Leprous + Gåte + Royal Sorrow
1 de noviembre – Sala Mamba! – Murcia
Madness Live!
Crónica: Yúbal Fernández
Leprous siguen empeñados en demostrar que son una de las bandas de metal progresivo con mejor directo de la actualidad, y con lo que vivimos el pasado 1 de noviembre en la Sala Mamba! de Murcia, no podemos sino rendirnos a la evidencia. Antes de empezar a contároslo, debo confesar que esta ha sido solo la tercera vez que he podido verlos en directo, y ha sido con diferencia la mejor de todas. Un concierto de diez. Qué digo de diez, de 12/10, regalándonos un setlist al que pocos peros se les puede poner, y con todos su integrantes en un estado de forma que roza la semideidad.
Sí, una nueva gira. Ya a principios de este año estaban realizando el tour oficial de su último disco, Melodies of Atonement, y ahora han vuelto a coger el autobús para recorrer Europa una vez más. En este caso el formato elegido es diferente. Así como en la gira anterior optaron por ir solos en un «An evening with» en el que ofrecían conciertos especialmente largos con un setlist muy extenso, en esta ocasión vuelven a recurrir a acompañarse de otras dos bandas amigas. Los elegidos han sido los fineses de metal progresivo Royal Sorrow y los también noruegos Gåte con su excelente folk metal nórdico.
Aquí, como una persona que no vive en ninguna de las dos mayores ciudades españolas, he de decir que solo puedo agradecer a los promotores de Madness Live! el hecho de que hayan hecho coincidir a Leprous en una ciudad como Murcia en un sábado, una combinación con fin de semana que hubiera sido más lógico que recayera sobre Barcelona, la otra ciudad española que visitarán. Pero ha sido al revés, y mi bolsillo se lo agradece. Muy bien por apostar por otras ciudades más allá de Madrid y Barcelona, con alguna coincidencia casual en tierras vascas por las que se suelen decantar casi todos los promotores en las mayorías de giras metaleras de grandes bandas que tocan suelo español.

Con una puntualidad excelentemente europea, Royal Sorrow fueron los primeros en saltar al escenario. La sala todavía estaba con poco aforo, pero quienes decidimos ir a primera hora tuvimos la grata sorpresa de descubrir a esta fantástica banda. Los fineses practican un metal progresivo melódico muy elegante, y con toques electrónicos. Destacan por su excelente técnica, con mucha presencia en el escenario, sobre todo por parte de su carismático vocalista Markus Hentunen. No tiene una voz potente que te vaya a sorprender con agudos imposibles, ni tampoco una oscura o gutural. La suya es una voz suave que le da un toque muy personal a sus canciones. Pero si por algo llamaba la atención era por cómo no paraba de moverse sobre el escenario, con muchas posturas perfectamente practicadas con las que le daba un extra de interpretación a sus temas.
La banda tuvo que lidiar con un sonido bastante mejorable, en el que la batería no sonaba demasiado bien, como si algunos micrófonos fallaran, y las guitarras se escuchaban demasiado bajas. Pero lo que más en contra les jugó fue tener un volumen notablemente capado, aunque eso no impidió que dieran un auténtico recital con temas como «Release Your Shadow» o «Metrograve». Además, tuvieron el detalle de regalarnos el tocar por primera vez en esta gira su tema «Bloodflower».
Cuando terminaron, los allí presentes nos quedamos con un muy buen sabor de boca, siendo conscientes de haber visto a una banda joven con mucho futuro, un gran descubrimiento para la mayoría de nosotros. Habrá que esperar y ver cómo es su evolución, pero apuntan muy buenas maneras, y solo queda ver si la gira con Leprous les ayuda a coger impulso y a darse a conocer un poco más.

Después le llegó el turno a los noruegos Gåte, mucho más conocidos por haber participado en la final de Eurovisión 2024. Ellos fueron los encargados de ofrecernos algo diferente, de transportarnos a los bosques y las montañas nórdicas con su excelente folk metal. Desde el principio, si algo sorprendió por encima de todo, fue la espectacular y potente voz de su vocalista Gunnhild Sundli. Desde la primera nota fue capaz de deleitarnos con una voz suave por momentos y una mucho más alta y potente para cuando entraban en juego los cantos nórdicos. Pero también se nos fue la mirada al violinista de la banda, sobre todo por su Nyckelharpa.
Abrieron con «Skarvane», un tema con base rítmica electrónica y un estribillo absolutamente mágico, pero dieron un recital con muchísima variedad musical. Ofrecieron temas más folkies, nuevas canciones como «Sannsiger», y una excelente e introspectiva balada como «Førnesbrunen». Para terminar, nos ofrecieron dos trallazos como son la eurovisiva «Ulveham» y nos llevaron al bosque a dar saltos con una «Bannlyst» totalmente folk.
Los noruegos tuvieron una ejecución impecable, aunque también lidiaron con una potencia de sonido bastante limitada. Sus juegos de luces también fueron destacables, transportándonos las distintas atmósferas de cada tema, desde un infiero boscoso hasta paisajes más coloridos. El dinamismo sobre el escenario fue algo que también sorprendió, siempre parecían estar moviéndose todos, y a veces jugaban con el contraste de que la cantante se quedaba quieta y todos los demás bailaban, y otras simplemente era una fiesta comunal. Se podía ver en sus sonrisas que se lo estaban pasando tan bien como los asistentes, deleitándonos con un concierto buenísimo.

