Dynazty y el juego de las dos caras en Gotemburgo: crónica internacional

 

Dynazty + Art Nation

11 de septiembre de 2025 – Sala Pustervik – Gotemburgo

Crónica y fotos: Dr. Reifstein

 

Gotemburgo, 11 de septiembre. Primera cobertura internacional para Stairway to Rock, y allí me presenté dispuesto a diseccionar cada compás del directo de Dynazty en su gira nórdica, organizada por FKP Scorpio. Desde aquí, agradecemos enormemente que nos facilitaran la acreditación de prensa, especialmente siendo un medio relativamente joven que empieza a abrirse camino también en el circuito europeo.

 

 

El caso es que esta fue la ocasión perfecta: un adelanto de la inminente gira que traerá a Dynazty por varias ciudades de nuestro país, de la mano de Z! Live On Tour. Y ya de paso, tuvimos la oportunidad de comprobar de primera mano cómo se desenvuelven cuando juegan en casa. Pero antes de llegar al plato fuerte, merece la pena detenerse en algunos detalles sobre el ambiente, la sala y la expectación que rodeaba este concierto tan esperado —al menos por mí— de hard rock, metal melódico, AOR, power metal o, en fin, [inserte aquí su etiqueta favorita], en pleno corazón de la bella Suecia.

 

 

El evento tuvo lugar en jueves, en la Sala Pustervik, uno de los clubes más emblemáticos de Gotemburgo y referencia absoluta para la escena musical local. Ubicada en pleno centro, Pustervik destaca por su ambiente vibrante y una programación ecléctica que acoge conciertos de todos los estilos imaginables.

 

 

En cuanto a acústica y espacio, no defraudó: los casi 800 asistentes que nos congregamos allí (estimación propia, basada en el aforo total del garito), disfrutamos como auténticos niños suecos. El sonido, algo más bajo de lo que suelo encontrar en España, fue nítido y potente en ambas bandas, con una ligera ventaja para Dynazty, como suele ocurrir con el cabeza de cartel.

 

 

Además, el hecho de que la sala estuviera anexa a un pub y decorada con cierto aire clásico (si no me falla la memoria, había hasta cortinas de terciopelo y una gran bola de discoteca en el techo) ayudó a redondear la experiencia. Como era de esperar, la comunicación entre bandas y público se produjo en el idioma local, así que me tocó disfrutar imaginando lo que decían, aunque con el entusiasmo que se respiraba, casi no hacía falta traducción.

 

 

En cuanto a los asistentes, debo decir que resultaron tremendamente pacíficos y poco adrenalínicos con la banda invitada, y bastante más emocionados y participativos con Dynazty… nada excesivamente diferente a lo que te puedes encontrar en el típico concierto en Soria.

 

 

Antes de comenzar la descarga de Dynazty, nos detendremos en la actuación de los locales Art Nation, que presenciamos en su totalidad. Los también suecos ofrecieron una actuación medida, elegante y eficaz, aunque desde luego muy contenida (como su público). Quizás esperaba más, teniendo en cuenta que realmente jugaban en casa —son de Gotemburgo—. De cualquier manera, cumplieron su cometido… ¡vamos con ellos!

 

 

Art Nation o como desplegar el arte del perfecto telonero

 

Para quienes, como era mi caso, no conocéis a Art Nation, os comento (tras un poco de investigación) que se trata de una banda sueca formada en Gotemburgo en 2014 por Alexander Strandell y Christoffer Borg (vocalista y guitarrista, respectivamente). Lógicamente, su sonido estaba bien adaptado a lo que nos traería después el cabeza de cartel, por lo que podéis esperar un hard rock muy melódico, con influencias AOR que me llamaron especialmente la atención.

