Madrid dice OK! al anís más duro: Annisokay embriagan sin resaca

 

Annisokay + Heart Of A Coward + The Narrator

24 de octubre– Sala Changó – Madrid

Bring The Noise – Route Resurrection

Crónica: Dr. Reifstein

Fotos: Nando Parra

 

 

Por fin llegó el momento de que los alemanes Annisokay lideraran su propia gira por nuestros lares. Lo hicieron con su ambicioso Abyss Pt. II Europe Tour 2025, el más grande de su carrera hasta la fecha. Aunque llevan años girando como cabezas de cartel por Europa y otros rincones del mundo, participando en festivales o abriendo para grandes bandas —recordemos su última visita a nuestro país junto a Within Temptation—, era la primera vez que venían dispuestos a dejar huella «en solitario».

 

 

Lo admito: vengo de un hábitat más clásico, donde los solos duran más que los estribillos y un breakdown significa “colapso emocional”. Pero la curiosidad, esa fuerza que mueve tanto a los científicos como a los melómanos, me llevó a sumergirme en el fenómeno Annisokay. Una vez presenciado en directo, debo decir que ya es tarde para salir del “abismo”. El caso es que esta era su primera vez liderando una gira en España, y la cita madrileña se vivió como una celebración en la que, además de presentar su gira más ambiciosa, Annisokay celebraban su mayoría de edad como banda. Dieciocho años moldeando un lenguaje propio entre el post-hardcore, el metalcore melódico y un refinado uso de texturas electrónicas.

 

 

Como anticipo de lo que vendría, puede afirmarse que el grupo ofreció un directo que combinó contundencia y elegancia, precisión técnica y descarga emocional, en una inmersión total en su universo sonoro, milimétrico y visualmente impecable, ante una buena cantidad de fieles entregados. Además no venían solos: Heart Of A Coward y The Narrator abrieron la velada con solvencia (eso me reportaron desde el pinganillo). Por cuestiones de entrevista con los protagonistas de la noche, que a bordo del autobús de gira (por cierto, demostraron ser tan cercanos como profesionales), solo pudimos presenciar los tres últimos temas de los segundos.

 

 

Lo poco que vimos de Heart Of A Coward permitió vislumbrar a una banda con un nivel de agresividad sónica superior a lo que estaba por venir, y totalmente entregada a su público, que a su vez lo estaba dando todo. Sin duda, una ocasión “perdida”, pero me quedo con el check en mi lista pendiente para poder verles en cuanto me sea posible.

 

 

La Sala Changó presentaba un aspecto más que digno, sin llegar al sold out, pero con un público claramente entregado y expectante ante la oportunidad de ver a los alemanes como cabezas de cartel por primera vez en Madrid. Más allá de analizar la propuesta musical, siempre considero fundamental adentrarse en el corazón del público para medir el pulso real de un concierto. Sin duda, las mejores conclusiones se extraen siempre desde el ojo del huracán.

 

 

Y lo cierto es que, incluso antes de comenzar, se respiraba en el aire una sensación inequívoca: había ganas, muchas ganas de Annisokay. Sin embargo, durante la actuación se produjo algo curioso: una contención respetuosa, casi reverencial. A diferencia de otras noches del género, o lo que se puede ver en festivales, el público prefirió centrarse en disfrutar y absorber cada matiz sonoro antes que lanzarse de lleno a los pogos o walls of death continuos. Claro que hubo movimiento, saltos y empujones, pero lo que predominó fue una comunión emocional sincera, casi íntima. Y ojo, no lo considero negativo, aunque sí un fenómeno digno de mención, que no esperaba.

 

 

El arranque, con “Into the Abyss” como introducción, funcionó como una puerta al vacío: ambiente tenso, casi cinematográfico, luces controladas y esa sensación de que el suelo tiembla justo antes del impacto. Ese impacto llegó, efectivamente, con “Throne of the Sunset” y “Never Enough”, que sirvieron para poner en marcha el motor con un sonido potente y pulido. El cuarteto mostró desde el primer minuto su precisión germánica: cada miembro en su posición asignada, como si el escenario fuese un tablero cuidadosamente coreografiado. Solo Rudi Schwarzer, carismático y vehemente, rompía esa geometría teutona con su energía desbordante y su capacidad para encender al público con pocos gestos y mucha autenticidad.

 

 

Podríamos decir que el calentamiento terminó con “What’s Wrong”, porque la posterior “Ultraviolet” marcó el punto de inflexión: la sala pasó del balanceo controlado al clamor colectivo. A partir de ahí, Annisokay encontraron su punto de ignición. Las guitarras sonaban con una nitidez casi “anisokénica” (permítaseme el neologismo), la base rítmica empujaba con fuerza y la voz de Rudi Schwarzer estallaba como un choque de partículas, liberando una energía tan brutal como exacta.

