.

 

 

Aunque es comprensible no abusar de estructuras fáciles, existen estribillos demoledores que logran evitar esa accesibilidad directa sin perder fuerza. Aquí, simplemente, no terminan de dar con la tecla, cuando en el pasado lo tenían perfectamente medido. Ojalá esto mejore en futuros lanzamientos.

 

 

Por todo ello, «Majestic» no alcanza el clímax que promete en su desarrollo, aunque también es una canción que crece con las escuchas y que representa con fidelidad el espíritu de Helloween en esta nueva etapa. Curiosamente, transmite sensaciones similares a la inicial «Giants on the Run», aunque “Majestic” sí engancha más desde el primer momento. En cualquier caso, «Majestic» es un cierre digno, que resume bien la propuesta de Giants & Monsters.

 

 

Giants & Monsters no es solo el nuevo álbum de Helloween, es una declaración de intenciones. La banda, ya consolidada en su formación de siete miembros, ha logrado un trabajo que, sin ser revolucionario, sí representa una evolución clara respecto a su anterior entrega. Hay más cohesión, más confianza, y una producción que, aunque no exenta de excesos, muestra una madurez sonora que se agradece.

 

 

El álbum brilla especialmente en su tramo central, donde el llamado “triunvirato celestial” ofrece algunos de los momentos más memorables del disco. Las composiciones de Michael WeikathKai HansenAndi Deris y Sascha Gerstner muestran estilos diferenciados pero bien integrados, y el uso de los tres vocalistas sigue siendo el gran activo de esta etapa Pumpkins United.

 

 

No todo es perfecto: el problema recurrente de los estribillos poco inspirados, la sobreproducción en algunos arreglos, y ciertos altibajos en la segunda mitad del disco impiden que Giants & Monsters alcance el estatus de obra maestra. Pero eso no le resta mérito. Es un álbum que crece con las escuchas, que se disfruta más cuanto más se le dedica, y que deja claro que Helloween sigue teniendo mucho que decir.

 

 

¿Es el gran disco que esperábamos? No del todo. ¿Es un paso firme hacia algo aún más grande? Sin duda. Y si lo que viene después mantiene esta química creativa, puede que estemos ante una nueva edad dorada de las calabazas. En su 40º aniversario, Helloween demuestra que sigue siendo una fuerza creativa, capaz de mirar hacia el futuro sin olvidar su legado. Giants & Monsters es un álbum que sigue celebrando la historia de la banda y la proyecta hacia alturas de gigante… ¡Son unos Monstruos!

 


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