El Altar del Holocausto
Sala Razzmatazz 2, Barcelona
1 de noviembre de 2025
Redacción: Marc Fernández
Fotos: Ruth Gómez
Organiza: El Altar del Holocausto
El Altar del Holocausto vino a Barcelona con una fórmula que, si bien es poco común en el actual circuito de conciertos, parecía destinada al éxito. Sin teloneros, el sábado después de Halloween y obsequiando los doloridos bolsillos catalanes con precios populares, los astros parecían alinearse sobre Razzmatazz para brindar un concierto muy especial.
Me decepcionó un poco ver que la sala había cerrado parte de su espacio para paliar una afluencia algo floja, y es que es un concierto que sin duda habría funcionado mucho mejor en una Upload o en un Bóveda (¡quiera Dios que regrese pronto!). Por lo demás el público era sorprendentemente joven y variopinto, de la clase que mantiene a flote a las bandas nacionales y a la música en vivo.

Hacer una crónica de un concierto de un grupo como Altar del Holocausto es todo un desafío, más parecido a relatar una experiencia que no limitarse a dictar títulos de canciones en orden. La banda salió al ritmo de “Because Evident” (me niego a escribir el título entero), apareciendo en escena más entusiasmados que un nazareno que ha visto llorar a una figurita de la Virgen, desatando sobre Barcelona una actuación que fue como un oleaje sonoro que te atrapaba y ya no te soltaba.
El grupo eleva su atmosférica propuesta con un juego de luces resultón, y pese a lo complicado de interactuar con el público cuándo tu propuesta es instrumental, el respetable estaba lo suficientemente entregado como para unirse con aplausos o gritos a algunas de las secciones más rítmicas de las canciones, como pudo verde en “Act 2 – Resvurrectionem” y “Amen”.
La euforia estalló con las primeras notas de “Lucas I, 26, 38”, que puso al público a cantar y a saltar como si se tratara de un concierto de los mismísimos Iron Maiden. Por lo demás, el concierto fue algo así como la solemne procesión de un tranvía metafísico. La ejecución gozaba de una precisión que no menoscababa su atmósfera atrapante, en el que cada nota y cada golpe estaba al servicio de mantener el embrujo que desgranaban cuidadosamente sobre el escenario, apreciándose especialmente en cortes como “De Euforia”.

Un fenómeno que se dio en la pista y que ya había visto con anterioridad en otros conciertos instrumentales, es que de tanto en tanto el público chistaba a los espectadores más charlatanes, como si con su cháchara pusieran en riesgo la atmósfera del espectáculo. Aunque por un lado considero que comentar aspectos del espectáculo es inherente a la experiencia de ir a un concierto, porqué al fin y al cabo no es el cine o el teatro, puedo llegar a entender que escuchar al melenas de al lado decir lo mucho que el Altar del Holocausto se parece al Ku Kux Klan seis veces seguidas puede llegar a ser cansino.
Como si todo lo que he escrito con anterioridad fuera una vil falacia, la banda sorprendió a los que los veíamos por primera vez al invocar un devastador wall of death para encarar “El Que Es.Bueno”, que abrió la sala como un proverbial Mar Rojo, como si por unos instantes nos hubiéramos visto transportados a un concierto de Slayer o Kreator.

Lo que permite que el concierto sea atrapante es que el grupo no cae en lo que me gusta llamar el síndrome del museo de cera, en el que los integrantes, cohibidos por la naturaleza de su música, son meros pasmarotes que se limitan a tocar sus instrumentos. Por lo contrario, se nota que El Altar del Holocausto se lo pasan pipa sonríen en el escenario, moviéndose sin parar y gastándose bromas entre ellos, espoleando en el proceso a un público que de lo contrario quizás los contemplaría congelados.
La recta final del concierto llegó con “Love Your Enemies” y “Act 1 – Crvcis”, allanando el camino para un final por todo lo alto. El show fue como una bestia gigantesca, a veces gentil y otras furiosa, como un río que discurrió sin pausa, pero sin prisa, sobre el público. Como un solo tema inmenso, quizás más como una película sonora que no como un concierto tradicional.
Puede que esta gira se llame “Amen Sin Acento”, pero lo que al Altar del Holocausto le falta en tildes le sobra en ejecución y en saber hacer sobre el escenario. Son sin duda uno de los mayores orgullos del metal patrio, y sobre las tablas desgranan una propuesta que a cualquiera que le guste la música debería darle una oportunidad.
Descubre más desde Stairway to Rock
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
















