D.R.I. + FURI HELIUM
8 julio 2025 – Sala Upload – Barcelona
HFMN Crew
Crónica: Marc Fernández Cardellach
Fotos: Josep Maria Llovera (iMago Mei)
D.R.I. son de esas bandas a las que cuesta ver por nuestro país, pero que cuándo se dejan ver, no se olvidan fácilmente. Teniendo en cuenta la fructífera escena de Thrash que tenemos en España, me esperaba que el concierto de los americanos fuese a ser extraordinariamente ruidoso e intenso, pero nada podría haberme preparado para la locura que se desató.
Furi Helium, el orgullo de la escena
Los responsables de quitarle las telarañas a la sala fueron los locales Furi Helium, que salieron al escenario al ritmo de “Violent Delights”. Es todo un lujo que D.R.I. esté facilitando el puesto de teloneros a grupos locales en vez de traer unos de casa, y lo cierto es que Furi Helium supieron estar a la altura. No es ningún secreto que Furi son una de las bandas más trabajadoras y con más talento de la escena, habiendo perfeccionado un estilo muy único de Thrash Metal que hizo las delicias de los valientes que comenzaban a llenar la Upload.
Sin embargo, pronto se pudo ver el que sería el gran problema de la noche, y es que la distribución escalonada de la sala Upload hace que sea muy complicado plantear un concierto con muchos pogos, y es que incluso con temas tan cañeros como “Hideous Divine” o “Toxic Worm”, el público debía concentrarse en un primer nivel que no daba mucho espacio para la violencia o la barbarie. Más allá de ese detalle, Furi nos deleitó con el debut en vivo de un tema de su próximo trabajo llamado “Break the Chains” al que le siguió un clásico de sus shows en vivo como “Obsolete”.
Sobre las tablas pudo verse a un grupo que de local solo tiene que casualmente son de Barcelona, pues ya muestran una confianza y una ejecución que clama por escenarios más grandes y más oportunidades como esta. Veamos si con el lanzamiento a finales de año de su nuevo disco logran conquistar esas cotas. Sin levantar el pie del acelerador, la banda encaró el final de su concierto con la furiosa “Anger of Osiris” y la divertida “K-Pass”, que con su energía punki y fiestera hizo las delicias de una sala que se había terminado de llenar.
Si bien una sección más veterana del público pecó de frialdad e inmovilismo, lo cierto es que a medida que avanzaba el concierto fueron más los que se acercaron al primer “escalón” de la sala a liarla. Me gusta creer que noches así presentan un relevo generacional lógico en nuestra propia casa, ya no solo por los jóvenes que lo estuvieron dando todo en su actuación, sino porqué es todo un privilegio tener a un grupo así en la proximidad de nuestra propia ciudad.
D.R.I.: locura como en los ’80, calor como nunca antes
No fue hasta poco antes de que se abrieran las puertas que me enteré que D.R.I. habían colgado el cartel de sold out en la taquilla, pero lo cierto es que podría haberlo notado con solo entrar a la sala. Aproveché la pausa entre los dos conciertos para salir a tomar el aire, craso error, pues al regresar me encontré con que en el interior de la Upload no cabía un alfiler. La muchedumbre se agolpaba desde la barra y el guardarropa hasta el mismo escenario como una lata de sardinas, lo que sumado al calor veraniego y al pánico de la sala activar el aire acondicionado, convirtió la abominable pista escalonada en una parrilla.
Pero nada de eso pudo con D.R.I., que desde que salió en escena con “The Application” lo puso todo patas arriba, añadiendo otro factor de riesgo al calor y el aplastamiento por muchedumbre. Si eres como yo y te has criado en los dos miles, probablemente hayas visto vídeos de los conciertos de Thrash o Hardcore Punk de los ‘80 con una mezcla de fascinación y pavor. ¿Sabes esos vídeos de gente haciendo stage diving desde alturas vertiginosas, lanzando patadas en el pogo o saltando por los aires sin explicación alguna? Pues bien, todas esas cosas que creía que solo vería en vídeo ocurrieron a lo largo del concierto de D.R.I.
Por lo general suelo desgranar los conciertos yendo tema por tema, como si analizara sintácticamente una frase, pero este formato no creo que hiciera justicia a D.R.I., y tampoco capturaría la realidad de la situación. Como ya he dicho, por salir a tomar el aire me vi arrojado a la parte trasera de la sala sin esperanza de poder avanzar entre el mar de gente, pero gracias a mis más de dos décadas frecuentando campos de rugby, pude acercarme lo suficiente como para disfrutar “Probation” y Wages of Sin” desde una distancia aceptable.
Ahí pude contemplar como la pista escalonada que antes había señalado como poco óptima para hacer pogos, de pronto se había convertido en otro factor de riesgo. La intensidad variaba según el nivel en el que te encontrabas. En el tercero estabas apretujado y acalorado, pero nada fuera de lo normal. En el segundo había pogos espontáneos y de distinta intensidad que podían acabar por arrojarte contra algunas de las barandillas. Realmente el mayor riesgo es que te cayera encima alguno de los samaritanos voladores que llegaban desde más adelante. Pero el primer nivel, el más cercano al escenario, era como un manicomio después de que los ingresados hubieran sacado adelante un motín especialmente violento. Había pogos, patadas, gente voladora, y si he de dar fe a ciertos testimonios, hubo hasta mordiscos y libre intercambio de la principal exportación de Colombia.
¿Sabéis lo que decía de que para un concierto así no podía hacer una crónica que se limitara a enumerar los temas? Pues bien, eso se debe a que el concierto de D.R.I. no fue muy distinto a la sudorosa multitud que se agolpaba frente al escenario. Fue algo así como una masa gigantesca y peligrosa que avanzaba implacable, tema a tema, con pequeños breaks para que la banda descasara lo justo para seguir descargando con violencia. No hay que olvidar que D.R.I. prácticamente inventaron el concepto de un tema corto y directo que no pasa de los tres minutos, por lo que el setlist, pese a contener casi 30 canciones, cayó con una brutalidad rápida y eficiente que lo hizo sentirse como un solo tema muy largo.
Como imaginareis, con todo lo que he descrito no estaba muy por la labor de sacar el móvil y ponerme a tomar notas, y también estaba muy ocupado tratando de no recibir un rodillazo en la cara como para ponerme a distinguir un tema de otro, pero sí que sospeché que el grupo se aproximaba al final de su set para cuándo encararon la mítica “I Don’t Need Society”. Llegados a este punto, podría decirse que D.R.I. hizo algo parecido a un sprint final, pese a que realmente no habían bajado el ritmo en toda la noche, materializando esta entrega con el épico wall of death final de “The Five Year Plan”.
En definitiva,ir a ver a D.R.I. fue algo así como entrar a una zona de guerra, uno de esos conciertos que jamás pensé que podría experimentar. Esta no es ni de lejos una crónica ordinaria, pero tampoco fue un concierto cualquiera. Es necesario no olvidar que es gracias a los shows de leyendas así que el género es lo que es y que les debemos que los bolos puedan llegar a ser una locura.
Nota aparte. Justo al lado estaba actuando Alaska en el contexto del festival Delalma del Poble Espanyol, y creo que ver a los mismos metaleros que minutos antes se estaban rompiendo el cráneo en los pogos deleitándose y bailotendo con su música, es sin duda una de las cosas más bizarras que he visto en todos mis años en la música. Sea como fuere, quizás fue el bajón de adrenalina, quizás fue que no dejaba de ser un martes por la noche y tocaba relajarse, pero entre Furi Helium, D.R.I. y Alaska, la del 8 de julio fue sin duda una noche para recordar.

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