Así fue el show de Helloween en Londres: prepárate, Madrid

Helloween + Beast in Black

20 de octubre de 2025

London Eventim Apollo Hammersmith – Londres

Organiza: Kilimanjaro

Redactor: Marc Fernández

Fotos: Yolanda Sabater

 El caso de Helloween es digno de estudio, pues no creo que exagere si digo que se trata de una de las reuniones más exitosas, milagrosas y celebradas del metal, a la altura de lo que hiciera Iron Maiden cuándo Bruce Dickinson y Adrian Smith regresaron a la banda. Desde 2017 vienen ejecutando unos shows extensos y resultones, y lanzando discos de una calidad que hay quienes hablan de una segunda edad de oro en la historia de la banda.

 

Tan buenos son los precedentes de la banda y tan grande era la promesa de un show memorable, que en un arrebato de locura decidí volar un lunes a Londres para poder contemplar si los rumores eran ciertos en primera persona. ¿El recinto? Nada más y nada menos que el legendario Hammersmith Odeon, el escenario en el que tantas leyendas han consolidado su ascenso al Olimpo del metal. El resto, como suele decirse, es historia.

 

 

Beast in Black, unos teloneros pletóricos

 A estas alturas de la película Beast in Black ya no son ningunos desconocidos, llegando a un punto que quizás es más adecuado llamarlos invitados especiales que no teloneros, tal y como demostraron con la poderosa avalancha de vítores que suscitaron con los primeros acordes de “Power of the Beast”.

 

Empalmaron rápidamente con “Hardcore” y la celebrada “From Hell With Love”, suscitando unos bailoteos y una entrega al alcance de muy pocas bandas inaugurales, prueba del caché que se han labrado arduamente en la última década sobre los escenarios. Son, junto a otros grupos más jóvenes como Sabaton o Powerwolf, unos de los grandes abanderados de este power metal moderno que conquistó los 2010s, una suerte de sucesores espirituales del movimiento que Helloween inauguró hace ya 40 años, y su consolidación pudo plasmarse en el aire.

 

 

El ritmo de su show fue frenético, y es que no se detuvieron a hablar hasta después de “From Hell With Love”, cuándo las gargantas del respetable ya comenzaban a estar rasgadas tras 15 minutos de frenesí y puro cántico. A momentos más tranquilos como “Blood of a Lion” le siguieron auténticas inyecciones de adrenalina como “Cry Out For a Hero”, aunque el primer gran momento vino de la mano de la romanticona “Sweet True Lies”, capaz de mezclar la energía metalera con una atmósfera bailona digna de los mismísimos Abba.

 

Hubo otro teaser de su esperado cuarto álbum de la mano de “Enter the Belehit”, la favorita de los enemigos de las duchas del recinto, allanado el terreno para que la apisonadora conocida como “Beast In Black” arrasara con todo a su paso al ritmo de su enloquecido poder power metalero.

 

 

La energía desbocada de “One Night In Tokyo” auguraba que el final del concierto estaba próximo, empalmando con la eficiencia que caracterizó todo el show con todo un clásico como “Blind and Frozen”, arrancando las últimas telarañas que pudieran quedar en el célebre Hammersmith Odeon. Cerraron con la enérgica “No Surrender”, culminando un show que, como sus canciones, fue breve, intenso y directo, sintiéndose como un aperitivo breve como un telonero eficiente y al mismo tiempo cautivador como una banda con muchas tablas y que aun así no deja de crecer.

 

Hellowen, inmortales y eternos

 La lona con el logo del grupo se vino abajo con un rugido ensordecedor, y tras un breve recorrido a los últimos 40 años de discografía de la banda, Helloween salió sobre las tablas al ritmo de “March of Time”, ejecutando el tema con tanta precisión y carisma que los primeros compases del show se esfumaron como solo lo hacen los grandes momentos. Un corte curioso con el que empezar, pero que funcionó de maravilla, permitiendo que el prodigioso dúo Kiske/Derisafrontara los agudos como si el Keepers acabara de salir al mercado.

 

Las sorpresas no se hicieron esperar, pues el segundo tema de la noche fue nada más y nada menos que la magnánima “King for a Thousand Years”, una épica de la banda caída injustamente a la sombra de otros temas de dos cifras de su discografía, que elevada una vez más por la dulpa Kiske/Deris sonó épica aún en su versión reducida.  El fervor no hizo sino crecer con todo un clásico como “Future World”, que hasta logró crear unos sorprendentes pogos entre un público británico embriagado de cerveza y un irrefrenable arrebato power metalero, convirtiendo la pista en un sudoroso campo de batalla.

 

 

La nueva “This is Tokyo” y “We Burn” calmaron un poco las cosas, tornando los pogos en abrazos creados para cantar, permitiendo al bueno de Deris meterse al público en el bolsillo con su característico carisma. Se me hizo raro no verlo chapurrear su curioso español con acento canario, pero ya sea en España, Inglaterra o Mongolia, el bueno de Andi es el frontman majete que hace que los conciertos de Helloween fluyan aun cuándo duran varias horas. En lo personal, uno de los grandes momentos del show vino de la mano de “Twilight of the Gods”, toda una gema del primer Keepers que la banda aún no había tocado desde su reunión, y que triunfó de la mano de un Kiske que sigue cantando como cuándo tenía pelo.

