Crítica Helloween (2021): Un viaje al pasado para entender el presente

 

Nota: 70/100

18/06/2021

Nuclear Blast

 

El próximo 29 de agosto verá la luz la nueva obra de Helloween y segunda desde el regreso de los hijos pródigos: Hansen y Kiske. En S2R vamos a aprovechar la ocasión para mirar atrás y presentaros la crítica del álbum que marcó el inicio de esta nueva era: el homónimo Helloween de 2021. Cuatro años después, es momento de preguntarse cómo ha envejecido y analizar el camino que ha seguido la banda hasta Giants & Monsters. Como en aquel momento S2R no existía, y día de hoy aún no dominamos los viajes en el tiempo (estoy en ello), os traigo ahora, recién concebida para la ocasión, la crítica elaborada por vuestro “Helloweenólogo” de confianza. Con todos ustedes… ¡Helloween!

 

 

Ley de la Inversión Hipermediática (Reifstein et al., 2025).

En el marco de la física musical aplicada, la magnitud del hype (H) generado por un álbum es directamente proporcional al producto del entusiasmo mediático (E) y la expectativa individual (X), e inversamente proporcional al valor musical intrínseco de sus composiciones (V). Formalmente:

 

H ∝ (E × X) / V

 

De esta formulación se deduce que los álbumes con alto valor musical intrínseco, a menudo producidos por grupos de escasa notoriedad o reducido impacto mediático, generan niveles de hype notablemente bajos. Por el contrario, en el caso de formaciones ampliamente conocidas y veneradas, la ecuación se invierte: el hype se dispara incluso cuando el valor musical intrínseco es mínimo. Pues bien, allá por 2021, el álbum Helloween me subió esos niveles de hype hasta valores poco conocidos en mi organismo, impulsado por titulares de “mejor álbum en décadas” y “nuevo Keeper”. Ay, si es que parezco nuevo…

 

 

El caso es que el homónimo de 2021 fue aplaudido a rabiar por la prensa mundial. Se habló de obra histórica, de himnos para la eternidad y de regreso triunfal. Cuatro años después, no está en las conversaciones, no se cuela en listas de lo mejor de la década y apenas deja un par de cortes en los setlists que no sabemos si se mantendrán en el próximo tour.  ¿Envejeció mal? Para mí no: ya nació con fecha de caducidad. En mi escala fue un 70 entonces, y sigue siéndolo a día de hoy. Importante precisar: no fue para nada un mal disco, al contrario. Pero estaba ubicado en una discografía que, salvo contadas excepciones, es sobresaliente. Y sobre todo, había generado ese brutal nivel de hype, y no era por nada.

 

 

Tras años de rumores, giras nostálgicas y esperanzas acumuladas Helloween volvía para hacer historia con un disco homónimo que reunía a sus tres vocalistas icónicos: Michael Kiske, Andi Deris y Kai Hansen. El anuncio había sido recibido como un evento por la comunidad metalera, y las expectativas eran altísimas: ¿sería este ese nuevo Keeper que todos soñaban? ¿un homenaje a su legado? ¿un nuevo camino? Todo esto lo ha penalizado brutalmente en el medio y largo plazo… o al menos esa es mi percepción (miento, a mi me falló en menos de una semana de escucha).

 

 

Helloween fue un álbum que emociona por momentos (unos cuantos), pero también desconcierta. Una obra que celebra la reunión, sí, pero que no ha terminado de consolidarse como el clásico que muchos esperaban, a pesar de esas excelentes críticas entre los medios. Había química y mucho e incuestionable talento, pero sabe a viaje agridulce. Tiene momentos de brillantez combinados con algunas composiciones que no terminan de despegar, y decisiones artísticas discutibles que dejan sabor a “casi”, y un regusto a oportunidad perdida. Nada como dejar pasar el tiempo para que las cosas se pongan en su sitio, pero… a día de hoy, y tras varias re-escuchas muy concienzudas, sigo sintiendo exactamente lo mismo, quizás con una leve mejoría en temas que en su momento no me dijeron nada. No era lo esperado para un regreso tan histórico.

