El juego del Calamar
Director: Hwang Dong-hyuk
Productora: Siren Pictures Inc.
Año: 2021
Alerta de spoilers (aunque pocos)
Hace unos días se estrenó la segunda parte de la segunda temporada de El juego del calamar. El fenómeno ha sido tan grande que decidieron dividirla en dos entregas, aunque curiosamente esta segunda mitad ha sido presentada como una tercera temporada, a pesar de tratarse de una sola narrativa partida en dos bloques.
Tras casi medio año de espera —la primera parte se emitió en Navidad— por fin hemos podido conocer el desenlace del protagonista, Seong Gi-Hun, convertido en símbolo de resistencia y redención.
El juego del calamar irrumpió como una propuesta impactante, no solo por su nivel de violencia explícita, sino por cómo plantea dilemas éticos y morales en un contexto donde todo parece estar permitido. Nos confronta con lo que el ser humano es capaz de hacer —y soportar— por dinero. La serie muestra tanto la desesperación de quien no tiene nada, como la deshumanización de quienes poseen tanto que ya nada les satisface, necesitando recurrir a formas de entretenimiento que rozan lo inenarrable. «Salvaje» es una palabra que se queda corta.
Tras sobrevivir a la primera edición del juego y convertirse en milmillonario, Seong Gi-Hun decide enfrentarse a las élites responsables del macabro espectáculo. En esta nueva temporada, lo vemos obsesionado por reencontrarse con el misterioso hombre del traje que le introdujo al juego del Ddakji. Y sí, lo logra, lo que le permite infiltrarse nuevamente en el circuito, esta vez en una isla aún más secreta, donde el siniestro torneo se repite. Con 456 nuevos participantes, Gi-Hun intentará salvar al mayor número posible, aunque el sistema está diseñado para que la tragedia sea inevitable.
Una novedad interesante es la inclusión de una votación colectiva que permite a los jugadores decidir si continúan o abandonan. Este elemento no solo añade tensión, sino que genera interesantes reflexiones éticas y revela lo más miserable —y a veces noble— del alma humana.
La temporada incluye intentos de rebelión, infiltraciones inesperadas (incluso del propio líder del juego), fracasos desgarradores y vínculos emocionales fuertes que nos hacen pensar, por momentos, que todavía queda algo de esperanza.
Sin embargo, conforme se acerca el final, todo transcurre como se temía: sin grandes giros, sin redención, sin sorpresa. Lo peor que podía pasar, efectivamente, sucede. Las subtramas que apuntaban a una posible fuga o descubrimiento de la isla terminan sin resolución, dejándonos con una sensación de vacío narrativo. ¿Para qué invertir tanto en líneas paralelas si acaban en nada?
El desenlace es predecible, incluso algo apresurado. Pero quizás esa era la intención desde el inicio: mostrarnos un mundo brutal, sin concesiones, donde lo excepcional es conservar un mínimo de humanidad. Una historia descorazonadora que, sin embargo, logra conmover, incomodar y hacer pensar. El juego del calamar no solo entretiene; te enfrenta contigo mismo y con los límites de tu moralidad.
Aun con todo, agradezco que le hayan dado un cierre. Con el éxito arrollador que tuvo, existía el riesgo de que se alargara innecesariamente y perdiera fuerza. Por suerte, no ha sido así.

Nanotecnóloga y química de formación y amante de la música como pasión. Me gusta la música en todas sus vertientes. Empecé tocando el violín y de la música clásica pasé al rock y al metal (mis primeras bandas fueron AC/DC y Mägo de Oz, por supuesto). No tengo muchas bandas predilectas, aunque Rulo siempre encabeza el podio. Helloween, Volbeat o Greta Van Fleet le siguen de cerca. Mis gustos han cambiado a lo largo de los años pero siempre abierta de mente, así que le doy al hard rock, al power, al death metal (melódico) y a todo lo que me haga descubrir cosas nuevas o me sepa impresionar.
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