Eivor + Elinborg + Asgeir
8 de Octubre de 2025 – Sala Razzmatazz 2 – Barcelona
Route Resurrection
Redacción: Marc Fernandez
Fotografías: Marc Tomás
Las aventuras de vuestro metal paco favorito no han terminado, y es que con una crisis de los 30 fuera de control y privado de términos nuevos para redactar la vigésima crónica de Saxon o Blind Guardian, no es extraño que el metalero promedio, el querido pacus vulgaris, explore propuestas musicales que lo que carecen de familiar lo tengan de exótico.
Es por ello que el público que se juntó frente al escenario de Razzmatazz 2 fue de lo más variopinto, pues aunque detecté a varios Pacos en busca de nuevas experiencias, había también mucho expat nominado a las eliminatorias del mundial de balconing, un par de dobles de Panoramix y varias chicas con un atuendo entre lo folklórico y lo gótico con cara de no llevarse muy bien con sus padres. Toda esta atípica tropa fue convocada un miércoles por la tarde, un día siempre atroz para un concierto, para experimentar un show que se antojaba memorable.
Elinborg, malditos sean los horarios
La primera en salir a escena fue Elinborg, la muy honorable hermana de la gran protagonista de la noche, y aunque tenía muchas ganas de disfrutar de su show al completo, el horario de la velada se interpuso en mi camino. Si, soy consciente de que la logística de los conciertos es la que es, y si, sé que un concierto en un miércoles no puede terminar a las dos de la mañana, pero poner a actuar a la primera banda a las seis y media de la tarde, cuándo el trabajador promedio no funcionario sale de trabajar a las seis, es sencillamente cruel.
Lo poco que pude ver de su show casaba muy bien con lo que serían las propuestas posteriores de Aisgeir y la misma Eivor: un despliegue minimalista y algo sobrio sobre el escenario que sirvió para descargar un concierto melancólico y atrapante. Haciendo una analogía paca, fue algo así como poner a un grupo de Thrash para abrir a otro grupo de Thrash, para que el grupo principal pueda salir a tocar con las telarañas retiradas de las esquinas de la sala y el público calentito tras unos primeros pogos. El equivalente fue que se vieron los primeros bailoteos, los primeros arrumacos y que se presenció un teaser de lo que sería el aura de la noche.
Aisgeir, la timidez más resultona
Armado únicamente con un piano y una gorra, Aisgerg salió plácidamente al escenario en una línea muy continuista con lo que había sido el concierto de Elinborg, evocando un aura que solo podría definir como una rave organizada por Steven Wilson. El islandés es de esa clase de tímidos que pidieron permiso para salir del vientre de su madre, pero lejos de mermar la actuación, le dió un toque especial.
Su arsenal contenía también una guitarra con la que encaró “Julia”, lo que no hizo sino aumentar los arrumacos de un público colmado de parejitas y gente ebria de más de 1,85. El islandés como idioma barniza a la música de un aura tan especial como cautivadora, lo que sumado a una timidez entrañable por parte de Aisgeir confirió al concierto el sabor de una experiencia íntima y especial, casi como si te estuviera desgranando su música en el salón de la casa.
Regresó al piano para la algo más movida “Ferris Wheel”, dando un ambiente festivo a una actuación que allanó el camino para la experiencia introspectiva que estaba por venir.
Eivor, la mejor de dos mundos
Embriagada de una atmósfera oscura y ataviada como la mismísima Maléfica, Eivor salió al escenario al ritmo de “Jardartá”, pudiendo alardear de un estado de forma y precisión vocal que metió al público en su bolsillo de reina malvada desde el segundo 1. Para “Salt” se armó con un tambor más grande que la deuda pública española para ensalzar el aura creada por la atmosférica banda que la acompaña.
Un “Bona nit” antes de la cálida “Gullspunin” fue todo lo que necesitó para acabar de ganarse a un respetable hipnotizado por su mágica actuación, empalmando magistralmente con una “Í Tokuni” que se sintió como parte de un apoteósico ritual chamánico.
El primer momento álgido de la noche vino de la mano de las canciones que compusieron la banda sonora de “The Last Kingdom” una tríada de temas en el que la canción homónima recibió una aclamación especial, pero en la que también destacó el homenaje a su patria en las Faroe de la mano de “Hymn 49”.
Es difícil describir la actuación de Eivor sin repetir atmosférico una y otra vez, por muchos sinónimos que pueda sugerirme chat gpt, por lo que puestos a tirar de tópicos, lo que resultó innegable fue el don de la protagonista para sacar adelante un concierto total y absolutamente cautivador. Como alguien acostumbrado al frenesí del metal, resulta loable como un artista puede mantener a la audiencia interesada y entregada en temas que empujan más al trance que al pogo, a la introspección antes que a desgañitarse cantando, hilvanando un embrujo que poco a poco culminó en una noche inolvidable.
La sorpresa de la velada vino de la mano de “Us and Them” que Eivor supo barnizar con su estilo particular con un poco de ayuda de Ásgeir, que se subió al escenario para hacer las segundas voces, logrando que aquel que no estuviera familiarizado con la discografía de Pink Floyd no sintiera que el tema estaba fuera de lugar.
El regreso a los temas propios lo marcó la evocativa “Enn”, que allanó el terreno para la memorable colaboración con su hermana de la mano de “Upp Úr Øskuni”, protagonizando un momento tan entrañable como épico sobre el escenario.
El clásico “Trøllabundin” auguraba que el final del concierto se hallaba cerca, logrando arrancar un aullido de la audiencia con su poder de ritual vikingo, sirviendo también a la banda para hacer una escapada del escenario que precedía al bis. Contra todo pronóstico, el gran final vino con “Famous Blue Raincoat”, un tema tan poco habitual que hasta la misma Eivor se equivocó a la hora de encarar sus primeros acordes, pese a que una vez más logró hipnotizar a Razzmatazz. Como no podía ser menos, la celebrada “Falling Free” fue la encargada de poner el broche de oro a la velada, marcando el regreso de toda la banda al escenario para una última y sublime ejecución.
El de Eivor fue un concierto cuya variopinta afluencia responde a una innegable universalidad. Desgranó una propuesta que aunque a priori puede parecer de nicho, tiene un poco de todo para todo el mundo; tanto para el metalero que fantasea con ser un vikingo como para el que simplemente quiere dejarse llevar y bailotear una melodías suntuosa.

Mi nombre es Irene, y todo el mundo me conoce por mi apellido Kilmister adquirido por el que ha sido y será mi mayor ídolo en esta vida. Lo cierto es que yo empecé en esto de la fotografía sin pensarlo mucho. Era la típica amiga de la cámara, pero de que me quise dar cuenta me propusieron entrar a colaborar en un medio profesional en 2017 y desde ahí he pasado de ser esa amiga de la cámara a evolucionar y coinvertirme en lo que conocéis ahora.
Apasionada de la música en todos sus géneros y amante de la lectura y los conciertos, aunque mi verdadera profesión no tenga nada que ver con todo esto.
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