 

 

El álbum se presentó con una portada que también incitaba al optimismo: obra del artista Eliran Kantor, conocido por sus trabajos para Testament y Soulfly, la ilustración ha sido celebrada como una de las mejores de la discografía de la banda. No es una simple calabaza más: es una reinterpretación pictórica del universo Helloween, con guiños a los Keepers, a los anillos, la trompeta de Walls of Jericho (contraportada, que hay que decirlo todo), envuelto en una atmósfera épica y madura. Kantor logra lo que el disco intenta: unir pasado y presente en una sola imagen.

 

 

La respuesta de los fans fue tan intensa que el propio artista se declaró abrumado por la cantidad de mensajes recibidos. Todo está ahí, pero reinterpretado con una estética más madura, más pictórica, más épica. No era una portada nostálgica, sino una reinterpretación artística del universo Helloween, como si Kantor hubiera decidido pintar el Keeper of the Seven Keys desde la perspectiva de 2021.

 

 

En lo sonoro, el disco fue producido por Charlie Bauerfeind y coproducido por Dennis Ward, los mismos responsables de trabajos anteriores de la banda. Aquí el consenso crítico se fragmenta: mientras algunos medios destacan la limpieza y potencia del sonido, otros señalan una falta de homogeneidad y riesgo en la mezcla, con quejas sobre compresión deficiente y sonido de batería mediocre. Por mi parte, y estando muy lejos de ser técnico de sonido y analizar el disco con esa perspectiva, creo que la producción es más que correcta (destacan mucho las guitarras, que suenan afiladas y bien empastadas), pero también algo lineal, sin grandes sorpresas ni evolución respecto a discos previos. En definitiva, un sonido que cumple, pero no deslumbra.

 

 

Out for the Glory – Del cielo prometido al golpe contra el suelo

Tema de apertura y, por tanto, debería ser una declaración de intenciones. Empieza con una introducción absolutamente fantástica: guitarras en arpegio, atmósfera misteriosa, un tono que invita a pensar en algo épico y grandilocuente… y que, de golpe, desemboca en un corte netamente happy y power metalero. La crítica lo llegó a comparar con Eagle Fly Free (herejes), pero la realidad es que, siendo un buen tema, está muy lejos de los estándares que la banda ha marcado en este tipo de canciones.

 

 

Los primeros versos con Kiske no enganchan; da la sensación de que el tema fue escrito sin pensar que él lo cantaría. Por suerte, Kiske está mucho mejor aprovechado en la mayoría del disco (uno de los puntos de luz del álbum), pero abrir así es un error estratégico. El estribillo es dulzón y almibarado, pero no logra emocionar ni enganchar. La intervención de Hansen, sin ser mala, parece metida con calzador.

 

 

En el lado positivo, la sección de solos con guitarras dobladas (armonías) funciona muy bien: engancha y está perfectamente integrada. Helloween nunca han hecho estribillos predecibles y lineales, y aquí, el cambio de tono vocal en el estribillo es un guiño marca de la casa que se agradece. Sin embargo, la parte narrada sobra por completo. Y cuando Kiske vuelve con el repetitivo “no, no, no” … es una abominación que arruina todo lo ganado.

 

 

Líricamente, el problema continúa: la historia mezcla grandilocuencia y parodia, con un “héroe” que sueña con conquistar el mundo pero empieza durmiendo después de la cerveza, y que es despertado (en su sueño) para asistir a una carrera de cuadrigas. En otro contexto o disco, encajaría bien, son letras marca de la casa, pero como tema de inicio de un álbum tan esperado y simbólico, resta muchísima fuerza. En conclusión, “Out for the Glory” tenía todo para ser un himno de apertura, pero acaba siendo un corte simpático que, a día de hoy, ya casi todos hemos olvidado y que difícilmente entrará en la lista de clásicos de la banda.

