Rage – A New World Rising

 

 

80/100

26 de septiembre de 2025

Steamhammer

 

No Innovation, Yes Identity

 

Hay bandas que envejecen. Otras que evolucionan. Algunas, incluso, involucionan. Y luego está Rage, que parece haber firmado un pacto con el acero: no parar jamás, y nunca sacar un disco “repetido”. Con A New World Rising, su álbum número 27 (no contamos los proyectos paralelos Refuge o LMO), Peavy Wagner y compañía vuelven a demostrar que la longevidad no está reñida con la frescura ni con la potencia.

 

 

Afterlifelines (2024) fue una obra conceptual, introspectiva, casi filosófica, y personalmente, debo añadir que me encantó. Este nuevo trabajo, en cambio, es una declaración de intenciones: Rage ahora quiere sonar directo, positivo, enérgico y contundente. Esa positividad es, sin duda, uno de los sellos distintivos del álbum, como el propio Peavy ha declarado: “El mundo se está ahogando en negatividad y miedo, y gran parte de ello está siendo manipulado. Nuestro mensaje es simple: pensad por vosotros mismos y no creáis todo lo que os dicen”.

 

 

El alegato no solo apunta a la desinformación generalizada, sino también a la manipulación mediática, y se traduce en un disco que, sin perder contundencia, apuesta por la claridad de ideas y la reafirmación de valores, con una perspectiva positiva. Y no se trata solo de una decisión estética, sino de un posicionamiento claro frente al clima social actual. Eso sí, no confundamos esa positividad con dulzura ni con almíbar. La formación actual, con Jean Bormann a la guitarra y Vassilios “Lucky” Maniatopoulos en la batería, estable desde hace tres discos, ha vuelto a pisar el acelerador.

 

 

Salvo tres o cuatro excepciones, los temas de A New World Rising se caracterizan por una vuelta “tangencial” a un sonido que yo encuadraría en la época de Black in Mind, aunque más actualizado y limpio. Y no lo digo por decir: en su reciente paso por Madrid, hasta cuatro temas de dicho álbum clásico cayeron (su mejor set list en años y me lo pierdo). Comparados con etapas previas, el trío actual apuesta por un enfoque más orgánico, clásico y crudo, sin perder versatilidad. Quedan fuera  los arreglos sinfónicos y las estructuras complejas (apuesta personal: tarde o temprano volverán).

 

 

Como el yin y el yang, esa vertiente que comenzó allá por 1996 con Lingua Mortis, sigue siendo una dualidad con la que la banda juega. De hecho, Afterlifeness nos ofreció las dos facetas en un mismo lanzamiento. Esta vez es el turno de la crudeza: aquí no hay orquesta, ni suites, ni interludios barrocos. A nivel estilístico, ya sabéis de lo que hablo: speed, thrash, power… todo condensado en un material de alto octanaje, con riffs afilados, estribillos memorables y una producción que prioriza la claridad y el impacto. A New World Rising es un disco conciso, frontal y directísimo.

 

 

Me falta información, pero tengo la impresión de que ha sido grabado en el estudio como si fuera una toma única en directo. De lo contrario, no logro explicar que sean capaces de sacar un álbum doble en 2024 y otro en menos de un año. La producción es limpia, con guitarras bien definidas y batería potente. Incluso la voz de Peavy Wagner se ha “actualizado” y casi diría que por primera vez nos encontramos con un registro más afilado, aunque sin perder su sello personal: sigue transmitiendo la misma fuerza y emoción (para eso Peavy es único).

 

 

Tampoco han escatimado en número: trece temas, la mayoría entre tres y cuatro minutos, salvo una pieza hacia el final ligeramente más extensa. Lo que también merece ser destacado es la capacidad de Rage para sacar discos con regularidad sin perder calidad, algo que muchas bandas jóvenes ni siquiera logran con uno.

 

 

En definitiva, aunque A New World Rising no alcanza los niveles de innovación de otros puntos álgidos de la carrera de Rage, sí puedo decir que mantiene la media de sus últimos trabajos. La sensación final, en realidad, dependerá de si eres más fan de su etapa más técnica o sinfónica, o si disfrutas con los arranques de puro speed endemoniado.

