76/100
10 de Octubre de 2025
Nuclear Blast
Cuando los veteranos afilan la espada
Cuarenta años después de su debut, Testament vuelve a blandir su estandarte con Para Bellum, un álbum que grita su título con intención bélica: “si quieres paz, prepárate para la guerra”. Y vaya si lo hacen. Desde los primeros segundos de “For the Love of Pain”, queda claro que Chuck Billy y compañía no vienen a hacer arqueología del thrash, sino a demostrar que aún pueden sonar más feroces que una banda veinteañera.
El fichaje de Chris Dovas (batería) inyecta sangre nueva al grupo tras la salida de Gene Hoglan. Dovas no imita; destruye. Su pegada añade una energía endiablada a los riffs de Eric Peterson y los solos de Alex Skolnick, que vuelven a desplegar esa combinación de técnica y agresión que hizo grande a la banda en los ochenta. Mientras tanto, Steve Di Giorgio sostiene la maquinaria con su bajo líquido, omnipresente, como un trueno que vibra bajo los pies.
La producción, moderna pero sin sobrepulir, permite que cada instrumento respire con claridad: este disco no suena a nostalgia, sino a un grupo en plena combustión. Y aunque la fórmula es reconocible, hay algo distinto: una oscuridad más densa, un filo más cortante. El thrash de Para Bellum coquetea con el death y el black, sin perder identidad.
“Infanticide A.I.” es puro fuego: velocidad, riffs en modo ametralladora y un estribillo que suena a advertencia sobre nuestra relación con la inteligencia artificial. Luego, “Shadow People” baja el tempo para entrar en territorios más atmosféricos, casi hipnóticos, con un groove pesado que recuerda al Low noventero.
Y entonces llega la sorpresa: “Meant to Be”, una suerte de balada épica de casi ocho minutos donde Chuck Billy demuestra que no todo rugido es furia; también puede ser lamento. Es un riesgo —y un respiro— que amplía la paleta emocional del álbum.
Riffs, balas y cicatrices
Si el primer tramo es un ataque frontal, el segundo acto de Para Bellum consolida la ofensiva. “High Noon” suena a duelo en el desierto: riffs que cabalgan, batería trotona y un estribillo diseñado para romper cuellos en directo. “Witch Hunt” sigue esa senda con un aire de himno apocalíptico; es Testament en modo cruzada, con coros casi rituales y un Skolnick desatado en el solo.
“Nature of the Beast” y “Room 117” introducen un tono más narrativo: letras que se adentran en la psicología del horror cotidiano, casi como relatos cortos bañados en distorsión. La banda se muestra cómoda entre lo brutal y lo teatral, algo que solo los años de oficio permiten.
Uno de los momentos más interesantes llega con “Havana Syndrome”, donde el grupo explora sonoridades disonantes y un ritmo enrevesado que recuerda a los Testament más experimentales de The Gathering. Es un corte que puede pasar desapercibido en la primera escucha, pero crece con cada repetición: pura tensión controlada.
Y cuando parece que no queda más que silencio, llega el cierre perfecto: “Para Bellum”, la canción homónima. Aquí se resume todo lo anterior: riffs épicos, solos incendiarios, una interpretación vocal colosal y un mensaje que es casi un manifiesto generacional. No hay paz sin lucha, parece decir Billy, y Testament siguen peleando —contra el tiempo, contra la apatía, contra la mediocridad musical de la era moderna.
La guerra sigue viva
Como fan del thrash, confieso que Para Bellum me ha devuelto la sonrisa —y el dolor de cuello. Es un álbum sólido, sin relleno evidente, donde cada tema tiene algo que aportar. No todo es perfecto: la balada dividirá opiniones y algunos cortes de la segunda mitad no poseen el impacto inmediato de los primeros. Pero en conjunto, el disco fluye como una descarga de adrenalina que reafirma la relevancia de Testament en 2025.
Para Bellum no es solo otro capítulo en la discografía de una banda legendaria y Testament no necesitan reinventar el thrash; lo mantienen vivo, afilado y orgullosamente sucio. Ojalá ver la ejecución de estos temas en vivo… porque la guerra ya está preparada.
Mi nombre es Irene, y todo el mundo me conoce por mi apellido Kilmister adquirido por el que ha sido y será mi mayor ídolo en esta vida. Lo cierto es que yo empecé en esto de la fotografía sin pensarlo mucho. Era la típica amiga de la cámara, pero de que me quise dar cuenta me propusieron entrar a colaborar en un medio profesional en 2017 y desde ahí he pasado de ser esa amiga de la cámara a evolucionar y coinvertirme en lo que conocéis ahora.
Apasionada de la música en todos sus géneros y amante de la lectura y los conciertos, aunque mi verdadera profesión no tenga nada que ver con todo esto.
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