 

 

 

Fear of the Fallen – El potencial hecho canción

Segundo single del álbum y, para quien escribe, tan buena o más que la muy aclamada “Skyfall”. Arranca con una intro acústica atmosférica que, con sutileza, remite a pasajes del Keeper of the Seven Keys Part II, un guiño que dispara la nostalgia y conecta con la época dorada de la banda. De ahí, la entrada de las guitarras eléctricas y la batería es directamente matadora, dando paso a un tema que engancha desde la primera escucha.

 

 

El dueto entre Kiske y Deris es, sencillamente, el mejor exponente del potencial que tiene esta formación: no se limitan a alternar versos, sino que se reparten y cruzan líneas, jugando con los pre-estribillos y adaptando sus registros para complementarse. Kiske aporta esa claridad celestial; Deris, la fuerza terrenal. Juntos construyen un estribillo de corte clásico, pegadizo a la primera, que se apoya en guitarras dobladas y armonías perfectamente integradas. Incluso hay pasajes con cierto aire de música clásica que añaden dramatismo sin romper la fluidez.

 

 

Es una montaña rusa de emociones, un ejercicio de técnica y precisión donde no sobra ni un segundo. Lo único que sobra, en realidad, es la frustración de saber que nunca la llevaron al directo. Es un delito dejar fuera de un setlist un tema que, además de sonar a Helloween clásico, mantiene una perspectiva actual y fresca. A día de hoy sigo escuchándola: es un vicio, y la mejor puerta abierta a lo que podríamos esperar de esta formación si todo el disco hubiera estado a este nivel. Y quizá ahí está el problema: cuando tienes canciones así, el resto palidece por comparación.

 

 

Best Time – Pop metal sin complejos

Tercer single del álbum, compuesto por Sascha Gerstner y Andi Deris, con videoclip incluido y la participación de Alissa White-Gluz en el mismo (no en el tema del álbum). Es un tema brillante, pegadizo y con vocación inequívoca de directo. Su estructura breve y su aire optimista lo convierten en una pieza fácil de encajar en los setlists sin sacrificar demasiado espacio a los clásicos, algo que personalmente considero un error: Helloween es mucho más que los Keeper, y limitar la presencia de material nuevo a cortes tan ligeros empobrece la propuesta en vivo.

 

 

Musicalmente, cumple lo que promete: es sencillo, efectivo y contagioso, con el coro de Sascha marcando el momento más memorable (“yesterday’s history, tomorrow is a mystery”). No está entre lo más ambicioso del disco, pero tampoco sobra. El fan medio de la banda probablemente estará encantado, y en el contexto de un concierto funciona como un respiro festivo.

 

 

Mass Pollution – Heavy de manual

Un himno metálico sin concesiones: grueso, enérgico, directo al corazón del heavy. Arranca con bajo y batería atronadores y riffs gruesos, asentando un medio-tiempo alto con mucho groove. Andi Deris entra en agudo, a lo Rob Halford, y desde luego firma un trabajo vocal sobresaliente, cargado de fuerza y presencia. El estribillo funciona de forma impecable y la instrumentación es sólida y fuertemente integrada, con cada sección encajando como un engranaje bien engrasado.

 

 

Sin embargo, hay una decisión estilística que rompe la magia: esa frase absurda y cómica de apenas 3 o 4 segundos que precede al estribillo. Es un recurso que suena fuera de lugar y que, en un tema tan directo, resta fuerza en el peor momento. Los solos, bien ejecutados y con la elegancia melódica típica de la banda, llegan acompañados de un puente que sirve de transición hacia el tramo final, claramente concebido para el directo: el inevitable “make some noise” para que la gente coree. Funcionó en vivo, sí, pero era predecible desde el primer segundo.

