Explosión maquinal de unos Pain en estado de gracia

Pain + Oceans + Killus

17 de febrero de 2025

Salamandra (L’Hospitalet de llobregat)

Organiza: Madness Live!

Crónica: Markceröck

Fotos: Markceröck

El proyecto de metal industrial creado por Peter Tägtgren, músico, multiinstrumentista y productor sueco. Peter decía «Pain solo era yo trasteando en el estudio y terminó convirtiéndose en una banda». Con el tiempo, el proyecto evolucionó hasta convertirse en una banda con la cual defiende su último lanzamiento, I Am, y demuestra, una vez más, el talento compositivo de Tägtgren. “Me transporta al synth pop de los años 80”. Como invitados especiales, Oceans, una de las bandas más destacadas del metal contemporáneo y también la parafernalia de Killus.

 

Killus convence desde el minuto 1

Killus, la banda de Villarreal, se sumaba a la celebración conmemorando sus 25 años en la música. Ellos fueron los encargados de abrir la jornada en una sala Salamandra que ya presentaba un gran aspecto, con un público expectante.

 

Con su habitual brutalidad escénica, los cuatro miembros de Killus arrancaron con una intro oscura y atmosférica que dio paso a la explosiva «Grotesk«, canción que abre su último álbum. Javi Ssagittar, su carismático vocalista, no tardó en conectar con la audiencia con su potente voz y una presencia que recordaba a Corey Taylor (Slipknot), especialmente en la devastadora «Man-Made Tragedy«.

 

Desde el primer momento, Barcelona respondió con energía, coreando cada estribillo y dejándose llevar por la locura de Killus. Canciones como «Hell«, Nemesis«, «Paralyzed« y «The Darkness of the Crypt« mantuvieron el listón bien alto, con una banda que no paraba de intercambiar posiciones y jugar con el escenario. Destacaron especialmente el bajista Premuto Xx y el guitarrista y fundador Ruk, quienes derrocharon actitud provocadora y una energía arrolladora.

 

 

Oceans presentan su candidatura de futuro

La banda germano-austríaca Oceans, conocida por su fusión de death metal moderno con influencias del nu metal de los 90 y el post-rock, tomó el escenario con una presencia que dejó claro que su show no iba a ser uno más. Desde el primer instante, su vocalista Timo Rotten, con su mirada intensa y su agresiva puesta en escena, encendió la sala con «Parasite«, el tema que abre su más reciente disco Happy. Sin dar respiro, enlazaron con «Spit«, generando un ambiente de rabia e intensidad que no dejó a nadie indiferente.

 

Uno de los momentos más impactantes llegó con «We Are Nøt Okay«, canción que aborda la salud mental y la angustia existencial, un tema con el que muchos se identificaron. Siguiendo con su tónica de contrastes, «Breed Consume Die« elevó aún más la intensidad con sus cambios entre voces limpias y guturales, sumados a una base instrumental demoledora cortesía de Patrick Zarske (guitarra), Thomas Winklemann (bajo) y J.F. Grill (batería).

 

La recta final del show incluyó la catártica «Icarus«, coreada por toda la sala con su pegadizo «This is how We Die«, antes de transformarse en el emotivo «I am alive«, extraído de Hell Is Where the Heart Is (2022). Finalmente, con la frenética «Sulfur«, Oceans puso punto final a un show cargado de intensidad, dejando a la audiencia lista para la esperada actuación estelar.

 

 

Pain demuestran que son mucho más que un proyecto

La espera para ver a Pain se alargó más de lo previsto. La expectación era alta, la gente se impacientaba, pero todo se olvidó en cuanto Peter Tägtgren y su banda pisaron el escenario. Desde ese instante, solo importaba la música, la energía y el espectáculo que nos tenían preparados. Con puntualidad digital, Peter Tägtgren y sus secuaces tomaron el escenario principal. El montaje era espectacular: luces, pantallas LED que aportan una dimensión cinematográfica y una disposición escénica que, sin ser excesivamente recargada, potenciaba la estética industrial de la banda.

 

Desde el primer acorde, el sonido fue impecable. A veces, los conciertos en salas cerradas pueden ser un desafío en términos de mezcla y nitidez, pero en esta ocasión todo estuvo perfectamente equilibrado. La batería de Sebastian Tägtgren retumbaba como un trueno, el bajo de André Skaug marcaba el groove de cada tema con precisión quirúrgica y la guitarra de Greger Andersson inyectaba la dosis exacta de distorsión y potencia. Peter, en el centro del escenario, desatado, llevaba la batuta con esa mezcla de locura y maestría que lo caracteriza.

