Fin de Gira, de Alina Not, es una novela contemporánea que combina romance, autodescubrimiento y desarrollo emocional y, sobre todo, una fuerte conexión con el mundo de la música.
Zoe Clark ha vivido toda su vida entre escenarios, camerinos y estadios llenos. Ser hija de una estrella del rock significa no tener raíces, mudarse constantemente y entender el mundo a través de canciones y aplausos. Su vida era movimiento constante, escenarios y camerinos, pero también mucho vacío disfrazado de luces.
Pero cuando sus padres anuncian su divorcio, la gira se detiene, y Zoe se encuentra con una maleta en el pequeño y silencioso pueblo donde creció su madre. Y sin embargo, ahí es donde comienza a vivir.
Allí, sin saber lo que es ir a un instituto o tener una vida «normal», Zoe se topa con una realidad completamente distinta a la que estaba acostumbrada y con un grupo de música que podría cambiarlo todo. Nuevos amigos, letras y melodías que se sienten como propias y un guitarrista que parece tener algo que pueda parecerse a lo que ella quiere llamar “hogar». Aunque claro, también está el batería: ese chico hosco, imposible, con mirada herida y ritmo perfecto. Ese que parece odiarla sin razón… o quizás por razones que aún no entiende.
No solo Zoe tiene que adaptarse a su nueva realidad, los integrantes de la banda también están lidiando con sus propios conflictos, lo que enriquece la trama con una mirada sincera sobre lo que implica vivir siendo adolescente.
Entre acordes, silencios, primeras veces y segundas oportunidades, Zoe descubrirá que la música no solo forma parte de su pasado, sino también de su presente y, tal vez, de ese futuro que jamás pensó que querría tener.
Terminé Fin de Gira con el corazón lleno y, al mismo tiempo, un poco roto (de esa forma en que solo los libros bien escritos logran romperte). Si tuviera que elegir una palabra que defina esta historia, sería crecimiento, ya que la historia va evolucionando, con ayuda de la música, a través de una historia desgarradora que tiene por protagonista una enfermedad incurable.
La música, sin embargo, está presente en cada página, no solo como ambientación, sino como forma de vida, de sentir, de comunicar lo que los personajes no se animan a decir en voz alta.
Me encantó cómo Alina Not muestra la música como un refugio emocional. Las escenas con la banda, los ensayos, los silencios, las letras… todo está cargado de una sensibilidad preciosa. Es imposible no conectar con ese sentimiento de estar perdido y encontrar en una canción –o en una persona– una especie de mapa para volver a uno mismo.
También destacaría ese momento de Zoe de querer romper con su pasado y dejar atrás algo que la ha acompañado siempre como es la música, y como se reconcilia con ella y el mundo en el que vivía, dejándole el espacio justo para que no la asfixie pero para que siga en su vida.
Y sí, hay romance. Y sí, hay uno de esos personajes masculinos que parece imposible, pero que tiene capas que se van revelando con una sutileza hermosa. Pero más allá del amor, lo que me conmovió fue el crecimiento de Zoe y Chase, de como con ayuda de la música son capaces de descubrirse y abrirse, mostrando al mundo sus heridas y cicatrices.

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