 

 

En lo positivo, ese “Go, go, ¡go!” es sencillamente brutal para el directo: breve, conciso, y capaz de encender a cualquier público. El groove general del tema es su mayor virtud, junto con un estribillo que pide ser cantado a pulmón. Aun así, confieso que me llevé una pequeña decepción cuando lo vi fijo en el setlist, sobre todo sabiendo que eso significaba dejar fuera otros cortes mucho más inspirados de este mismo disco. Sospecho que no fui el único.

 

 

Angels – Melancolía en clave Helloween

El tema “distinto” del disco. Desde su inicio marcado por un bajo muy presente y una atmósfera oscura, se nota que no juega en el mismo campo que el resto del álbum. Esa atmósfera sombría recuerda a la que Helloween cultivó en piezas como “Escalation 666” de The Dark Ride, aunque aquí esté construida sobre un sonido muy distinto.

 

 

La voz de Kiske planea sobre ese paisaje sonoro inicial hasta que entran los teclados, que aportan una sonoridad más oscura y sombría. Después, las guitarras entran con fuerza, rebajando ligeramente el tono y preparando el terreno para el resto del tema. Sin embargo, es en el estribillo donde “Angels” se desinfla: resulta disonante, no termina de encajar con la atmósfera previa y rompe parte de la emoción acumulada.

 

 

No es que “Angels” estuviera destinado a ser un clásico, pero con un estribillo más inspirado podría haberse convertido en uno de los grandes momentos del álbum por su rareza y ambición. Se agradece que en un disco tan variado haya espacio para propuestas diferentes, aunque no siempre lleguen a buen puerto.

 

 

En lo positivo, el pre-estribillo es brillante: Kiske canta en un registro bajo, acompañado de un delicado piano, transmitiendo un sentimiento de pesar y melancolía muy poderoso. Es un momento de auténtica pausa emocional antes de que la canción retome el pulso más pesado. Para mí, este tema no es el peor, pero estoy seguro de que para la mayoría sí lo ha sido. Su mérito está en ofrecer algo diferente, aunque no haya alcanzado su máximo potencial.

 

Rise Without Chains – El vuelo de Ícaro de Helloween

Musicalmente, “Rise Without Chains” es una montaña rusa de emociones: arranca con fuerza, crece con un juego vocal exquisito entre Kiske y Deris, y se despliega en un estribillo que es sencillamente increíble, transmitiendo con precisión todo lo que el tema quiere decir. Aquí la alternancia de voces es clave: si en un verso canta uno y remata el otro, en la siguiente repetición invierten los papeles; lo mismo ocurre en los estribillos.

 

 

Esta dinámica no solo aporta color y variedad, sino que hace que el tema sea difícil de agotar incluso tras decenas de escuchas. Qué acierto tenerlos juntos. Cuatro años después, todavía me sigue emocionando. La letra, lejos de ser una simple oda a la libertad, es una advertencia: “You should never / Rise without chains”. Como en el mito de Ícaro, el mensaje es claro: volar demasiado alto, sin límites, puede llevar a la caída. Las cadenas aquí no simbolizan opresión, sino estabilidad, vínculos y equilibrio.

 

 

Y aquí surge la duda inevitable: ¿es casualidad que este mensaje encaje tan irónicamente con la propia historia de Helloween? En un disco de reunión, mirar al pasado es inevitable, y el pasado de la banda incluye un ascenso meteórico (Walls of Jericho, los Keepers) que terminó en caída libre (Chameleon). ¿Estarán, consciente o inconscientemente, hablando también de sí mismos?

 

 

Curiosamente, no es un tema especialmente valorado por la crítica, así que quizás vaya en contra del sentir general. Su ubicación en el tracklist tampoco ayuda: en la posición 6 queda tapado entre otros cortes y pierde visibilidad, aunque tampoco encajaría como tema de apertura. Es difícil encontrarle el hueco perfecto.

 

 

Aun así, como redactor honesto, no puedo dejar de decirlo: para mí, es un 10. Un tema que justifica por sí solo la reunión y que, de haber tenido continuidad en esta línea, podría haber elevado el álbum entero… sin miedo a volar, pero esta vez con el cinturón de seguridad bien abrochado. Parece que, ahora que son mayorcitos, lo han aprendido.