 

 

¿Me ha gustado? Sí. ¿Me ha sorprendido? No demasiado. Pero me ha convencido, y eso, en una banda con más de 40 años de trayectoria, es un mérito considerable (y sí, soy “Team Lingua Mortis”). Vamos con los temas:

 

 

El viaje musical de A New World Rising comienza con el tema homónimo a modo de breve introducción instrumental. No busca protagonismo, pero sí crea atmósfera: acordes ascendentes, guitarras limpias, narración de fondo y una sensación de apertura que prepara el terreno para lo que viene.

 

 

La verdadera apertura llega con “Innovation”, un tema absolutamente directo que funciona como escaparate perfecto de lo que nos deparará el resto del álbum. El protagonismo absoluto lo tiene el riff, donde Jean Bormann se luce con una ejecución que roza el thrash metal, mientras Lucky Maniatopoulos sostiene el pulso con una batería precisa y contundente.

 

 

El estribillo es claro, sin adornos, pegadizo, y ya en este primer corte se percibe el tratamiento diferenciado que ha recibido la voz de Peavy Wagner, perfectamente alineada con el carácter combativo del tema. Este arranque no solo marca el tono musical del disco, sino también su actitud: directa, sin rodeos, y con una producción que prioriza la inmediatez y el impacto.

 

 

“Against the Machine” no da tregua y mantiene la tensión con un enfoque marcial que refuerza su carácter combativo. Aunque la velocidad sigue siendo alta, el tempo se relaja mínimamente, permitiendo al oyente mover el cuello con entusiasmo, una necesidad fisiológica en este corte, sin riesgo de luxación cervical. El groove es extremo, y el trabajo de guitarras se vuelve más técnico y afilado.

 

 

Peavy adopta un tono vocal más áspero, acorde con la densidad sonora del tema. La estructura juega con contrastes bien definidos: estrofas contenidas que desembocan, tras una breve pausa, en un estribillo explosivo. Aquí se percibe claramente el trabajo conjunto de la banda, con una percusión que brilla especialmente en la sección instrumental, quizás el rasgo más distintivo de toda la composición.

 

 

“Freedom”, por su parte, recupera una orientación ligeramente más melódica (muy ligeramente, que nadie se asuste). Fue tema de adelanto del álbum, y está claramente concebido como un single “directo al directo”. El protagonismo recae en su estribillo coreable, diseñado para levantar puños y gargantas en los conciertos, ya que pide ser cantado en vivo, con coros masivos y ese oOoOoOo! ascendente que no puede estar más hecho aposta. Por lo demás, el riff es más abierto aunque igualmente certero, y la base rítmica relaja el tempo sin perder pegada. Y sí, confirmamos que ya forma parte del repertorio en directo.

 

 

La dinámica del álbum cambia levemente con “We’ll Find a Way”, construido sobre un riff ultradenso que no deja resquicio al silencio, y un estribillo intenso y desgarrador, que vuelve a ser el protagonista del tema (y atentos a los guturales justo antes de los solos).  El cierre es épico, con el acelerón final de Lucky, que te deja sin aliento.

 

 

“Cross the Line” recupera la vertiente más técnica de Rage, con riffs etéreos en la introducción que pronto evolucionan hacia un rugido de pura contundencia. El desarrollo equilibra fuerza con una melodía reintroducida que flota sobre el estribillo, aportando contraste y profundidad. Sostenida por una estructura dinámica y abruptos cambios de compás, esta canción remite directamente a la etapa más compleja de la banda, aquella en la que Victor Smolski y Mike Terrana dejaron una impronta profunda e inconfundible.

 

 

Eso sí, los músicos actuales imprimen su propio sello, y logran aquí coronar el que quizás sea mi tema favorito del disco. El final se impone con personalidad: un súbito cambio de tempo hacia una sección “a cámara lenta”, una ralentización que personalmente me evoca a una locomotora descomunal frenando poco a poco, pero sin perder ni un ápice de su potencia. De nuevo, una forma de cierre que no deja indiferente, como ya ocurría en el tema anterior. ¡Abajo los fade-out!

 

 

“Next Generation” baja las revoluciones en su introducción y se adentra en terrenos más cercanos al power metal. Las escalas orientales con las que la guitarra abre el tema son una auténtica delicia, aportando un toque exótico y evocador. Pronto tornan hacia un riff más convencional, en un corte que vuelve a jugar con el tempo con energía y convicción. Breve, sencilla y muy efectiva: una píldora de contundencia melódica que funciona como respiro sin perder intensidad.

