Fabio Lione´s Dawn Of Victory en Madrid: Hollywood Metal en vaqueros

 

Fabio Lione´s Dawn of Victory + Alterium

26 de septiembre de 2025 – Madrid – Sala Revi Live

Organiza: Z! Live On Tour

Redactor: Dr. Reifstein

Fotos: Nando Parra

 

Madrid, tierra de leyendas, recibió anoche a uno de los heraldos más ilustres del metal sinfónico europeo: Fabio Lione, voz eterna en los primeros discos de Rhapsody cuando eran Rhapsody (a secas), en una encarnación de directo titulada Fabio Lione’s Dawn of Victory, que prometía épica, nostalgia a patadas y el poder de la muy poderosa espada esmeralda sobre el escenario.

 

 

Y para abrir la velada, la joven banda italiana ALT∑RIⅤM (única vez en la crónica que voy a escribirlo así) se encargó de encender la mecha con una descarga de energía melódica que agradó al público presente. La Sala Revi Live, ya con un público entregado desde los primeros compases, se convirtió en un bastión de nostalgia feliz e infinita, canalizada a través del sonido, la atmósfera y, sobre todo, la voz del propio Fabio.

 

 

Porque sí, aquí vinimos a revivir una fantasía sinfónica que marcó a toda una generación de metaleros con alma de juglar. Sabíamos perfectamente a lo que veníamos… y con esa nostalgia a flor de piel, nadie pudo sentirse defraudado por lo que fue una gran noche para los que “crecimos” musicalmente con las canciones de Luca Turilli, Alex Staropoli y Fabio Lione.

 

 

Alterium: lo hizo un mago

 

La noche comenzó con Alterium, liderados por la carismática Nicoletta Rosellini, que no solo demostró solvencia vocal, sino también una simpatía natural que conectó con el público desde el primer momento. Quizás fue algo más escueta en los interludios a la hora de presentar las canciones, pero no se puede tener todo: su presencia escénica y entrega compensaron con creces cualquier falta de verborrea. Su setlist, aunque breve (estuvieron en escena unos 40 minutos), se centró principalmente en su reciente Of War and Flames.

 

 

Con un sonido ciertamente discutible pero una ejecución sólida, Alterium logró que el disfrute del público fuera en aumento a lo largo de su magnética actuación. Y digo magnética porque, si bien comenzaron con la sala a menos de media entrada, poco a poco se fueron incorporando asistentes que, atraídos por la propuesta de los italianos, no abandonaron su posición en la pista.

 

 

A nivel escénico, la banda ofreció una puesta en escena más que decente: un gran cartel al fondo con la portada de su reciente Of War and Flames, un vestuario muy adecuado para la ocasión, cuatro pequeñas torres de luces, y además, todo el potencial lumínico de la Sala Revi, del que hicieron muy buen uso (da gusto esta sala en esas cuestiones). Lo singular del montaje, sin embargo, merece un comentario aparte… y lo abordaremos más adelante.

 

 

El comienzo con “Drag Me to Hell” fue, cuanto menos, inquietante: la base rítmica devoraba sin piedad al resto de instrumentos, dejando una mezcla algo caótica en los primeros compases. Por suerte, aquello fue solo un susto inicial. Rápidamente, la voz de Nicoletta (por cierto, muy buena ejecución, llegó a donde quiso con total solvencia), ocupó el lugar que le corresponde, equilibrando el conjunto y devolviendo la claridad al sonido, al menos parcialmente.

 

 

A nivel instrumental, importante comentar que los teclados eran invisibles porque claro, sonar sonaban, pero allí en el escenario no había teclista alguno (ndr: lo hizo un mago). Su sonido pregrabado fue muy patente durante toda la actuación, envolviendo los temas con esa atmósfera épica tan característica del género. Eso sí, en medio de todo, las dos guitarras de Paolo Campitelli y Alessandro Mammola costaban distinguirlas: a veces se escuchaban por un único lado del escenario y otras quedaban tapadas entre capas de sonido.

 

 

En general, a las guitarras les faltaba nitidez y cuerpo… estaban ahí, se intuían, pero cumplían con un papel claramente secundario. No sé si la banda quiere sonar así en directo, lo cierto es que en estudio se escuchan mejor. También es verdad que Alterium no es precisamente un grupo en el que los riffs funcionen como hachazos ni los solos como ametralladoras digitales. Personalmente, creo que la experiencia de directo mejoraría con menos protagonismo de teclados mágicos y guitarras más nítidas, con mayor presencia en la mezcla.

