El corazón de la escena barcelonesa palpita en el Youngblood

31 de mayo – Vía Julia – Barcelona

A.C. Metalcova

Crónica: Marc Fernández

Fotos: Brigadas

Hace muchos años que el Youngblood se ha convertido en un punto de encuentro obligatorio para los feligreses de la escena local, logrando la hazaña de poner el heavy metal como el centro del entretenimiento en plena Porspetitat. No más reggaetón, no más grupos de punk reivindicativo y gracias a Dios, sin rastro de tributos en el cartel. Una vez más Metalcova logó convertir el ostracismo en una fiesta, conquistando un espacio de lujo que se yergue sobre el sudor y el amor de un valiente grupo de voluntarios.

 

Pyre Forge, la frescura en la nostalgia

Los primeros en salir sobre las tablas fueron Pyre Forge, que por unos instantes parecieron hacernos viajar a través de un agujero de gusano a los felices años ’80. Aunque ser la primera banda del día nunca es agradecido, el quinteto arrancó las telarañas del recinto al ritmo de “Fire”, que rezumando la inquebrantable energía que solo tiene el metal clásico, rápidamente hizo las delicias de un público al que terminaron de meterse en el bolsillo con su versión de “Black Demon”.

 

Poco antes de salir sobre las tablas me habían dicho entre bromas que aquel era el primer concierto “serio” que iban a hacer, y aunque si que se les notó algo quietos y distantes, el show no se notó ni frío ni poco preparado, y es que ya fuera con temas propios como “Kingdom” o regresando a repasar sus influencias con “I am the Hammer”, su espectáculo fueron todo riffs coreables, sonrisas y un crescendo de energía desde la pista.

 

Algo muy hermoso que tienen eventos como el Youngblood es que uno como redactor tiene el honor de ver a grupos totalmente a ciegas, pues al no tener nada subido y poderles escuchar solo en vivo, de algún modo es como volver a esos ’80 que ni ellos ni yo hemos vivido pero que aun así amamos con locura. Precisamente temas como “In the Night of Evil” me suscitaron la necesidad de poder escuchar eventualmente su música grabada, y por las reacciones del respetable, no tengo duda alguna de que muchos habrían ido a por un cd nada más terminar su concierto.

 

Como no podía ser menos, su show terminó con otro homenaje a toda una institución como Manilla Road de la mano de una cañera versión de “Necropolis”. El final de una crónica no es demasiado tarde para señalar lo refrescante de la tira de versiones que Pyre Forge se sacó de la chistera, toda una sorpresa que agradecí profundamente. ¿Cuántas veces vamos a escuchar “The Trooper o “Breaking the Law”? Sea como fuere, si bien por momentos se vio a un grupo al que quizás aún le faltan un par de bolos juntos para terminar de cuajar, lo cierto es que su conseguida puesta en escena elevó una música que tiene el potencial de gustar a los de siempre y de sorprender a más de uno.

 

Espero con muchas ganas ya no solo que pisen el estudio, sino verlos crecer como banda a base de dar conciertos tan divertidos y poderosos.

 

 

Emissary, únicos y rompedores

Los siguientes en actuar fueron Emissary, que pese a poseer un sonido que bebe del thrash y el death más primigenio, pilló mi radar musical totalmente desprevenido. Pese a etiquetarse en los géneros ya mencionado, “Eternity Bound” se presentó como una mezcla impura de lo de siempre con un algo fresco, técnico y disciplinado dentro de su aparente anarquía. “Door to the Mystical” y “Hobb’s End” cayeron sin tregua sobre un público que supo apreciar la sorpresa estilística y se entregó al macabro espectáculo que se estaba desgranando sobre las tablas.

 

Su temática de terror cósmico marca H.P. Lovecraft encajó a la perfección con una ejecución que me recordó mucho al célebre concierto de Venom en el Hammersmith de 1984, pese a que sonoramente me recordaron mucho más a los Celtic Frost de finales de los ’80. Temas como “Throne of Chaos” o “Carcosa” siguieron cayendo con la misma energía con la que habían empezado el show, y no mentiré al decir que eché de menos algún pogo que hiciera justicia a la brutalidad que se estaba desplegando.

 

Con varias fechas confirmadas en distintos puntos de la península, el concierto de Emissary se sintió como una velada que sin duda dará mucho que hablar en los próximos meses. Eventos como el Youngblood sirven precisamente para que la escena de Barcelona pueda sacar pecho de los distintos sonidos que cultiva, y si bien la propuesta de Emmissary es algo que considero café para cafeteros, en aquella mágica noche de Via Julia pudo encontrar a un público que pudo entender y disfrutar de su música.

 

La recta fina del concierto la protagonizaron “Ravening for Delight” y “Witchfinder”, pese que el grupo no levantó en ningún momento el pie del acelerador, incluso cuándo el sofoco veraniego resulta especialmente inclemente en un escenario. El concierto de Emissary, enérgico y mucho más técnico de lo que me esperaba, dejó el listón muy alto para cuándo el festival se aproximaba a su ecuador, permitiéndonos disfrutar de una propuesta sorprendente y que brilla especialmente en eventos de esta clase.

 

 

 

Age of Steel, los viejos conocidos

El speed metal es un estilo especialmente querido en un entorno como el del Youngblood, y si hay un grupo que sabe dar precisamente eso en Barcelona, ese es Age of Steel. Aupados por una fructífera generación de otros grupos como Redshark o Savaged, el quinteto dio una demostración de a qué habían venido con “Age of Steel”, que sonó tan intensa y directa que pudimos olvidar el pequeño problema técnico que obstaculizó el inicio de su actuación.