 

 

Con “Fire in Your Eyes”, Rage parece por fin dispuesto a darnos un respiro. El tema destaca por un groove más relajado, una estructura clásica y una línea vocal cargada de melancolía. Es una canción funcional, ideal para intercalar en el setlist sin perder ritmo, cumpliendo exactamente esa función dentro del tracklist de A New World Rising. Eso sí, termina con un fade-out que deja una sensación de joya inacabada, como si la banda hubiera decidido apagar la luz justo cuando empezábamos a ver con claridad.

 

 

“Leave Behind” vuelve la mirada hacia el heavy más convencional. Iniciada con el riff más áspero del disco, pronto evoluciona hacia un medio tiempo construido sobre guitarras limpias y una interpretación vocal cargada de emoción e intensidad. Sería injusto no destacar el solo de guitarra de Jean Bormann, rebosante de virtuosismo y velocidad, sin caer en el exhibicionismo.

 

 

“Paradigm Change” presenta el inicio más lento del álbum, aunque una vez entra el riff, queda claro que estamos ante otro medio tiempo, esta vez con un marcado carácter hard rockero. Mención especial merece la estudiada colocación de los temas más “lentos” hacia la mitad del tracklist. Sin duda el conjunto se percibe como natural y bien integrado, dada la intensidad de los mismos.

 

 

Hacia la mitad del tema, emerge un guiño inesperado a “Straight Out of Hell”, lo cual no deja de llamar la atención, ya que una versión actualizada de dicho clásico tiene el honor de cerrar el álbum. ¿Un pequeño adelanto de lo que vendrá? Sea como sea “Paradigm Change” es un grandioso “Straight Out to the 80’s”, nada disimulado.

 

 

El clímax llega con el tema “largo”: “Fear Out of Time”. En poco más de cinco minutos, Peavy y los suyos logran construir atmósferas cargadas de oscuridad y jugar con dinámicas muy variadas. El riff inicial es lento y pesado, casi doom, y la estructura netamente progresiva permite explorar distintos registros, creando una narrativa musical compleja y emocional. A pesar de la solemnidad y la ambición compositiva, quizás no sea de mis favoritas, aunque no negaré que el trabajo aquí es sencillamente excelso. No tengo pruebas, pero tampoco dudas, de que este corte pasará a engrosar el setlist de la banda en la inminente gira. Hay que lucirse, y este tema es perfecto para ello.

 

 

El cuasi-cierre lo trae “Behind the Shield of Misery”, que devuelve al disco a su esencia más clásica con una lección de speed metal directa, sencilla y de estribillo fácil. Quizás, después del periplo musical que ha ofrecido el álbum hasta este punto, deja un cierto sabor a déjà vu, especialmente en su línea vocal, lo que le resta algo de impacto. Aun así, sigue siendo un corte muy decente y funcional dentro del conjunto, en el que lo mejor es el riff de inicio tremendamente reconocible, capaz de retrotraernos a épocas pasadas con una sola escucha.

 

 

Hablábamos de cuasi-cierre porque el último tema es una versión actualizada: “Straight to Hell ’25”. Todo un himno atemporal que, por su brillantez, sigue siendo uno de los puntos álgidos de la era “Terranolski”. Poco más se puede hacer con él, más allá de aplicarle una capa de barniz actual. La producción es más limpia, la batería gana presencia, y la voz de Peavy suena más clara y definida. Es un homenaje al pasado con sonido de presente, un broche perfecto para cerrar el disco mirando al pasado con respeto, pero sin perder de vista el presente.

 

 

A New World Rising consolida la etapa actual de Rage con una formación estable que ha permitido afinar el sonido y reforzar la química entre sus miembros. No hay grandes sorpresas, pero sí una ejecución sólida, una energía constante y la decisión de abandonar el sinfonismo para abrazar estructuras más directas y efectivas.

 

 

Y si alguien aún duda de su vigencia sobre las tablas, que se acerque a verles en directo. Los que tuvieron la suerte de asistir al concierto en Fuenlabrada saben de lo que hablo: Peavy Wagner no tiene intención de parar, y lo demuestra sobre las tablas con una entrega que sigue siendo marca de la casa. No reinventa ni innova como promete en su primer corte, pero sí redirige. Y eso, cuando llevas más de 25 discos, es casi milagroso. El resultado es un álbum personal, único, en el que cada canción está donde debe estar. Y en 2025, eso ya es mucho decir.

 


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