80/100
22 de agosto de 2025
Nuclear Blast Records
Blackbriar regresa con A Thousand Little Deaths, un torbellino oscuro que combina metal sinfónico y gótico con una teatralidad que corta como un cuchillo. El álbum abre con “Bluebeard’s Chamber”, un tema que combina guitarras limpias, de manos de Bart Winters y Robin Koezen, y elementos orquestales con la voz dramática y modulada de Zora Cock, generando una atmósfera que recuerda a bandas como Within Temptation y Epica, pero con un enfoque más narrativo.
El uso de arreglos sinfónicos es particularmente notable en “The Hermit and the Lover” y “Floriography”, donde la producción enfatiza la interacción entre sintetizadores, coros etéreos y riffs pesados de guitarra. La mezcla del bajo de Siebe Sol Sijpkens y la batería de René Boxem mantiene un perfil contundente, evitando que la densidad orquestal opaque la base rítmica.
Temas como “The Fossilized Widow” y “Harpy” destacan por sus cambios de tempo y riffs descendentes, aportando un contraste dinámico frente a las secciones más melódicas. La producción de Jens Bogren (siendo esta la misma línea de sonido de su discografía reciente) asegura claridad en la panorámica estéreo: las guitarras y las cuerdas se sitúan con precisión, y la voz principal se mantiene presente sin perder la riqueza armónica de los coros.
Líricamente, Blackbriar mantiene su estilo oscuro y literario, explorando temáticas de pérdida, obsesión y misterio con un enfoque casi teatral. El álbum funciona como un todo conceptual, donde cada tema conecta con el siguiente sin rupturas abruptas, ofreciendo una experiencia inmersiva que recompensa la escucha completa.
A Thousand Little Deaths es un trabajo técnicamente impecable en términos de producción, composición y ejecución. Para quienes buscan un metal sinfónico cargado de dramatismo y narrativas complejas, Blackbriar entrega un álbum sólido, con arreglos sofisticados y un rendimiento vocal sobresaliente que se mantiene entre lo gótico y lo épico.

Mi nombre es Irene, y todo el mundo me conoce por mi apellido Kilmister adquirido por el que ha sido y será mi mayor ídolo en esta vida. Lo cierto es que yo empecé en esto de la fotografía sin pensarlo mucho. Era la típica amiga de la cámara, pero de que me quise dar cuenta me propusieron entrar a colaborar en un medio profesional en 2017 y desde ahí he pasado de ser esa amiga de la cámara a evolucionar y coinvertirme en lo que conocéis ahora.
Apasionada de la música en todos sus géneros y amante de la lectura y los conciertos, aunque mi verdadera profesión no tenga nada que ver con todo esto.
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