 

 

Su contrapartida melódica, y maestro de ceremonias en la sombra, tampoco falló. Pocas veces se menciona que Christoph Wieczorek, además de productor, guitarrista, vocalista melódico y único miembro fundador que sigue en la banda, ejerce un liderazgo silencioso pero inconfundible. En directo se mantiene sin pretensiones en su lado del escenario, dejando que la música hable por él y demostrando que se puede ser el alma de un grupo sin necesidad de acaparar focos. Su actitud destila cercanía, profesionalidad y un buen rollo contagioso que se agradece tanto como sus armonías vocales.

 

 

En «Like a Parasite», uno de los momentos más coreados de la noche, se produjo el primer diálogo con el público, que sirvió como breve respiro antes de «Splinters». Fue entonces cuando Rudi Schwarzer decidió lanzarse —literalmente— al público, quizá confiando demasiado en la ley de la gravedad inversa (en su defensa hay que decir que avisó). El problema es que, más allá de su entusiasmo (y de su envergadura nada despreciable), la maniobra no fue recibida con la coordinación de un cuerpo de bomberos: el salto acabó siendo más “experimento social” que épico momento de comunión. Por suerte, todo quedó en una gran anécdota, muchas risas y un aprobado justito para el público madrileño en la asignatura “Recepción de Vocalistas Nivel Básico”.

 

 

Siguió «My Effigy»,y a continuación «Human», en la que Rudi tomó el mando para dirigir el primer wall of death de la noche, una especie de ensayo general del caos. Hasta ese momento, la audiencia había estado entregada pero relativamente contenida —cantando, saltando, disfrutando—, sin excesos. Ese punto de inflexión cambió el tono: la intensidad se disparó y el ambiente se volvió eléctricamente denso, como si la sala hubiera alcanzado su temperatura crítica.

 

 

 

El bloque central, siguió con “Good Stories” y “H.A.T.E.”, siendo esta última una demostración de fuerza nada contenida, que equilibraba a la perfección brutalidad y control. Todo sonó impecable, quizás demasiado. El sonido, nítido, equilibrado y poderoso, fue una de las grandes virtudes del directo de Annisokay, pero también el reflejo de un espectáculo tan planificado que apenas dejó espacio para la improvisación.

 

 

Siguiendo con el apartado técnico, quizá el único punto discutible fue el volumen general, algo más bajo de lo que cabría esperar en un concierto de metal. No fue un defecto grave, pero sí una tendencia que parece consolidarse: los tiempos de los muros sónicos capaces de hacerte vibrar los huesos van quedando atrás. Un poco más de potencia habría aportado esa sensación de riesgo que hace que un directo sea algo más que una reproducción impecable del disco.

 

 

Otro aspecto muy destacable fue la cuidada producción visual. Las proyecciones en pantalla, en sincronía perfecta con cada tema, trasladaban al público al universo estético de la banda, reconocible por su imaginería de paisajes oníricos, ciencia ficción y simbolismo metafísico, en la línea de las portadas más recientes de la banda. Todo encajaba en una narrativa visual de claroscuros, introspección y catarsis, amplificada por una iluminación potente pero medida.

 

 

El segundo interludio introdujo el tramo final con “Inner Sanctum” y “Calamity”, dos piezas que elevaron el clímax emocional antes de los bises. Para entonces, la sensación era clara: una hora y cuarto de concierto se iba a quedar corta, aunque dentro del estándar del género. El regreso al escenario con “Get Your Shit Together”, “Coma Blue” (bonitas luces a juego) y la brutal “STFU” fue una descarga final de adrenalina (creo que aquí fue el único momento en que Peter y Christoph intercambiaron posiciones).  Y todo acabo, siguiendo la tendencia de los horarios europeos (sobre las 22:00 ya estábamos fuera de la sala, civilizados pero algo incrédulos).

 

 

Annisokay demostraron que su madurez no pasa por la contención, sino por la coherencia artística: un espectáculo que cuida tanto la estética como el detalle sonoro, con un discurso sólido, sin excesos ni artificios. Tal vez faltó un punto más de espontaneidad o de riesgo… ese margen de error que hace los conciertos memorables, pero lo compensaron con creces en ejecución, entrega y profesionalidad.

 

 

Madrid respondió, quizá con más emoción contenida que frenesí, pero con una convicción innegable: Annisokay ya juegan en otra liga, y la próxima vez que vuelvan, es probable que el cartel de sold out no tarde en colgarse en la puerta. Por mi parte, prometo contribuir a ello… ¡check!

 

 


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