 

El arranque: directo al cuello, los primeros acordes de «End of the Line« hicieron temblar la sala. Pain no vino a calentar motores, sino a prender fuego desde el minuto uno. La intensidad fue inmediata, sin pausas ni introducciones innecesarias: la banda tomó posiciones y desató su magia con un inicio demoledor. El público respondió desde el primer momento, coreando cada palabra y entregándose a la energía de la banda.

 

 

Apenas sin respiro, le siguió «Call Me«, con las voces grabadas de Joakim Brodén (Sabaton) resonando en la sala, mientras, en una de las plataformas laterales, un roadie apareció con una máscara de Joakim, recreando la estética del videoclip. «Zombie Slam« llegó como un mazazo. El pogo se encendió y la sala se convirtió en un hervidero de saltos, empujones y headbanging. Desde el foso, intentábamos capturar la locura en imágenes, pero cada instante pasaba demasiado rápido. «Suicide Machine« y «Push the Pusher« continuaron la descarga con un Peter completamente entregado, animando al público, moviéndose por todo el escenario y asegurándose de que cada rincón de la sala estuviera sumergido en el espectáculo.

 

«Gone with the Flow« nos llevó a un momento inesperado: Peter apareció con un look veraniego, de blanco impoluto, mientras el bajista cambiaba de instrumento y la guitarra sonaba más sintetizada. Fue un cambio de registro sorprendente pero efectivo, una muestra de que Pain no es solo agresividad, sino que sabe jugar con matices y contrastes.«Same Old Song» fue otro punto álgido de la noche. Antes de arrancar, el bajista se marcó una línea de bajo oscura y envolvente, preparando el terreno para un tema que es pura rabia industrial.

 

La gente enloqueció, saltando y coreando cada palabra. «Don’t Wake the Dead». Es un hecho: los temas de Pain suenan más pesados en directo que en estudio. Este fue un buen ejemplo: más grueso, más oscuro y con una intensidad que puso la piel de gallina. «Revolution«, con un aumento brutal en los BPM, fue otro subidón de adrenalina. Peter se transformó en un híbrido entre Trent Reznor y Al Jourgensen, recordándonos que su proyecto industrial no es una simple extensión de Hypocrisy, sino una bestia con identidad propia.

 

 

Segunda mitad: euforia, bromas y locura total Uno de los momentos más memorables llegó con «The Great Pretender«, del disco You Only Live Twice (2011). Peter, siempre con su humor particular, bromeó sobre el aforo, diciendo que parecía que estábamos en el salón de casa con un grupo de amigos. “Party in My Headnos regaló un momento surrealista: miembros de Killus bailando en el centro de la pista, sumándose a la fiesta y alimentando aún más la locura de la noche.

 

Have a Drink on Me« bajó momentáneamente las revoluciones, con Peter sentado en el centro del escenario, sombrero de cowboy incluido, mientras en las pantallas LED aparecían neones con la frase «Girls Open», evocando un club nocturno decadente. Un respiro antes del golpe final. Y entonces llegaron los encores, más conocidos como bises. El momento de la noche en el que la banda da el último golpe de efecto antes de despedirse. Y vaya si lo hicieron y bien…

 

«Let Me Out« y la sala explotó. Gritos, pogos, intensidad al máximo… Peter jugó con el público, alargó los momentos de tensión y desató la tormenta en el estribillo. “I’m Going in«. La pista de baile industrial definitiva. La gente ya no tenía energía, pero, aun y así, sacaron fuerzas de donde no las había.

 

 

Y para cerrar la noche, el megahit definitivo: «Shut Your Mouth«. No hay mejor forma de cerrar un concierto de Pain. El público gritó cada palabra, mientras un alien recorría la pista y Peter cedía el micrófono a la audiencia para que cantara con él. El solo de batería en este tema fue apoteósico, con Sebastian Tägtgren luciéndose en cada golpe.

 

Pain ofreció un espectáculo redondo. Solo se puede poner un pequeño «pero»: el aforo podría haber sido mayor, pero la calidad de las bandas y el montaje escénico compensaron con creces cualquier carencia. Al finalizar, la banda se despidió con cariño, con Peter y compañía atendiendo a todos los fans. Firmaron CDs, discos, entradas, photopass… ¡hasta pasaportes! Un aftershow en el que se respiraba cercanía y agradecimiento. Si pasan por tu ciudad, no te lo pienses dos veces: ve y vive la experiencia de la locura sueca capitaneada por Peter Tägtgren.

 


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