 

 

Puntuales como un reloj atómico, Art Nation salieron al escenario con una entrada escalonada mientras sonaba una sencilla intro a base de teclados… nada épico. Una vez que todos los miembros ocuparon su lugar, comenzaron sin más con “Brutal & Beautiful”, un tema rápido extraído de Inception (2023). Sin duda fue una canción apta para abrir el concierto, aunque sonó algo baja… estaba por ver si esos eran los estándares suecos o si se trataba del típico sonido que necesita ajuste (fue lo segundo).

 

 

Alexander Strandell apareció enfundado con hombreras de batalla. Christoffer Borg a la guitarra, Richard Svärd al bajo y Alexander Lundgren a la batería completaron el cuarteto con solvencia, todos luciendo una sonrisa muy sueca y persistente. Siguieron con “Thunderball”, de su muy reciente The Ascendance, momento en el que ya notamos una mejora de sonido clara y evidente, tanto en volumen como en cuerpo.

 

 

Tras “Echo”, destacaré el cuarto tema que ejecutaron, “Lightbringer”, por ser una auténtica patada ochentera de AOR, en la mejor tradición de los grupos suecos “de toda la vida”, y que no desentonaría en absoluto en Eurovisión (y sí, la disfruté mucho).

 

 

La balada que siguió, “Julia”, no estaba prevista cuando imprimieron el setlist, pero allí estaba escrita a boli, así que debió ser una decisión de última hora. Un baladón que en sus primeros compases mostró a Strandell en solitario con teclado grabado, sufriendo muy levemente en los agudos, pero sin perder el control. La base rítmica y la guitarra entraron después, de forma muy efectiva.

 

 

Le siguió “Powerless”, un medio tiempo que rozaba la categoría de power ballad. En este punto, podemos decir que estábamos presenciando una actuación correcta, absolutamente medida, pero sin capacidad de sorprender… aquello era una auténtica balsa de aceite con una superficie imperturbable.

 

 

En cuanto al público, ciertamente estático y tranquilo. En ese momento me surgía la duda de si era lo normal por estos lares o si se trataba de una respuesta habitual frente a una descarga tan comedida como la que nos estaban ofreciendo. Cierto es que en nuestro país he asistido a conciertos de grupo telonero con audiencias igual de relajadas, así que poco que objetar al respecto.

 

 

Como nota negativa (que siempre destacaré cuando me den la ocasión), mencionaré la presencia de coros pregrabados que envolvían la voz del cantante. Quedaban bien, lógicamente, pero según pasan los años cada vez me convencen menos estos artificios. Y sí, lo mismo puedo decir de los teclados pregrabados: aunque no son predominantes en la propuesta en directo de los suecos, está claro que si escuchas los temas en estudio, son un elemento importante. Quizás lo suficiente como para plantearse llevar un teclista al directo.

 

 

La velocidad volvió a aumentar con “Halo”, un tema muy en la línea de Asia, cálido y elegante, y el primero en el que pidieron la colaboración del público en el estribillo, que se convirtió en mi favorito de la actuación (ese “you’re my halo, halo!”). Por suerte, no demoraron la interacción con el público (ojalá otros tomen nota, seguid leyendo) y rápidamente pasaron a “Understand”, tema que comenzó con un fraseo interesante del bajo, respondido por la guitarra, en un medio tiempo que miraba más a América y al estilo de H.E.A.T.

 

 

Este tema que supuso el cierre de la actuación, para mi sorpresa (seguramente lo anunciaron, pero mi nivel de sueco no estuvo a la altura). Me di cuenta por la gran aclamación por parte del público al finalizarlo. Tras 35 minutos de concierto, el telón caía, y el escenario quedaba listo para el rugido de Dynazty.

 

 

Como resumen e impresiones generales, Art Nation ejecutaron su papel con una profesionalidad impecable. Demasiado impecable. Si existiera un Manual del Telonero Perfecto™, lo habrían seguido al pie de la letra: actitud medida, repertorio equilibrado, interacción justa, cero sobresaltos.