 

Empalmaron rápidamente con “Smoke and Dust”, confirmando que la propuesta de Age of Steel iba a cumplir con solvencia su promesa de un metal técnico, veloz y clásico.

 

Como ya hiciera Pyre Forge para animar al personal, Age of Steel recurrió a una versión para animar al personal, y la primera elegida fue “Aces High”, un tema muy querido que sirvió para mantener el entusiasmo y la energía por todo lo alto. Temas como “We are Better” o “Terrifier” revelaron que son un grupo que sabe cuándo debe dar caña y cuándo ser melódico, sorprendiendo las florituras técnicas que tienen algunos de sus arreglos.

 

Antes del concierto pude saber que el grupo había experimentado dificultades para coordinarse y poder encarar su actuación, y si bien es algo en lo que no me habría fijado de no haber podido hablar con ellos, lo cierto es que, si uno se detiene a escuchar detalladamente los arreglos y distintas secciones de sus canciones, resulta comprensible que los músicos puedan sentirse inquietos, por mucho que luego desde el público el concierto se pueda disfrutar sin ningún problema.

 

La tanda final de la actuación vino de la mano de “Was Born”, un tema muy querido a estas alturas de la película, y que sirvió para presentar “Garden of Teara”, un tema que sonó especialmente bien y que el grupo anunció que lanzará como single próximamente. Al final el concierto de Age of Steel fue todo lo que un asistente a un evento como el Youngblood quiere y desea: una andanada de metal de toda la vida; veloz, técnico y que no deja nada a su paso. Tengo ganas de poder disfrutarlos en un show propio y con su material nuevo templado por el estudio.

 

 

Radity, culminando una noche fantástica

Los responsables de cerrar el Youngblood fueron Radity, que, aunque por edad hacen justicia al nombre del festival, lo cierto es que actúan como un grupo mucho más veterano. Ya desde las primeras notas de “World of Violence” pudo sentirse un cambio en el ambiente, como si de pronto sobre el escenario se hubiera encendido una central eléctrica. Si bien la noche había sido bastante variada en cuánto a estilos, el thrash sin preámbulos de Radity supuso un giro brusco hacia otro tipo de espectáculo.

 

En lo personal no soy alguien que disfrute de los conciertos de thrash, quizás por la crisis de los treinta o por algún motivo psiquiátrico que escapa a mi comprensión, pero lo cierto es que la energía de su directo es digna de admirar. Ya en la entrevista que les pude hacer antes de salir a actuar anticipaban que en un concierto suyo se queman más calorías que en un entreno de crossfit, y advirtieron a la cámara de que se quedan con la cara del que no lo da todo en el pogo. Proféticamente, se pudo ver a una banda muy activa sobre las tablas, muy enfocados en desprender la misma energía que esperan recibir y empecinada en desafiar al respetable para que se rompa los piños en un wall of death.

 

El mérito de conciertos así reside en mantener al personal totalmente entregado e intercambiar tu energía con ellos, algo que se logró con absoluta solvencia, sobre todo cuándo el cuarteto encaró una cover tan poderosa como “Raining Blood”, que hizo que hasta el metalero más fatigado corriera a desgañitarse y a romperse las vértebras. Radity son un grupo que ha pasado de ser un grupo querido por lo entrañable a ser genuinamente respetados por una escena que los está viendo crecer muy deprisa, pues más allá de su concierto en el Rock Fest el mes que viene, se han ganado el honor de ser los representantes de España en el concurso de bandas del Wacken.

 

Como para encarnar la locura que fue su bolo, Aitor, uno de los heroicos organizadores, no pudo resistir la tentación de auparles desde el escenario solo para saltar sobre el público con la furia de inglés en Magaluf, a la vez que la banda agotaba sus cartuchos con un dúo tan cañero como “Just Kill” y “Bullet King”, que terminaron por quebrar gustosamente a una audiencia tan joven como entregada. Finalmente, fueron ellos los que terminaron saltando sobre la audiencia, que visto lo visto bien podría haber querido recibir una hora más de tralla. Afortunadamente para todos, tengo la corazonada de que lo mejor de Radity está aún por llegar.

 

 

Y fue así, cuatro conciertos y varias cervezas más tarde, mientras cenaba en uno de los bares de barrio que flanqueaban al escenario, cuándo tuve la súbita realización de lo afortunados que somos y de lo fácil que es dar ciertas cosas por sentado.

 

Por un lado, es fácil dar por sentado a la organización, como si los escenarios brotaran como setas, las barras se gestionaran solas y los grupos arreglaran su logística con un crew profesional. No hay que olvidar que el Youngblood es un evento organizado por voluntarios, y que es sobre su esfuerzo y su ilusión sobre el que se construyeron todos los conciertos. Aquel sábado cualquier paseante podría haber disfrutado gratis de una increíble noche de música, nadie cobró una entrada desorbitada y no hubo de lamentar ningún incidente.

 

Por el otro es fácil obviar a las bandas locales, muchas veces opacadas por los titanes de siempre o desplazadas a un lado en pos de grupos tributo que sobre el papel gustan más a la gente. Suele decirse aquello de que, si “X” grupo en vez de ser español fuera finlandés, estaría petándolo, pero la verdad es que concluido el festival me sentí mi orgulloso de pertenecer a la escena barcelonesa. Me sé de más de una ciudad que habría matado por tener un cartel así.

 

Sin nada más que añadir, quizás toca ser un poco más humilde y agradecer la oportunidad de asistir a más eventos como éste. Cuando en agosto esté paseando por las fiestas de mi pueblo escuchando a Bad Bunny o a un grupo luchando por sacar adelante “Smoke on the Water”, sin duda me trasladaré, como el preso que huye de su celda a través de su imaginación, a la apabullante noche que fue este 31 de mayo.

 


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