 

 

Y lo más importante: si “Out for the Glory” fracasaba al intentar mirar a los grandes clásicos, aquí sí tenemos un tema que se atreve a mirar de frente a “Eagle Fly Free”. Le falta un poco más de desarrollo, frescura y originalidad para estar a su altura, pero comparte el mismo espíritu: épico, luminoso y lleno de energía contagiosa. Cuatro años después sigo volviendo a él, y sigo sintiendo la misma emoción.

 

 

Indestructible – El corazón de directo de Markus

Único aporte compositivo del bajista Markus Grosskopf, “Indestructible” es puro músculo heavy con corazón de directo. Desde el primer segundo, el riff inicial golpea con firmeza y arrastra un groove que sustenta todo el tema con solidez, mientras la batería marca un pulso inquebrantable. Hay cierto aroma a Judas Priest en la forma en que guitarras y ritmo se entrelazan, creando una base que invita a levantar el puño desde el primer compás.

 

 

Las letras son un canto a la resistencia y la unidad, con un reparto vocal que multiplica su fuerza: Deris liderando el ataque, Hansen sumándose con un grito encendido (“Cause we are one!”) y Kiske rematando con un impecable (“We’re indestructible!”). Esa alternancia convierte el estribillo en una declaración coral y poderosa, hecha para retumbar en directo, pero que no acabó en el set list.

 

 

El puente, sin buscar florituras, prepara el terreno para una sección de solos compacta y bien integrada, mientras el ritmo no pierde un ápice de intensidad. Indestructible no pretende reinventar nada, pero mantiene el pulso del álbum en alto y recuerda que Helloween, cuando quiere, puede ser tan directo y contundente como cualquier otra banda del género.

 

 

Robot King – De ópera distópica a taberna portuaria

“Robot King” es uno de los cortes más ambiciosos y largos del álbum (siete minutos) y, sobre el papel, tenía todo para convertirse en un clásico moderno: temática distópica, solos de inspiración neoclásica que son puro Helloween ochentero, y un dúo vocal Kiske-Deris absolutamente desatado, alcanzando tonos imposibles. Es un auténtico destroza-gargantas que deja claro que nunca fue concebido para el directo.

 

La letra, que narra el ascenso de un líder cibernético a una “raza maestra” de máquinas, tiene ecos directos de “Twilight of the Gods”, solo que aquí la perspectiva es la de la nueva era: ya no se lamenta la caída del viejo orden, sino que se celebra el reinado del nuevo. El guiño cobra aún más sentido ahora, 4 años después, con “Twilight Of The Gods” aparentemente lista para volver al setlist. ¿Fue algo premeditado o simplemente a Weikath le encanta la temática después de verse las pelis de Terminator varios cientos de veces?

 

 

Musicalmente, abre con un riff principal enrevesado e impredecible de Weikath, que atrapa desde el primer segundo, y despliega pasajes solistas veloces y armonizados que evocan la etapa dorada de los 80. Sin embargo, la construcción del tema no está exenta de errores de peso: el pre-estribillo (minuto 2:28) introduce una línea vocal pueril y fuera de tono que arruina parte de la experiencia. Esto se agrava en un puente muy extendido (del minuto 5:00 al 6:15) que rompe por completo la atmósfera con un pasaje que suena a juerga tabernaria, totalmente desconectada del sentido de la letra.

 

 

Son momentos que parecen pegados con cinta adhesiva barata a una base que, en su concepción original, quizá fue una idea brillante. Me encantaría saber cómo eran las demos de este tema para confirmar si, efectivamente, se trató de un gran concepto al que luego añadieron trozos que no venían a cuento.

 

 

Lo paradójico es que, sin esas secciones, estaríamos ante un corte capaz de mirar de tú a tú a “Skyfall”. El estribillo es potente, el cierre del tema funciona, y la química vocal es incuestionable. Pero en su estado actual, “Robot King” pasa de ópera distópica a taberna improvisada en cuestión de segundos.