 

La producción de la banda ya no incluía esa gigantesca calabaza sobre la que se elevaba la batería, y tampoco hubo tormentas de confeti ni grandes calabazas hinchables, pero sí que hubo una gigantesca pantalla que iba caracterizando cada canción con unas visuales muy cautivadoras, y en las que de vez en cuando, iba apareciendo el célebre mago encapuchado de los Keepers para ir haciendo presentaciones.

 

 

Le llegó el turno de ser maestro de ceremonias al venerado Kai Hansen, que cuándo encaró los primeros acordes de “Ride the Sky” por poco derrumba los sacros muros de Hammersmith. La locura fue absoluta en la pista, y si bien añoré el sentido homenaje a Walls of Jericho al que la banda nos tenía acostumbrados con su delicioso medley, el temafuncionó con la eficiencia de una atrapante y devastadora explosión nuclear.

 

La banda equilibraba los momentos más explosivos con otros más sosegados como “Into the Sun” y “Hey Lord!”, triunfando hasta con temas del nuevo disco como “Universe”, que causó pogos más propios de un concierto de Slayer que de uno de Helloween, concentrado en unos minutos esa clase de locura que es difícil de entender fuera del corazón y la adrenalina del corazón de la pista.

 

 

Aunque el solo de batería de Dani Löble debía servir para que la banda tomara un respiro en el contexto de su gigantesco concierto, uno no puede sino preguntarse si un batería capaz de encarar tamañas secciones de doble pedal no es el más necesitado de un descanso, y aunque estos interludios pueden llegar a hacerse algo pesados, lo cierto es que supo interactuar con el público para que se sintiera como una parte orgánica del show.

 

El grupo regresó a escena con las pilas bien cargadas de la mano del clásico de clásicos, un “I Want Out” que sin su versión extendida de finalizador de shows causa una sensación mucho más grande si cabe. A la tempestad le siguió una súbita calma liderada por un Kiske armado con una guitarra acústica que hasta se permitió el privilegio de jugar con el principio de la repudiada “Pink Bubbles Go Ape”, que sirvió como aperitivo antes de las cautivadoras “In The Middle of a Heartbeat” y “A Tale That Wasnt Right”, que equilibraron un show que por lo demás se caracterizó por lo frenético.

 

 

Poco tardó en encenderse Hammersmith de poder en cuánto la festiva “Power” inundó todos sus recovecos, si bien la cañera “Heavy Metal Is the Law” trajo de nuevo una anarquía que poco se ceñía a los estándares mínimos previstos por el código penal. La épica “Halloween” se encargó de mantener la energía por las nubes, una vez más aprovechando al máximo el privilegio de tener a dos cantantes de tanto nivel, convirtiendo un tema que de por sí es magnánimo en toda una ópera de metal.

 

Cualquier atisbo de cansancio abandonó el cuerpo de los presentes en cuánto un águila gigantesca invadió la pantalla que hacía a las veces de backdrop, pues le había llegado el momento a la inmensa “Eagle Fly Free”, esa piedra angular del power metal que casi 40 años después se siente tan fresca y cautivadora como cuándo sobrevoló por primera vez el mundo, seguida de la divertida y pegadiza “A Little is a Little Too Much” del último Giants and Monsters.

 

 

La certeza de que el final del concierto estaba próxima pendía en el aire, y la responsable de culminar fue otro clásico como la querida “Dr Stein”, que puso a todo el respetable a saltar una última vez. La entrega y la energía había sido tal que casi no parecía que hubieran pasado algo más de dos horas, y es que estoy convencido de que, si hubieran optado por tocar la épica “Keeper of the Seven Keys” entera en vez de solo su estribillo a modo de epílogo, ninguno de los presentes se habría quejado.

 

La leyenda sigue muy viva

 ¿Qué se puede decir de esta segunda juventud de Helloween que no se haya dicho ya? Mucho ha llovido ya desde el anuncio de esta milagrosa reunión, y más incluso desde que lanzaran aquel EP homónimo que augurara que tantas cosas buenas estaban por venir, pero la frescura y la pasión siguen intactas. Incluso cuándo me tocó dormir en el frío suelo de un aeropuerto como un vulgar graduado en filosofía, no podía dejar de pensar que el peregrinaje había valido total y absolutamente la pena.

 

 

 

Perderse a Helloween en su gira de aniversario es un error, como lo ha sido perdérselo en cualquiera de sus conciertos desde 2017. Es extraordinario lo que puede ocurrir cuándo los artistas dejan de lado los egos y se vuelcan en hacer algo maravilloso, pero más extraordinario es aún que un grupo que pasea cuatro décadas de legado siga siendo capaz de rendir a este nivel.

 

Gracias, Helloween. Experiencias así me recuerdan lo maravilloso que es poder disfrutar de la música en directo.

 


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