 

 

Dicho esto, conviene añadir que el mago invisible de los teclados también hacía coros y doblaba la voz de Nicoletta, todo con el claro objetivo de aproximar al máximo el sonido de la banda en directo a su experiencia de estudio. Esto es un error, un gran error, y cada vez está más extendido. Estos “artificios” no hacen sino levantar el telón para una mayor implantación de hologramas y conciertos virtuales. Yo digo NO.

 

 

No sé vosotros, pero yo no necesito que un grupo suene en directo exactamente igual que en el disco. Es más, quiero que sea diferente, y me da igual que sea imperfecto (dentro de unos mínimos). Se trata de hacer unas mínimas adaptaciones a los temas. Si no quieres o no puedes llevar teclados, adelante. Tienes dos guitarras y una vocalista estupenda con los que salir adelante.

 

 

Me encanta descubrir los nuevos matices y adaptaciones que hace una banda para llegar al directo, incluso cuando eso implica renunciar a parte del envoltorio de estudio. En fin, una vez que me he desahogado, vamos con la parte buena. Y es que, curiosamente, y aunque parezca que me estoy contradiciendo, Alterium en directo sobrepasaron con creces las expectativas que tenía generadas tras escuchar sus discos de estudio.

 

 

En estudio están bien, pero pecan de ser una banda ciertamente genérica, en la que cuesta encontrar ese algo que les haga únicos y especiales. Sin embargo, en directo, la mayoría de sus temas entran muchísimo mejor. Quizás esto me dé la razón en que la dimensión única del directo es un mundo aparte, y justamente por eso no es necesario clavar los temas, sino llenarlos de alma y calidez. A veces, lo que falta en producción se compensa con actitud, y lo que sobra en arreglos se sustituye por conexión.

 

 

Por lo demás, Nicoletta se interesaba por nuestros gustos para introducir los temas (¿Te gustan las sirenas? ¿Y los piratas? ¿Y los gladiadores? —vale, esta última quizás no). Su discurso estaba bastante guionizado, pero puede que sea por falta de tablas como frontgirl (me niego a usar frontman aquí). En resumen, fue un concierto disfrutable. La banda estuvo cómoda en el escenario… y a tenor de la reacción del respetable, consiguió hacer disfrutar. Ojalá volver a verles con un directo más sincero. Por que, a veces, menos es más.

 

Set List

 

  • Drag Me to Hell
  • Hear My Voice
  • Siren´s Call
  • Crossroads Inn
  • Firebringer
  • Stormrage
  • Raise Our Jar
  • Shadowsong
  • Sui
  • Of War and Flames

 

 

Fabio Lione´s Dawn Of Victory: La voce dell’altro mago

 

Tras unos minutos de rigor, las luces se apagaron. La intro «In Tenebris» marcó el inicio de un viaje musical al pasado, por los reinos encantados de Rhapsody, guiados por la voz inconfundible de Fabio Lione. El setlist que, de forma totalmente disruptiva voy a poner ya, fue una celebración de la etapa dorada de la banda (1997-2004):

 

Set List

 

In Tenebris

  • Dawn of Victory
  • Wisdom of the Kings
  • The Wizard’s Last Rhymes
  • The March of the Swordmaster
  • Riding the Winds of Eternity
  • Land of Immortals
  • The Magic of the Wizard’s Dream

Ira Tenax

  • Warrior of Ice
  • The Village of Dwarves
  • Eternal Glory
  • Lamento eroico
  • Holy Thunderforce
  • Symphony of Enchanted Lands (con Nicoletta Rosellini)
  • Unholy Warcry

Epicus Furor

  • Emerald Sword

 

Como podéis ver, hubo guiños a todos los discos clásicos de la Emerald Sword Saga y el posterior Symphony Of Enchanted Lands II (the Dark Secret). En otras palabras, mientras se llamaban Rhapsody a secas.  La banda que acompaña a Fabio se merece ser presentada (a diferencia de lo que pasó en el concierto). Y es que es un lujo contar con un batería con el bagaje de Alex Holzwarth, que ha estado en bandas como Angra, Blind Guardian y se grabó la batería en los dos primeros de Avantasia.