 

 

Cyanide – El veneno de la manipulación

“Cyanide” es uno de los cortes más directos del álbum: rápido, con riffs afilados y un estribillo que funciona bien. Me gustó mucho su letra, que lanza un mensaje claro de resistencia contra el control y la manipulación: habla de un poder que da a la gente solo la ilusión de libertad (“Give the power to the people / Just enough”), mientras la domestica y la envenena con mentiras (“Yes, you try to feed me your exploitive cyanide”). El “cianuro” es la metáfora del veneno ideológico o emocional que se disfraza de promesa (muy vigente en tiempos de desinformación).

 

 

El problema es que, pese a su eficacia inmediata, es un tema bastante inadvertido dentro del conjunto. Está bien ejecutado, pero no aporta demasiado a la experiencia global y quizás habría encajado mejor como bonus track (aunque en Helloween, como veremos luego, los bonus juegan en otra liga). Es entretenido, sí, pero tampoco es de esos que invitan a volver a él muchas veces.

 

 

Down in the Dumps – El día que Weikath se levantó con el pie izquierdo

No vamos a extendernos demasiado en el análisis, porque este tema sufre un problema similar al de “Robot King” y “Out for the Glory”. Y me duele especialmente decirlo, porque Weikath es y será siempre mi compositor favorito de Helloween, pero en este disco se lució… y no precisamente para bien.

 

 

El arranque, hasta el 1:22, es simplemente brillante: de lo mejor que hay en todo el álbum. Potente, con atmósfera, ganchos de guitarra que prometen un temazo. Pero, igual que en “Out for the Glory”, tras ese inicio espectacular, la magia se diluye. La línea vocal de las estrofas es sosa, desangelada y sin gancho, desentonando por completo con la energía del resto del tema.

 

 

La temática es simpática: un personaje al que todo le sale mal durante el día. Y no puedo evitar bromear con que Weikath debía de estar teniendo “ese” día cuando compuso sus aportaciones a este disco. Vocalmente, tanto Kiske como Deris están impecables, y el estribillo, similar en enfoque al de “Robot King” aunque algo menos inspirado, cumple su función. La parte instrumental, como es habitual en este álbum, mantiene un nivel altísimo: solos con armonías, virtuosismo bien medido y perfectamente integrados en la estructura.

 

 

Mención especial a Kiske, que aquí vuelve a entregarse a una interpretación que es una auténtica salvajada vocal; otro corte que nunca estuvo pensado para el directo, por aquello de no destrozarse la garganta. En resumen: un buen tema, con un inicio de matrícula, pero que se queda lejos de lo que podría haber sido. El destrozo es menor que en “Robot King”, pero duele igualmente pensar en lo que pudo ser y no fue.

 

 

Orbit + Skyfall – La joya del disco (aunque suene a Hello Ray)

“Orbit” es apenas un minuto y medio de atmósfera, pero cumple una función vital: aportar coherencia narrativa a un disco que por momentos parece más una recopilación que una obra pensada como conjunto. Con su tono etéreo y expectante, actúa como pasarela hacia lo que está por venir, y lo que viene es, sin discusión, el gran momento de Helloween.

 

 

“Skyfall” es el clímax absoluto del álbum. Musicalmente, es brillante: riffs que beben tanto del Helloween clásico como del Gamma Ray más inspirado, estructuras dinámicas, y un juego de voces entre Kiske, Hansen y Deris que demuestra por qué esta formación es irrepetible. Sí, suena a “Gamma Ween” o “Hello Ray”, y sí, eso tiene mucho que ver con la autoría de Kai Hansen, pero aquí funciona a la perfección.

 

 

Vocalmente, cada intervención está milimetrada: Kiske aporta la claridad y la épica, Deris la garra y el dramatismo, y Hansen, con su frase final “Somewhere out in Space”, pone el broche de oro con un guiño a su propio legado. La canción funciona a varias velocidades, pero lo mejor llega al final, cuando el tempo baja, la instrumentación respira y los tres vocalistas se entrelazan sobre un medio tiempo mágico.

