Pink Floyd – Wish You Were Here: 50 años de una maravilla sónica y visual

Wish You Were Here 

15 de septiembre de 1975

Columbia

Wish You Were Here es una de las cimas compositivas de Pink Floyd y un disco que queda entre Dark Side of the Moon y The Wall, posiblemente las obras más aclamadas y reverenciadas del grupo, pero para nada esta obra está en un escalón inferior ni mucho menos. Junto al Animals forma ese cuarteto o póker de discos más grandes de la vida y que dejaron constancia de que lo de este cuarteto inglés era pura magia.

 

Las letras versan sobre el dolor y la melancolía de la pérdida de Syd Barret, un alma sensible que nunca se habituó a las giras ni a la presión de buscar singles y ventas de discos. Esa es una parte, la otra, es la crítica a la industria discográfica, capaz de masticar a los artistas, sacarles todo el jugo y escupirlos, pues justo eso es lo que hicieron con Barret, que colapsó.

 

Todas las letras son de Roger Waters y el disco fue grabado en los prestigiosos estudios Abbey Road, famosos porque de allí salieron obras maestras de los Beatles o los Rolling Stones. Pink Floyd era ya un grupo de masas pues Dark Side of the Moon había maravillado al mundo entero, pero Wish You Were Here obtuvo una tibia recepción de inicio, a pesar de que, finalmente, aupó a Pink Floyd al número 1 en ambos lados del Atlántico. Un disco sencillamente inconmensurable.

 

La portada

Y la mítica portada del disco refleja eso mismamente, con dos empresarios cerrando un trato mientras uno se quema. La portada y las alucinantes fotos interiores del disco las crearon el equipo de Hipgnosis, absolutos genios a la hora de crear portadas míticas y que son parte de la historia del rock. Para conseguir la fotografía costó hasta que el viento puso las llamas hacia la dirección adecuada. La casualidad hizo que esa misma noche se quemase el coche que llevaba a la gente de Hipgnosis para casa.

 

Las fotos interiores son absolutamente memorables, pero, rizando el rizo y buscando la excelencia en la plasmación visual de la alineación y la ausencia, el grupo decidió envolver el disco en una funda negra en la que había una pegatina con un apretón de manos metálicas. No hubo mano de la censura ni mucho menos, sencillamente se creó una obra maestra que fue mucho más allá de una simple portada. Y la foto del chapuzón en la playa con el reflejo de las piernas entrando hace historia y es una de las fotos más importantes e influyentes del rock progresivo.

 

El disco

La canción “Shine on You Crazy Diamond” es quizá la obra más emotiva y monumental de Pink Floyd. Se extiende durante 25 minutos repartidos en nueve secciones que envuelven al oyente en un viaje sonoro de guitarras espaciales, atmósferas de teclado y pasajes de blues y saxofón. Más allá de su riqueza musical, la pieza se convirtió en un homenaje a Syd Barrett, miembro fundador de la banda, cuya frágil salud mental lo obligó a abandonar poco después de publicar The Piper at the Gates of Dawn.

 

El impacto de su visita inesperada al estudio durante la grabación marcó profundamente a sus antiguos compañeros, que apenas reconocieron al Barrett calvo y obeso en el que se había transformado su amigo. Ese encuentro inspiró la lírica desgarradora de la canción, que lo retrata como un “diamante alocado”: un genio brillante atrapado entre la inocencia, la fama y los excesos. El tema refleja no solo la nostalgia por la pérdida personal, sino también la crítica a la industria musical que engulle a los artistas sensibles.

 

Musicalmente, la obra muestra a Pink Floyd en estado de gracia: la guitarra de David Gilmour acaricia el espacio en un diálogo constante con los teclados de Richard Wright, mientras la base rítmica sostiene la atmósfera etérea. El saxofón de Dick Parry aporta un tono melancólico que intensifica la emoción. Su aparente sencillez contrasta con la capacidad de emocionar y transportar, logrando que sus más de veinte minutos se escuchen de un suspiro. Con el tiempo, la crítica y el público la elevaron a la categoría de clásico absoluto. Hoy se considera, junto a “Stairway to Heaven” o “Bohemian Rhapsody”, una de esas pocas canciones que trascienden generaciones y se acercan a la perfección.

 

La perfección y la inmensidad de “Wish You Were Here” es sencillamente inabarcable. Es una de las mejores canciones de la historia y como balada es la perfección. La sutileza de una introducción con una radio que sigue por el rasgueo de guitarra de Gilmour que queda de fondo mientras se acompaña con un punteo delicioso hasta la llegada de los acordes y la voz a turnos de Waters y Gilmour. Tristeza del deseo de ese ser amado que quieres que esté a tu lado a la vez que se suman el resto de instrumentos creando magia y llevando los versos hacia la eclosión de lo que es un estribillo antológico. No me explayaré mucho porque la quiero para la sección de canción perfecta.

 

“Welcome to the Machine” es la maravilla que queda tapada por esas dos piezas inconmensurables que dominan el disco de cabo a rabo. Optaron por invitar a su amigo Ron Harper para que la cantase con ese tono que un poco ya nos anticipa lo que está por venir en su siguiente obra maestra. Un tema muy de Roger Waters, especialmente solemne e incluso teatral potenciado por los teclados de Richard Wright jugando a dar atmósferas de toque sideral. Hay esa sensación de bucle espacial y de que todo flota en la inmensidad.

 

Quizá “Have a Cigar” es la composición menos “estelar” ante tanto nivel, pero la letra es especialmente mordaz. La batería de Nick Mason pide espacio y los acordes mayores marcan tempos con una cadencia especialmente conectada a su anterior Dark Side of the Moon. Los juegos solistas van salpicando en cuentagotas dotando al corte de elegancia en una pieza sutil y entretenida que cumple. Obviamente la guitarra de Gilmour se lleva el gato al agua mientras Waters marca el tempo y el grupo le hace de colchón.

 

Veredicto

Obra maestra sin discusión alguna y que acerca al grupo al espacio sideral de una forma maravillosa, relata la tristeza y la absencia de una forma magistral y lanza dardos envenenados a la industria con sutileza, pero con mucha firmeza. Waters va ganando peso y protagonismo y eso se acrecentaría hasta su segunda. Cuando suelo mostrar a alguien a Pink Floyd, obviamente opto por el tema título pues su rotundidad y perfección la hacen única e ideal para ello. Iker Jiménez utiliza las partes instrumentales de “Shine on You Crazy Diamond” para el cierre de su programa.

 

Y de la portada toca decir que es tan maravillosa e icónica que en los libros de Hipgnosis, una compañía que hizo tantas obras maestras, suele poner la de Wish You Were Here en portada. Eso ya dice mucho. Y eso es algo definitivamente atómico, ya no por el enorme número de portadas que hicieron a Pink Floyd con ellos, sino por la enorme cantidad de otras tan icónicas y de bandas tan grandes como los Floyd. Es un homenaje absoluto al pintor René Magritte. Y tras 50 años… disco e imágenes siguen hechizando a nuevas generaciones.

 


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