 

 

Patrice Guers por su parte cumplió muy bien como bajista, y Dominique Leurquin también se lució con la rítmica. El liderazgo a la guitarra lo ejerció el único músico que no ha estado en la nómina de Rhapsody, Justin Hombach, quien nos hizo olvidar momentáneamente que uno de los fundadores de Rhapsody fue un genio de Trieste de nombre Luca Turilli. Todos ellos mostraron una ejecución impecable, simpatía desmedida (Justin era el señor sonrisa eterna) y un nivel de frenetismo en el escenario ciertamente fuera de lo habitual. Eso sí, también merece mención especial el mismo teclista invisible que acompañaba a Alterium (menudo crack), que recreó con fidelidad las atmósferas barrocas de los discos originales.

 

 

Esto daría para otra parrafada por mi parte sobre las pistas pregrabadas (al menos antes, con Staropoli, la cosa se amortiguaba), pero así fue Rhapsody, pioneros en esas lides. Ya sabíamos a lo que veníamos, así que no añadiré más. Además de la calidad instrumental, el sonido fue nítido, potente y equilibrado en todo momento, sin saturaciones ni pérdidas de matices.

 

 

El principal punto de crítica lo centraré en la nula escenografía (de ahí el titular de la crónica), que contribuyó sobremanera a dar la sensación de estar ante una banda tributo. Está claro que un poco de eso había, pero absolutamente amortiguado por tener en el escenario a músicos que han formado parte de la historia de Rhapsody. De hecho, creo que es de las pocas veces que veo a un grupo telonero llevar una escenografía mucho mejor que la del cabeza de cartel. En cualquier caso, el show que se ofreció fue exactamente lo que se esperaba, y desde luego hubo calidad.

 

 

Y tener la voz de Fabio, en estado de gracia —de verdad, lo mejor de la noche y de lo mejor que puedes ver sobre un escenario— fue un privilegio. Incluso se atrevía a meter su voz en registro “operístico” para completar los coros pregrabados… y no quedaba nada mal.

 

 

No falló una nota, subió y bajó a donde quiso, y en general creo que todos alucinamos bastante con su actuación (tiene mérito: le habré visto entre sus distintas bandas más de diez veces, y esta fue sin duda la mejor). Y desde luego, su simpatía y su carisma… con su buen nivel de castellano (lo pudimos comprobar la última vez que le entrevistamos) se ganó a todo el público en cuestión de segundos. Un crack.

 

 

Hubo sus momentos de poner a cantar al público, que lo dio todo, y quedaron fenomenal (en “The March of the Swordmaster” fue sublime). Pidieron aplausos para Alterium (ellos lo hicieron antes al revés, muy buen rollo entre las bandas italianas), un recuerdo para el inmortal Christopher Lee y hasta anécdotas del pasado relacionadas con el setlist.

 

 

Según nos contó Fabio, había una lucha interna recurrente entre las dos facciones de la banda, según la cual Fabio, Luca y Alex (batería) estaban a favor de tocar “The Village of Dwarves”, y el resto no, porque decían que no era lo suficientemente heavy. Menos mal que ganaron los del sí. Dicho esto, aprovechó para mandarle un abrazo a Luca.

 

 

Otro momento mágico llegó con el increíble “Lamento Heroico”, del que cantó un fragmento totalmente a pelo y nos dejó a todos boquiabiertos. También hubo una colaboración inesperada: Fabio le pidió a alguien del público que anunciara desde el micro el siguiente tema, cosa que no ocurrió porque la persona en cuestión no llevaba gafas y no veía un pijo (Antonio, majo, si nos lees, te mandamos un abrazo grande).

 

 

El caso es que el tema que Antonio tenía que anunciar era la interpretación de “Symphony of Enchanted Lands”, que lució especialmente bien gracias a la presencia de Nicoletta Rosellini, en lo que fue uno de los momentos más emotivos de la noche, con una química vocal que traspasó los límites del escenario.

 

 

En el gran final, “Emerald Sword”… diría que desató la locura entre los asistentes, pero la realidad es que la totalidad del setlist fue muy celebrada. Eso sí, un tirón de orejas: que Fabio no presentara a todos los músicos no me pareció del todo correcto, pero bueno, seguramente fue más por descuido que por otra cosa.

 

 

En definitiva, una noche para recordar. Fabio Lione demostró que sigue siendo uno de los grandes vocalistas del género, capaz de emocionar, impresionar y transportar al público a mundos fantásticos. Y como reflexión final, qué pena que, siendo el triángulo la forma más estable de la geometría (única figura que no se deforma sin cambiar la longitud de sus lados, todo un símbolo de equilibrio y solidez), el que formaban Fabio, Luca y Alex se rompiera, privándonos de al menos cinco discos más al nivel de los primeros. Porque cuando los vértices están bien alineados, la estructura aguanta cualquier embate… incluso los del tiempo.

 


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