 

 

Desde el minuto 8:55 arranca un glorioso desenlace de tres minutos para la historia, con los coros de fondo envolviendo todo en una capa épica y emotiva que deja claro que no podría haber un cierre mejor para el disco. En el apartado lírico, la cosa es más discutible. La historia de contacto extraterrestre, rescates en el Área 51 y viajes interplanetarios roza el absurdo y el videoclip que acompañó no ayudaba a tomárselo demasiado en serio.

 

 

Puede que haya una metáfora oculta, pero si la hay, está enterrada bajo capas de ciencia ficción cutre. Aun así, la música es tan potente que estas debilidades se perdonan. En definitiva, “Skyfall” no solo es la mejor canción del disco: es la que más justifica la reunión y la que mejor encapsula la química de esta alineación. Un cierre de álbum que mira al pasado, vive en el presente y apunta directamente a las estrellas.

 

 

Bonus Tracks – ¡Se guardan lo mejor!

 

Save My Hide – Rings, Rings Everywhere!

Y entonces aparece “Save My Hide”, ese tema que Andi Deris se sacó de la manga como quien lanza un as bajo la mesa cuando la partida ya parecía perdida. La canción es puro Deris: directa, melódica, con ese barniz comercial que recuerda a sus días dorados en los noventa, cuando aún se debatía entre el metal y el mainstream sin perder el alma.

 

 

Su estructura es sencilla, sí, pero efectiva. El estribillo se pega como chicle en la suela de una bota, y la interpretación vocal del señor Deris eleva el conjunto. “Save My Hide” tiene más coherencia interna y más gancho que varios cortes que sí lograron entrar en Helloween.

 

 

Golden Times – Golden song

De lo mejor del disco. Es incomprensible que esté relegada a bonus track. Es un tema emotivo y redondo, con Kiske dominando tanto en interpretación como en letras, transmitiendo un mensaje de nostalgia positiva y esperanza. Aquí el vocalista canta en un registro más bajo de lo habitual, y le sienta fenomenal: no todo debe ser agudos y registros imposibles.

 

 

Quizá precisamente por esa elección más contenida no llegó al disco principal, lo que sería un error de bulto. La canción es sencilla, sí, pero esa sencillez juega a su favor: a veces es mejor apostar por lo directo que enredarse en complejidades sin sentido que no aportan emoción. En cualquier otro lugar del álbum, habría elevado la media general y quizá cambiado la percepción que muchos tenemos del conjunto. Que esté escondida como extra es casi un pequeño crimen contra el propio disco (y contra la humanidad, así sin resultar exagerado).

 

 

Veredicto

Helloween (2021) es un trabajo con luces y sombras, que por suerte es capaz de reflejar la fuerza renovada de una formación histórica. Es una escucha imprescindible para los fans, especialmente por la química vocal y ciertos momentos inspirados, pero creo que ha decepcionado a quienes esperaban un clásico indiscutible que estuviera a la altura de las mejores obras de la banda.

 

 

Y es que a día de hoy, creo que su órbita ha sido corta: la gravedad del hype lo elevó rápido… y lo devolvió igual de rápido a la superficie. De aquel vendaval mediático apenas quedan un par de canciones fijas en directo y la certeza de que la expectación superó al contenido. Al final, más que “Skyfall”, lo que vivimos fue un “Hypefall” en toda regla.

 

 

Tiene momentos brillantes, guiños al pasado y una producción impecable (aunque concedemos que lineal y monótona), pero también una falta de cohesión lastrada por decisiones compositivas de bulto, que impiden que se eleve al nivel de sus obras maestras. Es un álbum que celebra la reunión y el primer paso de una nueva etapa, pero que aún deja margen para crecer y sorprender en… ¿Giants & Monsters? De esto hablaremos mañana.

 


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