 

 

Una actuación de diez… en el examen de protocolo. Pero el rock no es un examen. Y un telonero, bajo mi criterio, no debería comportarse como invitado educado, sino irrumpir como si fuera el dueño del salón, dispuesto a arrasar con todo y a poner en apuros al cabeza de cartel. Más llamativo aún: estaban en su ciudad, Gotemburgo, y eso parecía no importar.

 

 

No hubo guiños musicales ni gestos que hicieran sentir al público que estábamos viviendo algo especial. Tal vez en el discurso hubo referencias locales, pero yo, ajeno al sueco, no pude captarlas. Lo que sí se percibió fue calidad, sin duda, pero también una cierta sensación de trámite agradable.

 

 

Y, dicho esto, añadiré algo que me sorprendió incluso a mí: una semana después del concierto, me descubrí buscando canciones de Art Nation y escuchándolas con mucho gusto. Lo cual, siendo honestos, es uno de los mejores indicadores de que la actuación estuvo bien.

 

 

Dynazty y el Principio de Saturación Escénica™

 

A las 21:00 en punto, como si el minutero estuviera conectado al pedal de bombo, comenzó la ceremonia “dinástica”. Una intro grabada (“The Dark Delight”) marcó el inicio, y uno a uno fueron apareciendo los músicos: primero George Egg a la batería, seguido rápidamente por los guitarristas Love Magnusson y Mike Lavér, y el bajista Jonathan Olsson. Finalmente apareció en escena Nils Molin, el alquimista vocal multi-banda.

 

 

El público, aún calmado, fue entrando poco a poco en calor, como si el aire se fuera cargando de electricidad. Rápidamente descargaron “In The Arms Of The Devil”, lo que fue una sorpresa, ya que en el primer tramo de su gira venían empezando con “Fortune Favors The Brave”. En cualquier caso, el tema elegido fue muy apto para abrir el concierto.

 

 

El sonido, en general, fue muy bueno, aunque Nils arrancó con el tono algo bajo y le costaba subir y sonar perfecto. Pero tras darle una pensada (y una oída) en comparación con las mismas sensaciones que tuve durante su descarga en el Z! Live, me di cuenta de un detalle: Nils no hace trampa ni cartón.

 

 

A diferencia de muchos otros, lleva cero efectos, cero artificios en la voz. Lo que salía del micro era su voz, desnuda y entregada. Le faltaba calentamiento, sí, pero la banda lo arropaba con coros y una compenetración que rozaba lo telepático. En general, toda la actuación sonó impecable. Una máquina perfectamente engrasada, en estado de gracia. Y la voz de Nils, en tres o cuatro temas, ya era perfecta.

 

 

En “Game of Faces” ya estaban pidiendo palmas, y Nils no paraba en el escenario. Puro carisma. Seguía sufriendo un poco, pero no se escondía. Se movía, sonreía, conectaba, y el resto de la banda también. El público, a la sueca, respondía con entrega contenida, pero poco a poco se fueron soltando. Llegó “Natural Born Killer” ante el clamor popular (se nota que es de las favoritas), y enlazaron con “The Grey”.

 

 

La petición de colaboración a base de palmas fue una constante, y el público siempre accedió gustoso. “Waterfall”, el que yo defino como su gran tema eurovisivo, exigió un poco menos de Nils, y eso se notó. Hasta este momento, estábamos presenciando una actuación muy similar a la que vimos en su descarga en Z! Live.

 

 

Pero aquí eran los protagonistas indiscutibles y tenían más tiempo, así que la novedad llegó en forma de un medley instrumental con fragmentos de “Instinct”, “The White” (mi favorita, la necesitaba entera, pero no pudo ser), y un poco de homenaje a los Purple con un fragmento de “Highway Star”. A continuación, el batería se pasó a los teclados, y la actuación pasó a clave acústica.