Para cuando Gåte terminó la sala ya se había llenado, y cuando Leprous empezó a tocar ya casi no cabía un alfiler. Este era el cuarto concierto de la gira para la banda, se notaba que venían todavía frescos y llenos de energía. Debo confesar que yo llegaba algo preocupado, porque había mirado los setlists de los tres conciertos anteriores y siempre me habían faltado una canción clave o dos. Pero para mi sorpresa y deleite, el de Murcia fue un concierto casi perfecto en este aspecto, como si Einar y los suyos hubieran entrado en mi cerebro para preguntarme qué canciones deberían estar sí o sí.
El set empezó lento y sin cambios, con un casi obligatorio «Silently Walking Alone» del último disco, y otros temas que también tenían una musical más introspectiva y lenta, pero que luego iban subiendo en intensidad. Este es el estilo clásico de las composiciones de los noruegos. Luego le llegó el turno a la rareza del concierto, la versión de «Take on Me» de A-Ha. Confieso que antes del concierto no entendía por qué la estaban incluyendo en el set, cuando tenían canciones mejores y propias que se quedaban fuera, pero cuando después de esconderlo en un principio metieron su característica melodía de teclado a mitad del tema y todos los asistentes empezaron a saltar y a corearlo, entonces lo entendí. Esta canción encendió a la sala, y también marcó un cambio de tono para el setlist.
No puedo olvidarme mencionar que el sonido de Leprous era prácticamente perfecto, y que su puesta en escena era sensacional. Cada tema tenía su propio juego de luces, y en cada uno de ellos veías a los músicos moverse continuamente de un lado a otro del escenario, con un Einar Solberg que gesticulaba como si fuera un director de orquesta y tampoco paraba de moverse, agitar la cabeza y hacer todo tipo de movimientos. Fue una auténtica lección de heavy metal, un concierto absolutamente apoteósico en el que daba igual a cuál de los músicos mirases, todos sobresalieron.
El siguiente tema fue «Alleviate», uno de los mejores de su discografía, y para entonces ya todo el mundo había despertado y coreaba a todo pulmón su estribillo. Y lo mismo hicimos todos después con otros grandes clásicos como «Below». Después llegó un momento en el que Einar empezó a preguntarle a los asistentes quiénes les seguían desde el primer disco, y a continuación se dirigió uno por uno a todos los integrantes de la banda para saber cuándo escucharon la siguiente canción por primera vez. Tras esta introducción, llegó el turno de «Passing».

Esto marcó una especie de puto intermedio en el que el concierto parecía volver a empezar, o ese es el efecto que causó el riff inicial potentísimo de «The Price», con el que la gente volvió a empezar a saltar y a corear. Mi éxtasis personal llegó cuando empezaron a tocar «The Flood», mi canción favorita de Leprous, y que no me había parecido ver en los setlist de los conciertos anteriores. El público cantaba, alzaba los puños, sonreía, y a esas alturas yo ya no tenía dudas de que estaba ante uno de los mejores conciertos a los que había ido este año, sino el mejor. Pero por si tuviera dudas, entonces siguieron con otros trallazos como «From The Flame» o «Slave».
En este punto, decir que Einar Solberg estaba pletórico. Cuando vas a muchos conciertos acabas aprendiendo a leer las interacciones entre los músicos. Y cuando después de un agudo especialmente espectacular uno de los guitarristas le dio un pequeño codazo cómplice al cantante y le hizo un gesto con la cara de tipo «cómo te estás saliendo, cabrón», te das cuenta de que no son solo imaginaciones tuyas, que ellos también saben que está siendo un auténtico bolazo. Sobre todo porque en el último tercio, un público extasiado empezaba ya a corear el característico «oeee oe oe oeee» de las grandes ocasiones, de cuando una banda ya se ha pasado el videojuego musical. Parecían músicos de otro planeta, navegando entre sus temas, deleitándonos no solo con interpretarlos tal cual los conocemos, sino con meter algún que otro arreglillo diferente aquí y allí que le daba un toque diferente.
Tras un pequeño parón en el que la banda se hizo querer con el típico amago de irse para salir enseguida, fuimos a por los bises. Primero fue «Atonement», un tema también muy celebrado, y terminaron con la típica maestría musical y progresiva que siempre es «The Sky is Red», con el que suelen terminar normalmente. Al hacerlo, los músicos se plantaron delante del escenario recibiendo aplausos y vítores.
Con este concierto, Leprous me volvió a demostrar que son una banda de calidad inconmensurable, y que poco a poco las salas se les van quedando pequeñas. En los dos últimos años han dado un salto enorme de popularidad, y ellos lo saben corresponder también con muy buena música. Para mi, un concierto de diez, no se les puede poner ninguna pega. Todos salimos de la sala con expresiones del tipo de «qué animales son», «vaya bolazo» o «se han salido». Fue un espectáculo catártico, algo para recordar y para subir de nivel la vara de medir cualquier otro concierto de metal progresivo.
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