 

 

Fue un momento de exploración sonora que, aunque arriesgado por romper el ritmo justo a la mitad del concierto (y tras un set instrumental), no desentonó y nos hizo disfrutar. Pero sí indujo cierto bajón. El tipo de bajón que uno acepta si sabe que después viene el clímax. El set acústico consistió, si no me equivoco, en fragmentos de “My Darkest Hour”, “Power of Will” y “Yours”, que empezó como acústica y acabó enchufada.

 

 

“Call of the Night” vino después, seguida de otra sorpresa en el set: “Firesign”. Sin duda, todo un detalle el hecho de que hubiera variaciones en el repertorio respecto a lo esperado. A continuación, llegó un gran solo de batería por parte de George Egg, que fue el preludio de “Presence of Mind”, iniciada con su intro grabada.

 

 

En “The Human Paradox”, Nils se sentó, sudaba a mares, pero la voz ya estaba a pleno rendimiento. Desde el set acústico (que sin duda le proporcionó un necesario descanso), la voz ya era perfecta. A continuación se esperaba “Dream of Spring” (ese gran homenaje a Scorpions), pero sonó “Devilry Of Ecstasy”.

 

 

Luego jugaron con las teclas del inicio de “Heartless Madness”. El público del frente se desató (es su gran tema de cierre en los últimos años, lo que no dejaba de ser una mala noticia). Mucha actividad, mucha entrega, columnas de humo, sensación de cierre prematuro pero apoteósico… De repente, Nils pide la colaboración del público con el “I need your heartless madness” un par de veces. Todo iba como un tiro… hasta que llegó la gran debacle en forma de turra suprema.

 

 

Era el momento de presentar a la banda, pero con él llegó el infierno con una “Heartless Madness” ultra extendida hasta más allá de los 10 minutos. Fue exactamente lo mismo que en su actuación en el Z! Live, donde este momento fue muy criticado. Parece que es una constante en esta gira de Game of Faces, en la que parece que se han propuesto enseñar al menos dos caras, siendo la de estos 10 minutos la mala. Minutos de discurso en sueco, típica batalla por ver qué sector del público canta el estribillo más alto… ya sabéis de lo que hablo.

 

 

 

Desde mi punto de vista, ya fue un momento soporífero la primera vez, y en este concierto la cosa no mejoró. Eso sí, debo decir que funcionó entre el público, que cantó lo que se le pedía con gran entrega. Pero yo sigo sin verle el sentido. Con el minutaje tan escaso que ofrecieron (no llegar a la hora y media de concierto se merece amonestación), repetir el error del Z! Live fue un desperdicio. Largo, tedioso y aburrido. Un agujero negro en mitad de una actuación brillante.

 

 

Así que, ante el aburrimiento que esa parte me supuso, me dediqué a desarrollar teorías, y así conseguí enunciar el Principio de Saturación Escénica™: «En todo concierto de heavy metal existe un punto crítico en el que más interacción no significa más intensidad, sino más dispersión».

 

 

Tras los diez minutos de suplicio, el público cantó por última vez y por fin retomaron el tema para el cierre, en un final explosivo con columnas de humo y una banda exultante y muy agradecida con su público. Una gran noche, sin duda. Sonido impecable, banda en estado de gracia, y un vocalista honesto, carismático, sin red ni efectos.

 

 

Pero también una noche breve, con decisiones discutibles que hacen que una actuación de sobresaliente de una de las mejores bandas de la actualidad se quede en el notable muy alto. ¿Repetiría? Sin dudarlo… de hecho en nada los tenemos por aquí. No os los perdáis, y aprovechad los diez minutos de competición coral para ir a echar un piti, a la barra a pedir, al baño, interaccionar socialmente, aprender idiomas (el sueco mola), o comenzar a ver un capítulo de una serie (recomendación: si veis el capítulo 6 de la segunda temporada de Peacemaker, escucharéis nada más y nada menos que “Presence Of Mind” como canción para los créditos de cierre). En definitiva: grandes, Dynazty, pero por favor, cambiad esos diez minutos por dos temazos random de vuestra maravillosa discografía.

 

 


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